Entre leones

Rivera o lo que haga falta

Ciudadanos, o mejor dicho, su líder-presidente-gran hermano, Albert Rivera, se ha equivocado al aceptar gobernar en Andalucía junto con el PP y con el apoyo de Vox.

Se ha equivocado porque al apuntarse a esta operación tripartita de cambio en Andalucía se ha llevado por delante todos sus principios centristas y moderados; y los socialdemócratas, si alguna vez los atesoró. Hasta el traje del difunto Adolfo Suárez, que lo ha paseado metafóricamente por toda España como si fuera su legítimo heredado político, se lo ha dejado en la gatera.

Eso te pasa si te metes en una cama redonda con Vox, un partido machista, xenófobo, supremacista y fascista, y con el PP, que aspira más pronto que tarde a todo eso y más, incluido la cuadratura del círculo de seguir en el centro político.

Seguro que ha sido la coincidencia geométrica la que lo convenció para lanzarse al barro andaluz, olvidándose de su fervoroso constitucionalismo, que, visto lo visto –Vox no defiende ni el prólogo de la Carta Magna-, queda hasta mejor ver aparcado en doble fila.

Sabedor de que ha metido la pata hasta el corvejón, Rivera se ha tirado al monte y se ha centrado en descalificar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como si fuera el principal responsable de todos los males de la humanidad, incluida la cagada propia en Andalucía.

Como maniobra de distracción, el cuñado de todas las Españas, incluida la suya, sale ahora diciendo que el principal escollo para poder pactar con el PSOE es Pedro Sánchez.  Y en Andalucía era Susana Díaz, claro. Y en Madrid era Ángel Gabilondo, claro.

Todo para correr una cortina de humo sobre sus miserias, el líder de Ciudadanos marca deferencias entre elpedrismoy Pedro Sánchez y el PSOE de Page y Lambán, con las autonómicas en el horizonte. Y elogia a Alfonso Guerra y a Felipe González para para lo mismo, para joder.

La posición europea de España frente al relío venezolano, la reunión con Torra, el conflicto de taxi, el traspaso de competencias de prisiones al País Vasco, el paro y lo que haga falta. Desbarre tras desbarre, insulto tras insulto en la última Diputación Permanente, con Ciudadanos y el PP bebiendo de la fuente de parlamentarismo chusco y navajero.  El ruido por encima de todo y todos.

El diputado del PSC José Zaragoza, veterano de mil guerras políticas, lo explicó bien tras escuchar a los portavoces de las derechas con ardores de estómago: "Tras la ofensa, el vilipendio, la injuria y la denigración no queda nada, solo alimentar el monstruo de la extrema derecha".

A esta ardua tarea se está dedicando de un tiempo a esta parte Albert Rivera en compañía de Pablo Casado y José María Aznar.

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