La Marcha sobre Madrid de la derecha insurrecta

La marcha sobre Roma. Mussolini toma el poder

A vueltas con los mismos lemas

Por "España, la democracia y la Constitución". Así rezaba el lema de las derechas españolas en su protesta el sábado contra el gobierno, convocada por el Foro Libertad y Alternativa,  asociación fundada por Alejo Vidal-Quadras, ex del PP, ex de VOX y quien llevara al partido de ultraderecha fondos del terrorismo iraní.

Faltaba en la pancarta, para completar el clásico encabezado de estos actos, "por la paz", pero ETA hace una década que ya no existe y apostar por la paz podría haberse entendido como una petición de salidas diplomáticas en la guerra de Ucrania, algo desaconsejable vistas las amistades históricas de la extrema derecha europea con Putin. Lo relevante es constatar de nuevo que las derechas han aprendido a bajar a la calle. Aunque no es nuevo: ya lo hicieron en los años treinta del año pasado y lo reaprenden cada vez que gobierna la izquierda.

La inclinación insurreccional de la derechas

Sorprende ver que en los orígenes del fascismo, en Italia en 1920,  apenas estaban los escuadristas, unos centenares de personas que se sentían maltratada por haber participado en una guerra, haberse jugado la vida y sentir que su país no les estaba devolviendo todo lo que habían hecho. Pronto se les juntaron todo tipo de arribistas, vividores, soberbios, impulsivos y humillados vocacionales.  Liderados por un personaje eficaz fueron capaces de construir un relato, acompañado del uso continuo de la violencia, que fue sumando a sus huestes a gente dispuesta a alinearse. Unos por miedo, otros, especialmente entre las clases medias, por un difuso interés egoísta basado en el nacionalismo, y también sectores populares movidos por no quedarse en los márgenes, por no sufrir las represalias y por un malestar de clase sin rencor de clase que les llevaba a echarles la culpa de sus problemas a otros trabajadores como ellos.

¿Tienen algo que ver estos primeros fascistas con los que se han manifestado en Madrid contra el gobierno de coalición? ¿Acaso han empeorado en los últimos tres años sus condiciones de vida los manifestantes de la Plaza de Cibeles? ¿Qué dolor tienen personas como Santiago Abascal, Núñez Feijóo, Inés Arrimadas, Begoña Villacís o Isabel Díaz Ayuso? ¿La evolución de Rosa Díez se entiende desde la política, la economía o la psicología? ¿A qué España quieren regresar los voceros de esas asociaciones españolas y mucho españolas que expresan una ira de brazos en alto, correajes y cunetas?

En M. El hijo del siglo, la monumental biografía de Antonio Scuratti sobre Benito Mussolini, se narra la marcha sobre Roma, un intento insurreccional de los fascistas italianos en octubre de 1922. La marcha, pese a las conocidas fotos de los camisas negras desfilando por la capital imperial, fracasó. Fue solo por la negativa del Rey Victor Manuel a aprobar el decreto de estado de sitio de la ciudad, presentado por el Primer Ministro Luigi Facta, que no fue totalmente sofocada. Si así hubiera sido, es muy probable que nunca hubiera existido el fascismo en Italia. La marcha sobre Roma ya había sido detenida por la policía y el ejército sin mayores problemas. Fue la doble traición del rey -que le costaría el trono cuando cayó el fascismo al finalizar la guerra mundial-, al encargar el día 29 de octubre formar gobierno a los fascistas, que la manifestación se recuperó. Dos días después de detenida la marcha fascista sobre Roma, Mussolini, ya encargado de formar Gobierno, ejecutó sus planes, dejándonos ese desfile que forma parte de las aberraciones legadas por el siglo XX.

M. El hijo del siglo, de Antonio Scurati - Estandarte

Hay una enseñanza de plena actualidad. No debe volverse a cometer el error de invalidar a los líderes de la extrema derecha despreciándolos por  ridículos. Antes de que los camisas negras empezaran su régimen de terror, Mussolini era visto como un bufón histriónico y era despreciado por una parte de la prensa, la intelectualidad y los políticos veteranos. Pero los grandes capitales ya habían tomado su decisión, y el Rey también. A Churchil le pareció magnífico el nombramiento del nuevo Primer Ministro italiano.

Denle las gracias al Rey...

Cuenta Scuratti la intervención del líder del fascismo en la Piazza San Ferdinando de Nápoles cuatro días antes de que se convocara la fallida marcha sobre la capital italiana, en una arenga que quería preparar el asalto a Roma, sede de los poderes del Estado:

"En ese momento Mussolini habla:

-Camisas negras de Nápoles y de toda Italia, hoy, sin lanzar un solo disparo, hemos conquistado el alma vibrante de Nápoles, el alma ardiente de todo el Sur de Italia. Esta manifestación no tiene más objetivo que ella misma y no puede convertirse en una batalla, pero yo os digo, con toda la solemidad que el momento nos impone: ¡o nos ceden el gobierno o lo obtendremos cayendo sobre Roma! Ahora ya es cuestión de días y tal vez de horas.

