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Un malhadado desencuentro con los sindicatos mayoritarios que demuestra que estamos en gramscianos tiempos de crisis donde lo viejo no termina de marcharse y, cuando se defiende sin matices, corre el peligro de tomar formas mórbidas. Enfrente, la incertidumbre, que también tiene su morbidez porque no tiene aún la posibilidad de presentar con claridad los rasgos de lo nuevo. En cualquier caso, si ya no vale el bipartidismo PSOE-PP, ya no vale tampoco el bisindicalismo CCOO-UGT. Pero su superación, tanto en el caso de los partidos como en el de los sindicatos, no va a depender de sus ejecutivas, sino de la ciudadanía.

Hay nuevas realidades laborales que los sindicatos no saben enfrentar (y que, objetivamente, no son fáciles de enfrentar). El "precariado", situación en la que se encuentran una mayoría de jovenes, choca con el obrero "fordista" (el de los tiempos del pleno empleo, derechos laborales y derechos sociales emanados del derecho al trabajo). ¿Es necesario abandonar a unos para defender a otros? Nada hay peor para los trabajadores como clase que exacerbar ese enfrentamiento. Los sindicatos necesitan ir más allá de la realidad laboral, porque la explotación toma otros contornos. ¿O no es también explotación perder la casa? ¿No tiene nada que decir ahí un sindicato de clase? Cuando los desempleados del Reino de España se vean representados sindicalmente será una señal de que han encontrado un rumbo virtuoso.

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