Entre leones

¿Reconocerá España al Guaidó español?

Nunca me gustó Hugo Chávez. Nunca. Tenía una verborrea revolucionaria que me resultaba impostada. Era por momentos un chiste de Fidel Castro.

Aunque al principio, cuando ganó las elecciones presidenciales de Venezuela de 1998, comprendí que las clases bajas y medidas empobrecidas –perdieron el 70% del poder adquisitivo en 20 años- no tenían otra opción que Chávez ante el fracaso que tanto Acción Democrática, socialdemócrata, y Copei, democristiano, habían protagonizado durante la segunda mitad del siglo XX en uno de los países sudamericanos más ricos.

El ex golpista carapintada Hugo Rafael Chávez Frías, que ya se levantó en armas en 1992 contra el socialdemócrata Carlos Andrés Pérez, demostró en poco tiempo que, entre sus planes, no entraba convertir Venezuela en una exquisitez democrática.

Maduro, el sucesor tras la muerte de Chávez, es mucho peor; porque es un chiste de Hugo Chávez, que, como recordarán, era un chiste de Fidel Castro.

Con Maduro en la presidencia, Venezuela ha ido de mal en peor, con un deterioro social equiparable a la ruina económica. Es verdad que los americanos han hecho todo lo posible para que así sea, pero no es menos cierto que los bolivarianos se han hecho ellos mismos la puñeta hasta convertir Venezuela en un gran corralito, en una corraleta llena de corrupción y escasez.

Dicho esto, la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente interino, alternativo o como quieran llamarlo, no me gusta ni un pelo.

Que EEUU, con Donald Trump (comandante en jefe y reconocido chiflado), Mike Pence (segundo de a bordo y ultrarreligioso meapilas), John Bolton (arquitecto de la invasión de Irak) y Elliott Abrams (experto en guerra sucia y mentiroso contumaz), esté detrás de este acto casto, puro y democrático, me lleva a pensar de que estamos ante algo muy sucio, ante un golpe de Estado.

Y más desde que Bolsonaro y sus escuelas de samba armadas hasta los dientes lo apoyaron con entusiasmo y un acto evangélico multitudinario.

¿Se acuerdan del golpe del general Augusto Pinochet en 1973 contra el presidente Salvador Allende? Sí, ya sé que no es lo mismo, pero estaba también de por medio EEUU, con Nixon, Kissinger y otros militares siniestros que planearon el golpe, el todo por el cobre en vez del todo por el petróleo.

Por eso, por todo esto, no entiendo la posición española en la crisis venezolana. España ya ha reconocido a Guaidó, y Pedro Sánchez se ha significado al frente de un grupo de países europeos, entre los que están Francia y Alemania, que están del lado de EEUU.

¿Seguidismo? Nada de nada, hombre.

Sea lo que sea como se llame esta vaína cuasi imperialista, donde los países europeos parecemos mamporreros –y después tachan de colonias a diminutos países-, a mí personalmente me hubiera gustado que España se hubiera posicionado al lado de México y Uruguay, que están trabajando en una mediación más razonable que la cacería con 5.000 soldados destinados en Colombia que preparan los yankis.

La diferencia entre una y otra posición es la cantidad de sangre que se derramará por metro cuadrado para enviar a Maduro a Cuba. En la vía mexicano-uruguaya parece que la sangre no llegará al río, en la otra, se prevén ríos de sangre.

Así, animados por el relío venezolano, no resulta nada extraño que Casado, Rivera y Abascal, las tres derechas de la España de los españoles unidas y revueltas, hayan cogido en el renuncio del relator para Cataluña a Pedro Sánchez y quieran echarlo a la venezolana con una manifestación donde convocarán hasta a Alfonso Guerra,      que, por vender más libros, ha pasado de descamisado a camisa vieja y chocha.

Espero que España no reconozca al Guaidó que salga de la algarada ultra del próximo domingo.

Por cierto, al tal Iván Redondo le van a acabar dando un año de estos la gaviota de oro con campanillas.

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