Mussolini termina su breve alocución pidiendo a la multitud que aclame al ejército bajo las ventanas de la delegación militar. De la plaza se elevan los gritos de " ¡Viva el fascismo! ¡Viva el ejército!¡Viva Italia!¡Viva el Rey!"

Acaban de perder el Tribunal Constitucional, sobre el que operaban como aún hacen con el Consejo General del Poder Judicial, y el acuerdo para que el nacionalismo catalán empiece una nueva etapa les quita su último argumento de guerra.

El insurreccionismo fascista forma parte del imaginario de las derechas europeas, del que no son ajenas las derechas ibéricas. Este sábado, las derechas españolas han querido marchar sobre Madrid acompañados de los tambores de sus medios de comunicación. El objetivo no andaba muy lejos del que convocó Mussolini hace un siglo: el gobierno es ilegítimo y, por tanto, hay que sacarlo como sea. Acaban de perder el Tribunal Constitucional, sobre el que operaban -como aún hacen con el Consejo General del Poder Judicial-, y el acuerdo para que el nacionalismo catalán empiece una nueva etapa les quita su último argumento de guerra.

Igual que la Asociación Nacional del Rifle convoca reuniones justo al día siguiente de que algún descerebrado de la Asociación-Nacional-del-Rifle o allegados haya disparado contra alguna multitud en un colegio o en un supermercado, VOX, el PP, Ciudadanos y una multitud de grupúsculos salidos de la noche de la historia, y a los que les huelen los pies y el sobaco a franquismo -incluida Rosa Díez- convocan una marcha en Madrid donde es imposible no escuchar aún el eco del asalto en Brasilia de los tres poderes del Estado por la turba bolsonarista.

Bolsonaro es amigo de Santiago Abascal. El PP, en boca de su portavoz Cuca Gamarra, no condenó de inmediato el asalto al congreso y al ejecutivo brasileños. Begoña Villacís, del extinto partido naranja camino de regresar a la casa originaria posfranquista, quitó hierro al asunto diciendo que en España estábamos peor. No les preocupa la democracia: les preocupa que la economía va bien, que están perdiendo el control autoritario del poder judicial, que Europa apoya al gobierno de coalición y que, igual que se terminó el conflicto con ETA, el procés va camino de convertirse en una reclamación democrática.

No les preocupa la democracia: les preocupa que la economía va bien, que están perdiendo el control autoritario del poder judicial, que Europa apoya al gobierno de coalición y que, igual que se terminó el conflicto con ETA, el procés va camino de convertirse en una reclamación democrática.

Dejar atrás los complejos

Por supuesto que en democracia el derecho de reunión es un derecho fundamental -aunque fue el PP el que lo limitó enormemente con la Ley Mordaza-, pero seríamos ingenuos si pensáramos que la manifestación en la capital madrileña, epicentro del giro ultraderechista del Partido Popular, no tiene intenciones de pulso al gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos. Como bien ha recordado Pablo Iglesias, los golpes se dan con la ayuda de los aparatos del Estado, y las derechas están perdiendo a los jueces golpistas, que eran sus principales valedores.

Podríamos pensar que las derechas se han debilitado por el ataque al derecho al aborto de las mujeres en Castilla y León, pero VOX y el PP -con el añadido ridículo de Ciudadanos- hace tiempo que decidieron pasar el Rubicón. Pierde batallas, pero aún no ha perdido la guerra. El PP se ha dado cuenta de que puede echar pulsos aunque pongan en peligro las instituciones -como tener secuestrado el poder judicial durante cuatro años- sin que sus votantes le pasen factura. El control férreo de los medios de comunicación españoles, la práctica mayoría radicados en Madrid -donde les llueven ayudas, subvenciones, publicidad, palmadas en el hombro, favores y, llegado el caso, amenazas- son los principales culpables de que a la derecha española le resulte tan sencillo alejarse paulatinamente de la democracia.

Fotografiarse otra vez en Madrid juntos los tres partidos de la derecha -por mucho que los principales líderes del PP hayan decidido no personarse, al tiempo que invitan a sus militantes y seguidores a secundar la manifestación- es una clara señal de que el Partido Popular ha apostado con claridad por la alianza con la ultraderecha de VOX, algo que conviene a la madrileña Díaz Ayuso pero que vuelve a zarandear al Secretario General Núñez Feijóo que parece, sin rumbo, querer seguir los pasos del remasterizado Pablo Casado.

