Entre leones

Rato tira con bala

Poca gente sabe que Rodrigo Rato inició su carrera política en Cádiz. Se presentó a las elecciones legislativas de 1979 como cabeza de lista de Alianza Popular por la provincia gaditana y salió elegido.

En DIARIO DE CÁDIZ aún recuerdan los más viejos–desgraciadamente quedan ya pocos- cómo llegó a la calle Ceballos, sede del periódico, acompañado por su padre para que el editor del ya entonces centenario rotativo, Federico Joly, lo bendijera, y cómo este, poco dado a esos gachupeos políticos, intentó por todos los medios evitar el encuentro huyendo literalmente en aquel laberinto de bovinas y linotipias del taller.

En definitiva, su padre, Ramón Rato, propietario de la red de emisoras de radio Rueda Rato, era amigo personal de Manuel Fraga y le consiguió un puestecito de diputado cunero en la muy simpática provincia de Cádiz.

A decir verdad, en los años que estuvo vinculado a Cádiz, a Rodrigo Rato no se le pegó ni una pizca del arte gaditano: llegó hecho un malage y se marchó convertido en un sieso, con cuarto y mitad de aspirante a chulo profesional.

Como es sabido, Rato llegó a hacer carrera. Fue vicepresidente del Gobierno con Aznar (el principal actor del milagro económico español que nos trajo después la burbuja del ladrillo) y a punto estuvo de sucederle (Rajoy le ganó por la mano) como candidato pepero.

Después se convirtió en el masca del FMI, pero se largó por falta de consistencia técnica (palabras de algún exministro conocedor de las razones de su tocata y fuga).

Como recompensa, Rajoy y Esperanza Aguirre le dieron Bankia, que se la pulió en un rato.

El PP, acosado por los numerosos casos de corrupción, lo convirtió en el chivo expiatorio y se lanzó a su caza y captura. Le abrieron causas fiscales, lo vincularon a paraísos fiscales, le detuvieron con espectáculo televisivo y lo quisieron meter en el talego para intentar tapar la verdadera dimensión del golferío de Casa Génova.

Ayer mismo, Rato compareció en la comisión del Congreso de los Diputados que investiga la gestión de la crisis financiera que desembocó en el rescate financiero que pidió España, y se defendió.

De entrada, el hombre-milagro-económico culpó al ministro de Economía, Luis de Guindos, de provocar el desplome de Bankia al exigirle el 6 de mayo de 2012 su dimisión, y aseguró que el Banco de Santander, el BBVA y CaixaBank (los bancos en los que se apoyó el ministro) fueron los principales beneficiarios de los depósitos que salieron del banco madrileño tras su nacionalización en el verano de 2012.

Pero el punto álgido de la comparecencia llegó tras ser interpelado por el portavoz del PP, Miguel Ángel Paniagua, que le reprochó el daño que le había hecho al PP y que se compadeció de él por cómo había acabado.

En avalancha, Rato, apestado hasta las trancas pero con ganas de cantar, le respondió: recordó su detención delante de sus hijos y vecinos acusado de delito fiscal y blanqueo de capitales, con una deriva de alzamiento que apenas duró 15 días. Sobre el delito fiscal, dijo que llevaba tres años esperando y que aún "no han sido capaces de encontrar nada".,

Denunció una campaña orquestada por el Gobierno para detenerlo cuando las tarjetas black de Caja Madrid eran el escándalo de moda.

E implicó en el lío directamente a tres ministros. Al de Justicia, Rafael Catalá, que en los Desayunos de TVE contó sus datos fiscales. Al de Hacienda, Cristóbal Montoro, que hizo lo propio al comentar una información periodística en el Congreso.

Y a la ministra de Empleo, Fátima Báñez, que le dijo "a mi secretaria "que se fuera separando de mí porque voy a tener problemas con mis declaraciones de Hacienda".

Previamente, contó que tres personas, un exdirector de un periódico, un ex alto cargo del PP y un articulista, "me dijeron, días antes, que el Gobierno quería meterme en la cárcel".

De ser ciertas estas acusaciones, los tres ministros podrían ser acusados de un delito de revelación de secretos de datos fiscales y de acusación falsa.

En un país donde, a raíz de la pelotera catalana, el presidente del Gobierno nos repite una y otra vez que ningún español está por encima de la ley, ¿por qué ningún juez investiga si hay algo de cierto en las graves acusaciones formuladas por Rato?

A mí personalmente me preocupa y mucho este presunto despiporre de los ministros manejando datos fiscales en tertulias con café y croissant; me perturba y mucho una separación de poderes de mentirijilla, en una democracia sometida a un proceso de cambalache continuo; me cabrea y mucho este golferío que deja a Rato en la órbita de las hermanitas de la Caridad.

Por cierto, en la Cuatro, compareció el secretario de Comunicación de Ciudadanos, Fernando del Páramo, que destacó que lo de Rato era una reyerta interna y subrayó hasta ponerse pesado que Ciudadanos era la alternativa electoral a ese PP de la corrupción.

Estos muchachos no se han enterado aún de que ellos y solo ellos son el principal sostén del PP, los artífices de que el partido más corrupto de la UE siga gobernando España.

El refranero es claro en estos casos: dime con quien andas y te diré quien eres.

PD: Por cierto, el actual Gobierno no ha sido el responsable de que más de 3.000 familias quedaran atrapadas en la AP-6, a pocos kilómetros de Madrid, por la peor nevada de los últimos 20 años (TVE lo repitió hasta en la carta de ajuste).

El ministro de Fomento estuvo al pie del cañón mientras jugaba con sus hijos con el servicio de rescate de nieve de los playmóvil. El ministro del Interior estaba de guardia en el Sánchez Pizjuán, justo detrás de a portería del Sevilla.  Y el director general de la DGT estaba en Sevilla, una ciudad que, como es sabido, cuenta con teléfono e Internet. Y AVE, claro.

Tampoco lo fue la concesionaria Iberpistas, que pasaba por allí la AP-6.

Está claro. La culpa fue de Dios, que se pasó con la máquina de nieve.

Y de Magdalena Álvarez, claro. Alguien del Gobierno debería pedirle la dimisión.

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