El escenario de la desgracia y el dolor era el mismo que hace cuatro años, tras los atentados del 11-M: el pabellón 6-D del Instituto Ferial de Madrid (IFEMA). A un lado, los restos de los fallecidos y al otro, en pequeños cubículos, los familiares esperando a que los equipos de identificación de la Guardia Civil y los forenses realizaran su trabajo. Pero, a diferencia de los procedimientos empleados entonces, en esta ocasión, para no añadir dolor al dolor, no se permitió a los familiares ver los cuerpos de sus seres queridos. Sólo, en casos extremos, se les mostraba una foto.
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