Después de las elecciones, ¿a dónde va la izquierda?

Después de las elecciones, ¿a dónde va la izquierda?

A Ramón Lobo, pese a tantas discusiones o por eso mismo

La derecha, que vendió la piel del oso antes de cazarlo

Los resultados electorales se miden por lo que impiden o facilitan (esencialmente gobernar). También, de manera muy evidente, por las expectativas. Por eso la izquierda española siente, aunque no sea verdad, que ha ganado de manera espectacular, mientras que las derechas, las del "que te vote Txapote", sienten que han sido derrotadas con ecos que hoy sí justifican recuperar el trágico "no pasarán". El vertedero en el que se han convertido las encuestas algo tiene que ver con esa quiebra de las expectativas.

El PSOE, pese a perder las elecciones, y tras algunas dudas, la noche del domingo celebró. Por eso, Sumar, pese a perder 700.000 votos y cuatro escaños respecto de Unidas Podemos en 2019, celebró. Al contrario, por las expectativas y los hechos, Santiago Abascal, con 19 diputados menos, no quería ni salir a saludar a sus votantes. Y por eso Feijóo, pese a ganar las elecciones, tuvo que comerse con cara de Pablo Casado (su defenestrado antecesor en el cargo) cómo los hooligans del PP le interrumpían en el balcón de Génova la noche del domingo para gritar "Ayuso, Ayuso".

Cría cuervos y te sacarán los ojos. La sonrisa de Ayuso en el balcón recordaba a la niña de la curva. "No creo", contestó lacónicamente cuando le preguntaron si pensaba que Feijóo está cuestionado en el PP. Más tarde tuvo que afirmar que su candidato es, sin duda, Feijóo. Aunque este halago final es más mortal que las dudas iniciales. No pienses en un elefante. Pobre Feijóo, que pensó que por haber librado en Galicia lo del barco con el narco iba a ser inmune al veneno madrileño. Pobre García Ferreras, que repetía en La Sexta, ¡cuatro mayorías absolutas ya han dado explicaciones del barco!

Sumar no ha alcanzado a repetir los resultados de Unidas Podemos en las últimas generales, pero ha detenido la sangría de la izquierda. Es difícil medir este resultado. Los morados fueron vetados y relegados en nombre de la voluntad de lograr un mejor resultado. ¿Lo ha logrado? La lista encabezada por Yolanda Díaz ha sacado el 12,3% y 31 escaños. En 2019, Unidas Podemos, encabezada por Pablo Iglesias, sacó el 12,97% y 35 escaños (39 si se suman los partidos que hoy integran Sumar).

Desde Sumar se dice que la comparación debe ser con las municipales de mayo de 2023 (donde Unidas Podemos sacó un pésimo resultado). El declive de Unidas Podemos, es cierto, venía siendo constante. Ahora bien, evaluar unas elecciones municipales -donde Podemos nunca ha destacado- con las generales, donde los morados siempre han demostrado mayor capacidad, es forzar la comparación. Cada cual busca la explicación que más le favorece y eso es malo, porque demuestra que la izquierda todavía no ha entendido la necesidad de un frente amplio.

Sumar, que vino a mejorar el desempeño de Podemos, y que en nombre de esa voluntad vetó su nombre en el cartel, su participación en el diseño de la campaña y a las personas más visibles de Podemos en sus listas, ha juntado por vez primera a los principales partidos de la izquierda y ha frenado la hemorragia electoral que venía experimentando Unidas Podemos, pero no ha completado sus objetivos. Las exigencias fueron muy duras para el resultado obtenido. Si no se escuchan las quejas de los morados, se romperá el invento.

Feijóo ha dicho que va a intentar la investidura. Es absurdo porque no le dan los números. Ya le han dicho que no le apoyan ni Coalición Canaria ni el PNV. Así que el fracaso está anunciado. Sólo le queda el rey Felipe VI, amigo de las derechas, para echarle una mano. ¿Por qué esa voluntad de intentar algo imposible? Pues porque el aliento de Díaz Ayuso planea por Génova. Algunos ven en el horizonte una "boda roja", como en Juego de tronos. Esperanza Aguirre, la vocera de Aznar, ya ha empezado. Sólo mencionar que hay que sustituir a Feijóo es levantar medio patíbulo.

