Las carga el diablo

Mucho más que fútbol

Mucho más que fútbol
Aficionados muestran una pancarta de apoyo a Jennifer Hermoso y a la selección este viernes, previo al partido de la Liga de las Naciones, entre Suecia y España, en Gotemburgo. EFE/ Juan Carlos Cárdenas

El interés internacional por el partido que este viernes ganaron 2-3 las campeonas mundiales de fútbol en Suecia, así como las felicitaciones y las muestras de solidaridad que nuestras jugadoras recibieron en Göteborg tuvieron, a mi juicio, mayor importancia aún que el propio resultado, lo único que hubiera debido interesar en condiciones normales. Pero nada ha sido normal durante este largo mes que llevamos vivido, y sufrido, desde aquel domingo 20 de agosto en Sidney. La balsámica victoria en el estadio Gamla Ullevi, con goles de Athenea del Castillo, Eva Navarro y Mariona Caldentey, inaugura la nueva era por la que ellas apuestan.

El beso no consentido de Luis Rubiales a Jenni Hermoso durante la entrega de trofeos, las presiones que sufrieron tanto la jugadora como su entorno familiar para que se le quitara hierro al asunto y la resistencia a dimitir del agresor fueron las gotas que colmaron el vaso de un largo historial de agravios sufridos por las campeonas en el seno de la Federación durante mucho tiempo. Hasta que Alexia Putellas y sus compañeras, viendo que Rubiales se aferraba al cargo, decidieron gritar "Se acabó", y este contundente fogonazo no tardó en propagarse como la pólvora por las redes sociales de medio mundo.

La determinación y la firmeza de las jugadoras, que decidieron plantar cara a los abusos y a la discriminación adoptando decisiones que comportaban riesgos para su vida personal y sus carreras profesionales, acabaron zarandeando y espabilando en pleno verano a muchas conciencias dormidas dentro y fuera de este país. Aunque no tantas como hubiera sido deseable, si recordamos por ejemplo el tibio comunicado de apoyo leído con desgana y apatía por sus compañeros de la selección masculina.

Cuando las jugadoras llegaron a Australia y Nueva Zelanda para disputar el Campeonato del Mundo llevaban ya en la mochila un conflicto interno sin resolver cuya auténtica envergadura pocos conocen. Resultaba evidente que la tensión venía de atrás. Algo llevaba tiempo cociéndose en la entidad entre sus cargos directivos –90% hombres- y las futbolistas de la selección hasta el punto que hubo jugadoras de primer nivel que renunciaron a estar en el mundial.


Que se les llevaba tiempo ninguneando es algo que no parece admitir discusión; que sus méritos se minusvaloraban, tampoco; que no eran tratadas en términos de igualdad ni con el respeto debido quedó bien patente hasta el mismo lunes pasado, día 18, cuando la nueva seleccionadora, Montse Tomé, se estrenó en el cargo ignorando la voluntad de sus antiguas compañeras. Las convocó para los partidos contra Suecia y Suiza, ella sabrá por qué, a pesar de que la mayoría había hecho público su deseo de no jugar partidos internacionales mientras no cambiara la estructura de poder en la Federación.

El pendenciero Rubiales y su entrenador Jorge Vilda estaban ya en la calle, sí, pero los usos y costumbres de la entidad continuaban siendo los mismos. Las inercias hostiles se mantenían vigentes y las jugadoras habían sido chantajeadas: o bajáis las orejas y acudís a la convocatoria, o caerá sobre vosotras todo el peso de la ley. Acudieron, pero no se arredraron. Plantaron cara y forzaron una negociación en la que el acuerdo no llegó hasta las cinco de la madrugada del miércoles 20; sabían que si dejaban pasar ese momento sin que sus peticiones fueran escuchadas, sería difícil que volviera a existir otra oportunidad similar. Si cedían, las cosas en la Federación no cambiarían jamás y su vida como jugadoras de las selección continuaría siendo un infierno.

Somos futbolistas, por favor, dejaos ya de amenazas y de presiones y dejadnos jugar en paz pero ese lenguaje, desde el poder no se entiende, y desde el machismo menos. Sin futbolistas no habrá fútbol, vale, pero los importantes somos nosotros, piensan/pensaban los altos cargos de la Federación.

Y la verdad es que a estos machistas hoscos, soberbios y carentes de toda empatía puede que no les faltara razón: en sus manos está -continúa estando- la imagen institucional del país, nuestra reputación internacional, y aún así nadie les puede toser porque cuentan con suficiente autonomía para que el gobierno de turno tenga complicado intervenir.

Representan al Estado, pero al margen del Estado. Quienes salen al campo a jugar no son para ellos lo importante, lo importante es el poder, el dinero que pueden llegar a manejar, los hilos que mueven, los silencios y voluntades que son capaces de comprar para que nadie los quite de su poltrona. Van a venir ahora estas niñatas aquí a complicarnos la vida, amos anda...

Pues se la han complicado. La mayoría social ha tomado partido a favor de la lucha de las futbolistas y, si los pactos alcanzados se cumplen, que esa es otra, a la Federación Española de Fútbol no acabará conociéndola ni la madre que la parió. Andreu Camps, el todopoderoso secretario general de la Federación y mano derecha de Rubiales, ya ha caído también. Tras él le ha tocado el turno a Miguel García Caba, responsable del Área de Integridad de la RFEF. Si se cumplen los pactos, la lista continuará creciendo.

De los logros de las futbolistas de la selección se beneficiarán no solo ellas, sino todas sus compañeras de categorías inferiores y las generaciones de mujeres jóvenes que vienen detrás. También los hombres, aunque el comportamiento de los jugadores actuales haya sido, y continúe siendo, vergonzoso. Hasta las jugadoras de Australia difundieron un comunicado de admiración y apoyo a sus colegas: "Estamos con las futbolistas españolas –escribieron- y apoyamos su propósito de mejoras, un lugar de trabajo seguro donde sus derechos sean respetados y sus voces escuchadas".

La pelea de nuestras campeonas ha ayudado a mucha gente a abrir los ojos y a que el machismo recule. Como ha escrito Xabi Alonso en su cuenta de Twitter: "Nuestras hijas recordarán en el futuro por lo que pelearon estas mujeres. Aquello por lo que están luchando es bueno para el fútbol, pero también para la sociedad". Y es verdad, ha sido una victoria social, un paso histórico en la lucha por la igualdad que trasciende mucho más allá del mundo del fútbol.

Queda todavía tiempo para que podamos bajar la guardia, pero de momento... ¡Gracias, campeonas! Y este martes, ¡a ganarle a Suiza!

Más Noticias