Corazón de Olivetti

Sindicalízate, que algo queda

 

Se acabó "Novecento", la legendaria película de Bernardo Bertolucci. Aquí y ahora, una década después del supuesto inicio del nuevo milenio, se rueda "Due mila". Se han desvaído, eso sí, los colores de la poderosa pintura de Giuseppe Pelliza da Volpedo, que sirviera como cartel anunciador de aquel filme sobre la lucha obrera: este pobre remake ya no cuenta con la presencia de aquellos contundentes rostros de hombres, mujeres y niños de un siglo atrás, que salían a la calle en pie de huelga con la convicción y la audacia de quienes nada tienen que perder. Ahora, estamos sencillamente perdidos y lo peor es que nadie parece creer que pueda evitarlo sumando voluntades y pancartas.

Mañana martes, los sindicatos pretenden llevar a cabo nuevas protestas públicas contra esas reformas de nunca acabar que incluso están mordiendo ala Constitución. Allí estarán, sin demasiados adeptos, con más moral que el Alcoyano pero con un prestigio en tenguerengue. ¿Es el mejor ejército para combatir la mayor ofensiva contra los derechos sociales de los últimos treinta años? Seguramente no. Pero es el único que hay.

Que si están vendidos, burocratizados, que no sirven; suelen pregonar aquellos que nunca han tenido el valor de sindicarse. Entre los españoles, nuestros currantes se acuerdan del sindicalismo como si este fuera la virgen de Fátima o la homeopatía si el jefe o la medicina convencional les desahucian.

Pero ese sinfín de siglas –CCOO, UGT, CGT, CNT, las centrales autonómicas o profesionales-- representan al sudor que todos debiéramos llevar dentro. Y están dando la cara en un mundo de  caraduras. Ahora pretenden liarla parda porque nos están robando la cartera y nadie grita "al ladrón" con suficientes ganas. Es posible que no despierten confianza, pero suponen una mejor solución que cruzarse de brazos. Pongan un sindicato en su vida. Creen otro si no les gustan los que hay. O afíliense a la CEOE. Esta última organización debería suscitar más recelo que cualquier sindicalista, pero los voceros del neoliberalismo no suelen desacreditarla machaconamente a diario.

 

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