Vox le ha echado la culpa de su debacle al PP. Lo cual es cierto, porque se ha llevado muchos de sus votos después de descalificar sus propios acuerdos con ellos en muchos municipios y comunidades autónomas. Pero es igual que si Sumar le reprochara al PSOE su exiguo resultado. En política, si tus antiguos votantes dejan de hacerlo, algo de culpa tienes. ¿Qué tenía que haber hecho el PP? ¿Reírle a Vox sus bravuconadas contra vascos y catalanes? ¿Acompañarles en su sueño húmedo de salir a cazar maricones? ¿Celebrar con ellos que las mujeres tienen que volver a la cocina y a la Sección Femenina? No es que mucha gente en el PP no lo piense -ahí está Esperanza Aguirre, brazo público del aznarismo, pidiendo la unión del PP y de Vox- sino que eso "quita votos". Es vender la piel del oso antes de cazarlo. España se ha escorado hacia la derecha, pero hay que guardar las formas.

El PSOE seguirá bajo la dirección de Sánchez; el PP quizá ejecute a Feijóo; Abascal tendrá problemas en VOX; Bildu tendrá la tranquilidad y la generosidad del ganador moral, mientras el PNV le mira con miedo y sorpresa; ERC y Junts se pelearán por ver quién es más independentista; Sumar tiene todo pendiente y algo parecido le pasa a Podemos.

Habrá probablemente Gobierno de coalición, pero el camino será largo

En la izquierda, el adelanto electoral tras las elecciones regionales no dejó espacio para mucha discusión (Podemos tiene pendiente su autocrítica tras la debacle en esas elecciones). Sumar le dobló el brazo a los morados aprovechando su debilidad tras las municipales. Los ataques mediáticos y judiciales contra Irene Montero-evidentemente orquestados- hicieron el resto. Todo eso tiene que ser resuelto ahora, y es lo que Ione Belarra le ha recordado a Yolanda Díaz el día después de las elecciones. Quizá podría haberse expresado con más sonrisas, pero hay dolor acumulado.

Si los impulsores de Sumar, como han anunciado, fundan en septiembre un partido (Movimiento Sumar), la construcción de un Frente Amplio volverá a estar pendiente. No tiene sentido montar un partido y reclamar a los demás partidos que se pongan bajo su manto. Las izquierdas, todas, tienen que clarificar su casa propia y luego, una vez ordenado su patio, empezar a pensar en la casa común. La izquierda debe estar coordinada para ser útil en el Gobierno. Que lo que tengan que decirse, se lo digan mirándose a los ojos. Y que la ciudadanía saque sus conclusiones.

Es evidente que PP y Vox es imposible que sumen. El PSOE, al menos con Sánchez, no se va a abstener para que gobierne el PP (algo que pedía la vieja guardia socialista, como Felipe González). Ni el PNV -con elecciones a la vuelta de la esquina- ni ERC ni Junts per Catalunya les van tampoco a apoyar. Aunque solo sea porque el gobierno del PP sólo puede ser con Vox, y Vox ha repetido mil veces en campaña su voluntad de ilegalizar a los partidos independentistas y meter en la cárcel a sus líderes. El franquismo sigue teniendo un largo aliento en la derecha española.

El problema de Catalunya se solventa de manera más fácil desde el pragmatismo e, incluso, desde el oportunismo que desde la ideología. Porque enfrente de una ideología siempre hay otra y los ánimos se enconan y todos se ponen en pie de guerra.

El PSOE puede lograr una mayoría parlamentaria para nombrar presidente del Gobierno, pero le va a costar. Con el recuento del voto exterior, no cambian mucho las cosas, aunque Junts, igual que los demás grupos, aumentará sus apuestas al hacer falta ahora el sí y no bastar la abstención. Sumar, con su actitud conciliadora puede apoyar incluso sin reclamar ministerios -lo que sería un error, como ya le han recordado alguno de los partidos que lo integran-. Pero Bildu y ERC, sostenes del Gobierno de coalición, van a ser más exigentes, especialmente ERC, que ha pagado un alto precio por su apoyo al Gobierno. No es extraño que se hable mucho de Junts, aunque no deben perderse de vista las exigencias de los demás grupos. El máximo dirigente de Junts, Puigdemont, está fuera de España y pronto será, como desea el "partido de los jueces", prófugo de la Justicia. "Amnistía y referéndum", ha dicho Junts, son las claves de la conversación. No parecen reclamaciones desmesuradas.

Parece evidente que los catalanes tienen que votar su inserción en España. Estamos en el siglo XXI. Y no es menos evidente que por votar nadie debe estar en la cárcel. Pedro Sánchez, que tiene más de equilibrista político que de ideólogo, sabrá encontrar la manera. El problema de Catalunya se solventa de manera más fácil desde el pragmatismo e, incluso, desde el oportunismo que desde la ideología. Porque enfrente de una ideología siempre hay otra y los ánimos se enconan y todos se ponen en pie de guerra. En cambio, los oportunistas siempre despiertan menos animadversión. Qué paradoja. Desde la Transición, en España los líderes se acercan más al General Della Rovere que a Juana de Arco.

