Tierra de nadie

La 'first date' de Zapatero y García Egea

Hay que reconocer que la explicación que se ha dado a la cita entre secreta, discreta y mediopensionista que el pasado 10 de junio mantuvieron el expresidente Zapatero y el secretario general del PP, Teodoro García Egea, resulta completamente convincente. Se vieron, según insisten a ambos lados del Canal de la Mancha, para hablar de "generalidades", un concepto amplio en el que cabe todo, desde el nuevo orden mundial a las objetivos del milenio de la ONU pasando por el campeonato del mundo de lanzamiento de hueso de aceituna que el murciano exhibe en su palmarés y que siempre es un buen tema de conversación para romper el hielo. Las generalidades son más anchas que Castilla.

Es llamativo en cualquier caso que este encuentro haya sido posible gracias a la diplomacia celestinesca del presidente del Atlético de Madrid, Enrique Cerezo, del que se ignoraba su pasión por construir puentes, algo que encajaría más en Florentino Pérez que lleva los viaductos en la sangre y, si se tercia, algún que otro almacén subterráneo de gas natural para temblor de muchos menos de su cartera.

Autor de frases tan célebres como "nosotros no tenemos una gran crisis económica porque venimos de otra" o "tenemos un pequeño problema y ese pequeño problema es que no hay dinero", no puede imaginarse mejor trotaconventos para estos tiempos que Cerezo, un Sobera de lujo de esta first datede la que no sabemos si hubo la química suficiente para propiciar una segunda cita. ¿Era necesario reunir a esta pareja tan singular en este preciso momento? El del Atlético lo hubiera explicado con otra de sus memorables sentencias: sí, porque "esto empieza a ser el vaso que colma la gota de agua".

Zapatero, por su parte, ha negado que su misión sea la de hacer de mediador entre el Gobierno y el PP que ni se llaman ni se escriben, aunque lo que se dice llamarse se llaman de todo. Desde que descubrió que su verdadera pasión es la conciliación en conflictos imposibles, a priori no sería descabellado que, con el obligado confinamiento, hubiera decidido ejercer de profeta en su tierra en un contencioso más difícil que conseguir la paz en Oriente Medio.

A toro pasado, que es como se analiza casi todo en las últimas semanas, y a tenor de las ofertas de pactos que Gobierno y oposición se han entrecruzado recientemente, se hubiera podido inferir que el café con Teodoro fue provechoso. Sin embargo, la realidad ha puesto a cada uno en su sitio y al PP en el monte, del que no parece querer bajar antes de las autonómicas gallegas y vascas y aun después será difícil que se rasure sin más el pelo de la dehesa.

A fin de cuentas, sigue sin haber motivos de enjundia para que la supuesta derecha civilizada colabore en la reconstrucción nacional. Ni los miles de muertos ni la pavorosa crisis que ya ha dejado a millones de personas en el desempleo deberían distraer a los salvadores de España de su misión histórica de desalojar del poder al socialcomunismo populista que nos gobierna. ¿Acuerdo presupuestario? ¿Pactos para renovar el CGPJ o el Tribunal Constitucional? ¿Unidad en Bruselas para que los fondos europeos no vengan de nuevo en el maletín de los señores de negro? Pero vamos a ver, ¿estamos de broma o qué?

Desde su inicios como ayudante de cámara en Vente a Alemania, Pepe, la de Cerezo ha sido una carrera digna de estudio de las escuelas de negocio. Productor y dueño de los derechos de explotación de gran parte de la caspa cinematográfica española, nunca ha dejado de hacer caja gracias a sus relaciones a diestro y siniestro -fundamentalmente a diestro- con el mundo de la política. Es un tipo con estrella, capaz de salir indemne de pelotazos varios, del ático en Marbella del chino de la coleta y hasta de la condena como cooperador necesario de una apropiación indebida de la familia Gil porque había prescrito.

Que hasta Cerezo con sus oficios de alcahuete muestre algo parecido a una vena patriótica de la que muchos otros carecen o que este sea el nivel de los facilitadores es representativo del punto en el que se encuentra el país. A falta de que Merkel nos abra la frontera, siempre nos quedará Pepe esperándonos en Alemania. Menos es nada.

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