Corazón de Olivetti

Gadafi wanted, muerto o muerto

 

Fumanchú y los malos de serie B no morían nunca. Fantomas se daba a la fuga en un coche con alas. Bin Laden fue asesinado en un videojuego y Muamar El Gadafi, visto lo visto, en una especie de truco de David Copperfield en coproducción con Al Jazeera. Difuntos en paradero desconocido. Carne fresca para cualquier teoría de la conspiración.

El fundador de Al Qaeda era Darth Vader, oficialmente bueno contra el soviet supremo en Afganistán hasta que se pasó al lado oscuro de la fuerza y al Apocalypse Now. El coronel libio siguió, dicen, el camino contrario. En los 80, fue el piel roja hostigado por Ronald Reagan como oficial de West Point. Luego, incorporó en la gran pantalla de la actualidad a Toro Sentado, al buen salvaje que regalaba caballos al general cabellos largos José María Aznar, el Buffalo Bill de las Azores. Ninguno pudo decir por qué.

En Libia, durante los últimos meses, se rueda un western gótico. La Onu movilizó a la OTAN para que Gadafi dejara de matar civiles y cumplió la orden a rajatabla: los civiles empezaron a ser asesinados por la OTAN por mandato de la ONU. Viva Gila que estás en los cielos.

En los carteles de Wanted, se buscaba al líder libio muerto o muerto. Mientras el Consejo Nacional de Transición apaleaba negros y sisaba armas, la sentencia de muerte ya había sido escrita sobre las dunas. Nunca sabremos ya cuántos favores le debía Europa, a cambio de nuestras bombas racimo, los besos de Berlusconi o la tecnología francesa. A pesar de los indicadores de PNUD, de las tasas de alfabetización y del PIB, el nómada de la jaima no era un paladín de las libertades, cierto, pero tampoco da la sensación de que lo sean quienes han acabado con su vida.

El Juventus de Turin, el consejo de administración de Unicredit, los obreros de Rafale Fighter, sus viejos amigos de ConocoPhilips, BP, Total, Exxon o Hulliburton ruegan una oración por su alma. Gadafi no ha muerto. Lo peor de él sigue vivo en las entrañas de sus asesinos. Lo mejor, quizá, se acabará para siempre. Continuará. En los mejores cines.

Juan José Téllez

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