Otra economía

El no debate de la reforma laboral

El no debate de la reforma laboral
Congreso de los diputados.- Marta Fernández / Europa Press

Hay que prestar mucha atención a un planteamiento que, a medida que se acerca el día en que el gobierno someterá al Congreso de Diputados la validación del Real Decreto-ley 32/2021 relativo a la reforma del mercado de trabajo, cobra cada vez más fuerza. Y como sucede con tantas otras cosas se presenta como puro sentido común.

Me refiero al cierre de filas de los que consideran que esta reforma es un gran paso adelante, al tiempo que descalifican a los que mantienen (mantenemos) que en absoluto supone ese avance. A los que pensamos que ni es la reforma laboral que había prometido el gobierno, ni garantiza los derechos de l@s trabajador@s, ni por supuesto es una de las piedras angulares de una política que quiere poner en el centro de la agenda pública la igualdad y las mayorías sociales.

Naturalmente, es muy lícito y de todo punto respetable sostener lo contrario. Pero otra cosa completamente diferente es lanzar el mensaje de que criticar esta reforma supone hacer el juego a las derechas, que no tienen otro objetivo que acorralar y derribar al gobierno de coalición y llevar adelante una política económica y social que, de materializarse, significaría una tremenda regresión histórica.

¿Pretender abrir un debate sobre la reforma laboral equivale a echar leña al fuego para que estos intereses se impongan?  ¿Significa acaso, como también se dice abiertamente sin tapujos, alinearse con la reforma que llevó a cabo en 2012 el gobierno del Partido Popular (PP) presidido por Mariano Rajoy, que supuso un ataque brutal a los derechos de las personas trabajadoras? ¿Acaso se puede afirmar que los críticos del actual proyecto de reforma laboral defienden los intereses de los trabajadores privilegiados, negando el pan y la sal a los que se encuentran instalados en la precariedad?

Yo creo que no, que esos argumentos constituyen un verdadero dislate. Sin embargo, estas y otras lindezas se están escuchado en estos días. No sólo en las tertulias, donde se dan cita una tropa de opinadores sobre lo humano y lo divino. También están en ese discurso destacados dirigentes políticos de los partidos que forman el gobierno de coalición y los secretarios generales de los sindicatos Comisiones Obreras y Unión General de Trabajadores. Estamos hablando, por lo tanto, de palabras mayores.

Juego sucio, vieja política, corteza de miras. No sólo supone cerrarse en banda, enrocarse en una determinada posición -cada cuál es muy libre de defender las ideas que considere más oportunas. No, no sólo es eso. Es negar la esencia misma de la democracia, que no es otra que la pluralidad de visiones y el enriquecedor debate que debería surgir de la misma. Las derechas, lo sabemos muy bien, siempre han funcionado "manu militari", pero ¿las izquierdas?

Con el pretexto de que el PP, VOX y la oligarquía que vive de la confiscación de renta y riqueza de l@s asalariad@s salen beneficiados, se alimentan de las críticas y de los críticos de la reforma laboral, cualquier debate -sobre este o sobre cualquier otro asunto- se puede cortar en seco.

Pero seamos serios. A la derecha se la favorece cuando, como es el caso, se incumple un punto central del programa del gobierno de coalición, la derogación de la reforma laboral del PP; cuando se cuelga la etiqueta de conquista histórica a una reforma que no enfrenta los problemas de fondo de la dinámica laboral y que, en algunos aspectos, los agrava claramente; cuando continuamente se envía un mensaje a la ciudadanía de que el horizonte de lo posible se ciñe a lo que da de sí la acción institucional; y cuando sólo se la tiene en cuenta cuando se aproximan las consultas electorales.

 

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