La tramoya

Hacer frente a tanto engaño

Hace unas tres semanas, escribí un artículo demostrando que el ministro alemán de economía, Wolfgang Schäuble, mentía al utilizar a su antojo los argumentos para poder vender las propuestas políticas que le convienen (Las mentiras del ministro alemán). Mentía al afirmar que el alto nivel  de paro juvenil que había en España se debe a la falta de flexibilidad de nuestro mercado laboral. Mostré en el artículo que esa es una idea que contradice las evidencias empíricas y científicas de las que disponemos, que es un tópico fácilmente desmontable pero que se repite constantemente para justificar las medidas de flexibilización que, en realidad, no son sino simples recortes en los derechos laborales para que los propietarios del capital puedan obtener beneficios más elevados cómoda y fácilmente.

Ahora, es el vicepresidente económico de la Comisión Europea, Olli Rehn, quien se descuelga con nuevas mentiras apoyando la propuesta del FMI de recorte salarial en España. Una opinión que enseguida ha sido apoyada por otros miembros de la Comisión Europea.

Ya demostré también en este mismo diario que se trata igualmente de una propuesta basada en falsedades parecidas y no voy a repetir ahora los argumentos en su contra (puden verse en Las mentiras de siempre del FMI).

Pero no podemos permanecer callados cada vez que todos estos personajes mienten. Hay que darles respuesta contundente cada vez que lo hacen.

Es completamente imposible de creer que el comisario finlandés y máximo responsable de economía de la Comisión Europea no sepa que en España vienen cayendo los salarios desde hace años en una magnitud nunca registrada en un país desarrollado. No es posible ni siquiera imaginar que desconozca que la evolución de la masa salarial en España no deja de disminuir, hasta el punto de habernos convertido en el país donde más crece la desigualdad e incluso en el más desigual de la eurozona, o que seamos la única economía de la OCDE en donde los salarios reales han bajado en los últimos veinte años. No es posible que el comisario y vicepresidente económico pida ahora que se recorten los salarios un 10% como si ese recorte, o incluso en mayor medida en algunos sectores, no se hubiera producido ya sin haber tenido otro efecto que más depresión aún de la demanda y de la actividad económica y, por tanto, el aumento del desempleo.

Y como es totalmente imposible que no sepan estas cosas, es por lo que no queda más remedio que deducir que si hacen estas propuestas no es solo por error o ignorancia, y ni siquiera por ceguera ideológica. Las imponen sobre todo porque son siervos de quienes se benefician de ellas.

Y estas declaraciones basadas bien en la ignorancia, en la mentira o en la servidumbre ya indisimulada de los dirigentes europeos demuestran que la Unión Europea, y particularmente la unión monetaria de la que formamos parte, son proyectos prostituidos (si es que cabe pensar que alguna vez fueron sinceramente concebidos para promover un mayor bienestar y el desarrollo de los pueblos europeos). La Europa que nos quieren imponer es ya el problema y no parte de la solución.

En el marco de esta Europa de la miseria, de los salarios de ruina, de los servicios de baja calidad y de la falta de democracia, España está condenada a la pobreza y a la sumisión y no tenemos por qué aceptar eso. Como hemos demostrado muchos economistas de izquierdas (aunque también otros de derechas o más conservadores) en diversos libros y trabajos, hay otras alternativas al empobrecimiento continuado.

Por eso debemos reclamar un debate abierto sobre las condiciones que nos quieren imponer. La ciudadanía tiene derecho a saber lo que hay detrás de un euro mal diseñado, de una Europa que no quiere desarrollar las instituciones democráticas y que, por el contrario, deja que nos gobiernen los grupos de poder financiero que no se presentan nunca a las elecciones. La gente tiene derecho a saber que le están mintiendo cuando nos dicen que lo que hay que hacer es bajar salarios y recortar derechos sociales, las razones de por qué lo hacen y, sobre todo, que hay otras soluciones, que hay caminos alternativos.

Para ello hay que exigir a los medios de comunicación que se hable de todo ello con independencia y pluralidad. Pero como esto no lo van a hacer por su propia cuenta, puesto que la inmensa mayoría está dominado por esos mismos grupos de poder, es fundamental que la ciudadanía los fuerce a cambiar su agenda y su discurso.

Es imprescindible que miles y miles de personas les reclamen pluralidad y debates libres e independientes por medio de llamadas, de cartas, de tuits, de mensajes de cualquier tipo o de boicots y sabotajes lúdicos, pacíficos y democráticos.

La experiencia nos indica que cuando se han producido ese tipo de movilizaciones frente a los medios de comunicación, la mayoría de las veces incluso de modo espontáneo, han tenido efectos positivos inmediatos porque todos ellos viven de sus lectores o audiencias.

Por eso hago una llamada para que todas las personas que no quieren seguir viviendo como vivimos se conviertan en sujetos activos del cambio, para que no se dejen llevar ni vencer por la pasividad y la frustración y para que cada una de ellas ponga los granos de arena que tenga a su alcance, que serán extraordinariamente útiles, para lograr que se modifique el discurso que nos domina y para que puedan difundirse también las ideas alternativas: ¡ni un medio sin discursos plural, ni una tertulia sin equilibrio de puntos de vista, ni un programa de radio o televisión sin presencia de economistas o analistas con ideas contrarias a las neoliberales que nos dominan!

No es una pretensión imposible. Todo lo contrario. Lo podemos conseguir haciendo uso del enorme poder que se encierra en cada uno de nosotros: enviando miles de comunicaciones de todo tipo contradiciendo lo que allí se afirme, reclamando pluralidad cuando no la haya y la presencia de opiniones distintas a las habituales, se les obligará a cambiar de discurso, y el boicot a quienes no rectifiquen y sigan mostrando sin alternativa las mentiras que solo benefician a los de arriba les hará perder publicidad e influencia. No tendrán más remedio que reflejar las demandas de la gente. Pero serán ajenas a éstas si no las expresamos claramente y si no las hacemos valer con decisión.

Tenemos el poder: usémoslo.  Y si no lo usamos, no nos quejemos luego.

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