Bocacalle

Las huelgas del 62 y el día de mañana

En abril de 1962 (hará medio siglo ahora) yo tenía un amigo que se llamaba Quique, que una mañana de aquella primavera se presentó en el viejo instituto Jovellanos de Gijón con corbata y medias negras. Todavía vestíamos de corto, acabábamos de empezar el bachillerato y ese día Quique se pasó el recreo apoyado contra los muros de azulejo del patio, muy callado, ojeroso e inconsolable porque se había muerto su padre. El padre de Quique era minero y en aquellas fechas pasábamos frío en el instituto porque no había carbón para la estufas. Los mineros estaban en huelga y el cura que ejercía de jefe de estudios, cuyo nombre siempre quise olvidar en vano, tuvo unas frases muy despectivas hacia los compañeros del padre de mi amigo, que las escuchó con lágrimas.

La chispa de la huelga minera conocida en Asturias como huelgona prendió el 7 de abril en el pozo Nicolasa, en la cuenca del Caudal, porque siete trabajadores de esa explotación fueron sancionados tras haber reivindicado unos derechos laborales relacionados con los cambios en el horario de trabajo. El conflicto se extendió muy pronto por las demás cuencas mineras, así como por la industria siderúrgica. Fue seguido solidariamente por más de 40.000 mineros, varios miles de operarios siderúrgicos y un total de 15.000 trabajadores en Gijón, pertenecientes a diversos sectores obreros. Según cuenta Rubén Vega en Las huelgas de 1962 en Asturias, el conflicto minero en esa región tuvo su repercusión también en el resto de España, sobre todo en el País Vasco y Cataluña. Consecuentemente, la prensa internacional se hizo eco del mismo con sus correspondientes efectos críticos y manifestaciuones populares contra el régimen franquista, que reprimió duramente a los huelguistas.

Según cuenta Agustín Bermúdez, a quien se le conocía por Tino Tarzán en el Pozo Dos Amigos y tenía entonces 17 años, se produjeron muchas detenciones a lo largo de aquellos dos meses. También fueron muchas las palizas brutales que sus compañeros sufrieron en las comisarías. Pasamos mucho miedo y mucha hambre, recuerda, porque en su casa con once hermanos no entró dinero mientras duró el conflicto.

Fue especialmente significativo el papel de las mujeres durante la huelga. Anita Sirgo, hoy octogenaria, vivió el encierro protagonizado durante ocho días por las mujeres en la catedral de Oviedo para pedir la liberación de los presos. Anita formó parte de la comisión que se desplazó a Toledo para visitar a monseñor Enrique y Tarancón, que años atrás había sido arzobispo de Oviedo, y también participó en las colectas para recaudar fondos con los que socorrer a las familias de los mineros encarcelados y deportados. En total fueron 356 los que ingresaron en prisión, 1.226 los deportados y 198 los despedidos.

Por aquellos años en España no existía la canción protesta. Estaba por escribirse la canción de Chicho Sánchez Ferlosio Hay una lumbre en Asturias/ que calienta a España entera/, y es que allí se ha levantado/ toda la cuenca minera. Sí tenía mucho éxito y nombradía, en cambio, un popular cantador de tonada asturiana fallecido en 1983, José González "El Presi", al que mi amigo Quique le tenía gran aprecio por influencia paterna. Todavía al escuchar Si yo fuera picador, no puedo evitar la emoción de la memoria (histórica y personal) y la razón y el sentido que tiene la huelga general del 29-M, pues la fecha de mañana debe ser también un homenaje a quienes lucharon por los derechos sociales que ahora se nos quiere arrebatar. (El romance, de José León Delestal, y la canción, aquí).

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