Aunque si las demandas suenas desmesuradas -y los medios se van a encargar de meterles decibelios-, Sánchez podría ver la ocasión de ir de nuevo a elecciones. ¿Habrá aprendido de las veces anteriores cuando cometió ese error? Si solventa el "reto catalán", igual que Zapatero solventó el vasco, tendrá un sitio de honor en la historia. De cualquier forma, la derecha va a ladrar igual. Si ladran pero se solventa el desangrante "problema catalán", bienvenido sea el coro ruidoso de la jauría.

A una década del 15M ¿a dónde va la izquierda?

Claro que el 15M dejó su huella en la sociedad española. Claro que el ciclo sigue abierto (y se va a agravar por las exigencias del calentamiento global, de la crisis del neoliberalismo y sus derivas geopolíticas, de la robotización de la economía, del envejecimiento de la población, de las migraciones y de la creciente insignificancia de la Unión Europea en el mundo).

El bipartidismo está roto. Los nacionalismos ahí están. Y hay claramente una izquierda a la izquierda del PSOE. Los periodistas corruptos, los jueces corruptos, los policías corruptos, los partidos corruptos y los empresarios corruptos señalaron hace diez años a Podemos como el objetivo a batir. Le han hecho daño, pero no son capaces de matarlo.

Podemos ha salvado los muebles. Con cinco diputados (Madrid, Barcelona, Murcia, Las Palmas y Granada), tiene la mitad que Sumar y los mismos que los Comunes, Izquierda Unida y Compromís, y más del doble que Más País y Más Madrid (aunque desde el Partido Comunista de España han sacado pecho diciendo que tienen 7 diputados, más que ningún otro partido dentro de Sumar, poniendo en su balanza a Yolanda Díaz).

Los frentes amplios nacen de la extrema necesidad de los partidos que lo configuren. Está abierto si la izquierda española ve esa necesidad. Ahora mismo no lo parece. Por eso urgen sus conferencias políticas.

Podemos asumió el 100% de las exigencias de Yolanda Díaz, algunas muy duras -como el veto a los principales liderazgos del partido- y el quebranto de su espíritu participativo -renunciar a las primarias-, todo con la voluntad de no presentarse en solitario -que podría haber significado su desaparición- y de no ser responsable de una victoria de la derecha si no se incorporaba en Sumar. La contraparte de Podemos fue asumir, como le pedía Sumar, hacer una campaña de baja intensidad. Caen en la injusticia o en la hipocresía quienes reclaman a Podemos no haber realizado una mayor defensa de Sumar en la campaña, cuando fue la propia Yolanda Díaz la que pidió que Podemos tuviera un bajo perfil. Sumar y Podemos se han dejado interpretar en exceso por las redes sociales y eso, además de vulgar, alimenta el ruido: ningún periodista tiene que dictar a un partido político su línea política. Y tampoco gente anónima desde las redes. Toda esa cacofonía alimenta el aislamiento de cada pequeño ejército. Los frentes amplios nacen de la extrema necesidad de los partidos que lo configuren. Está abierto si la izquierda española ve esa necesidad. Ahora mismo no lo parece. Por eso, urgen sus conferencias políticas. Si los partidos debaten acerca de su futuro electoral, entenderán que tienen que formar ese frente amplio. Si no lo hacen, seguirán alimentando el odio hacia las demás fuerzas políticas con las que se debieran hermanar.

Sumar, a día de hoy, es una carcasa a la espera de destino. Una suma de 15 partidos sin protocolos internos, sin liderazgos plurales, sin programa claro y compartido, sin metas emocionantes. La aceleración electoral evitó primarias, elecciones de cargos y listas, objetivos, tipo de acuerdos... Algunos de los partidos que integran Sumar tienen su vida interna clara: Izquierda Unida/PCE, Compromís, Más Madrid, Más país e, incluso, los Comunes. Y Sumar ha anunciado que va a crear un partido. Parece que solo se le pide a Podemos que se disuelva en el éter de Sumar a cambio de nada. Y ni eso va a pasar ni sería deseable que pasara.

En la estrategia electoral de Sumar ha desaparecido la república -trascendió que a un simpatizante le hicieron retirar en un mitin una bandera republicana-; ha desaparecido el proceso constituyente y, como una de sus consecuencias, la rearticulación de la plurinacionalidad; ya no es una meta superar el capitalismo -sólo mejorar las condiciones laborales de los trabajadores en armonía con sindicatos y patronal-; su ecologismo es tranquilo;  ha desaparecido cualquier referencia "antisistema" y todo se resume en una amable parlamentarización de los conflictos que, como le pasaba al PSOE, parece más radical solo cuando enfrente se muestra la derecha de manera más autoritaria. Si son estos asuntos los que han hecho frenar la pérdida de votos en la izquierda, tendríamos que concluir que para que la izquierda gane votos tiene que dejar de ser de izquierdas, lo que supondría una derrota ideológica que ya se intentó en los noventa con la llamada tercera vía de infausta memoria.