La reunión tenía que ser en la Plaza de Colón porque reunirse allí es casi como reunirse en la Plaza de Oriente, donde el Caudillo alertaba al pueblo sobre los peligros de las conspiraciones internacionales. Pero Fuerza Nueva se les adelantó. Los medios de comunicación, que cada vez actúan más como el consejo donde se sientan los que representan los intereses globales de la burguesía, ya se encargarán de unir a la Cibeles con Colón.  O de separarla, según convenga. Y como el relato es condición necesaria -insistimos: la marcha sobre Roma fracasó pero quedó en la memoria de Hitler e incluso llega al siglo XXI- los spin doctor anclados en los medios dictarán lo que convenga y lo que no (por eso los regaños públicos de conocidos presentadores como Ana Rosa Quintana y Federico Jiménez Losantos a VOX, que se ha revuelto recordándoles que no les ponían mala cara cuando al parecer les pagaban).

Volver a la Transición, al Rey, al centralismo y a la televisión en blanco y negro

Las derechas han aprovechado los acuerdos para poner fin al conflicto creado en Cataluña por el Partido Popular para armarse de razones. La cantinela "España se rompe" es un clásico desde la II República, y la verdad es que España solo se rompe cuando las derechas quieren imponer su visión estrecha de lo que es España.  No olvidemos que fue durante el gobierno del PP que se llegó al callejón sin salida del procés y que fue Mariano Rajoy quien protagonizó la recogida de firmas contra el Estatut.

Cuando el PP y VOX dicen "volvamos al consenso de la Transición" están diciendo "queremos que los jueces sean nuestros, queremos que el Rey defienda nuestros intereses, queremos el gobierno, queremos todos los medios de comunicación, queremos a los sindicatos obedientes y queremos una izquierda como la de toda la vida, que no moleste y que no toque el Boletín Oficial del Estado perjudicando nuestros intereses"

En ese discurso de las derechas en Colón o en Cibeles se quiere recuperar, dicen, el pacto de la Transición, ese espacio mágico donde ellos mandaban y encima parecían demócratas. Agitar el fantasma de la Transición ayuda a que recordemos que el proceso que puso fin al franquismo y recuperó la democracia fue un trágala donde las élites franquistas, incluido el Rey Juan Carlos -elegido por Franco-, Adolfo Suárez - Ministro Secretario General del Movimiento y Director de RTVE durante la dictadura- o un tipo que firmó sentencias de muerte como Manuel Fraga, garantizaron su futuro político y económico y de los suyos concediendo a los españoles los rudimentos básicos de democracia que exigía Europa.

Cuando el PP y VOX dicen "volvamos al consenso de la Transición" están diciendo "queremos que los jueces sean nuestros, queremos que la policía sea nuestra, queremos que el Rey defienda nuestros intereses, queremos todos los contratos públicos, queremos todos los medios de comunicación, queremos el gobierno de España, queremos a los sindicatos obedientes y queremos una izquierda como la de toda la vida, que no moleste y que no toque el Boletín Oficial del Estado perjudicando nuestros intereses".

Un globo que se desinfla, una calle que se habita

Porque eso es la manifestación de Cibeles. Una pataleta de las derechas que no toleran haber perdido el Gobierno, que se la jugaron al deterioro económico y no les ha salido, que querían contar con Europa y Europa les regaña a ellos, y que notan que se les escapa el gobierno con el pacto parlamentario entre el PSOE, Unidas Podemos, ERC, Bildu y el resto de partidos que apoyan la nueva mayoría de gobierno, cada día de manera más evidente cuando se hace cada día más evidente la relación del PP con VOX.

Por eso el PP se está escorando a la extrema derecha. Por eso VOX acelera. Cayetana Álvarez de Toledo, presente también en la manifestación, que tiene el terrorismo en la sinapsis neuronal que articula su lenguaje, afirmó en su día que la judicatura era el último muro frente a Podemos. Y ya no lo es en el Tribunal Constitucional. Y no lo puede ser en la Audiencia Nacional ni en el Tribunal Supremo bajo riesgo de que toda la judicatura se ponga en entredicho -como está pasando, por ejemplo, en Argentina y es probable que pase pronto en Perú-. La derecha, que no tiene un proyecto de país, activa, por tanto, el viejo proyecto de acoso y derribo.

Vienen unos meses de vía insurreccional en las calles y en los medios de comunicación. Seguirán diciendo ¡Viva el Rey! y el Rey no hará ningún gesto que demuestre incomodidad con la alianza entre el PP y VOX. Amor con amor se paga. La lectura histórica que debe hacer la democracia de las marchas sobre Roma o sobre Madrid es clara: al fascismo se le combate cuando aún hay tiempo.