Le corresponde a Podemos abrir un proceso propio de discusión interna, una suerte de conferencia ciudadana (incluso, podría ser una asamblea ciudadana, a la que la dirección no debe tener miedo porque su tarea es celebrada y respetada por el grueso de la militancia). Podemos hace años que no debate su rumbo y está a la defensiva

En las elecciones ha quedado claro que Sumar, sin Podemos, no despega. Pero Podemos no está en situación ahora mismo de hegemonizar el frente amplio que surja si, finalmente, Sumar se convierte en otro partido más. De manera que le corresponde a Podemos abrir un proceso propio de discusión interna, una suerte de conferencia ciudadana (incluso, podría ser una asamblea ciudadana, a la que la dirección no debe tener miedo porque su tarea es celebrada y respetada por el grueso de la militancia). Podemos hace años que no debate su rumbo y está a la defensiva. Las inercias de los partidos, hemos visto siempre, pueden convertir a las nuevas formaciones en una versión renovada de los viejos partidos, con cuadros encadenados a la inanición, a la falta de discusión y a la ausencia de democracia interna.

Todos los partidos que han configurado Sumar y postergaron cualquier debate a después de las elecciones, deben ahora abrir sus procesos internos, bajo riesgo de, en caso de no hacerlo, romperse (en Compromís ya hay problemas entre los socios). Podemos tiene que discutir dónde está después de la apresurada dimisión de Pablo Iglesias y su sustitución por Yolanda Díaz. Tiene que decidir su rumbo, programa, alianzas, al igual que hacer una profunda autocrítica que explique sus resultados en estos últimos diez años. Una vez arreglada y barrida su casa, deberá aclarar si quiere integrarse en un frente amplio y en qué condiciones. Si los impulsores de Sumar crean, como han anunciado, un partido con el mismo nombre que la coalición, se abren dudas de si ese frente amplio podrá llamarse Sumar. En cualquier caso, habrá que discutir cómo se configura la mesa ejecutiva de la coalición, cómo se elige a su dirección, cómo se toman las decisiones, como se configuran las listas, cómo se organizan las primarias... Porque sin primarias no puede haber un frente amplio. Nada de eso se ha discutido en Sumar. Es hipócrita ocultar que todos esos asuntos tienen que ser discutidos. Es mejor que se hagan con prudencia, pero para eso todos tienen que tener claras las reglas de juego.

No han pasado, pero seguirán intentándolo con todo

Vox, que se emborrachó de arrogancia y ha hecho una campaña franquista, ha visto cómo se le paraban los pies (en un momento de auge de la extrema derecha en Europa). España ha estado a la altura. Pero la gobernabilidad está bien complicada.

Habrá presumiblemente Gobierno de coalición, con una posible solución participativa del conflicto catalán. Y no habrá repetición electoral, a no ser que los partidos concernidos entren en una espiral suicida -ejemplos en la historia los hay-. Se hace muy irracional que Junts o ERC -que lo va a someter a sus bases- o el PNV apoyen un Gobierno con una fuerza que quiere ilegalizarles y encarcelarles. Aunque hemos visto estupideces para aburrir. Los medios van a hacer todo lo posible para que haya repetición electoral. Eso debiera bastar para que las fuerzas democráticas no se equivoquen.

El muy probable Gobierno de coalición va a estar escorado a la izquierda, porque Bildu, ERC y Podemos van a empujar en esa dirección. Y es probable que avance en la condición plurinacional de España. La derecha va a redoblar sus ataques y a desplegar su ira, los medios de comunicación de la derecha van a aumentar sus apuestas y el partido de los jueces va a poner todos los palos posibles en las ruedas para que el gobierno naufrague. No olvidemos que la gran articulación de la derecha española en torno al rey fue con Cánovas del Castillo en 1876, respuesta a la I República de 1873. Todo eso es lo que está perdiendo la derecha ahora con la debilidad de la monarquía, la consolidación de la izquierda más allá del bipartidismo y la incorporación de Euskadi y la Catalunya progresistas a la dirección del Estado.

Si el nuevo Gobierno de Sánchez crea una buena dinámica de comunicación entre el PSOE y los demás partidos, solventa la amenaza de los jueces y los medios de comunicación, aplaca el conflicto catalán y despliega una buena batería de medidas sociales, seguirá triunfante su rumbo, con apoyo popular, mientras los perros de la rabia ladrarán y ladrarán al paso de sus cabalgaduras. Y eso que en el Quijote no está eso de "ladran, señal de que cabalgamos". Pero vaya si está bien visto.