Abans d'ara

El milagro indio

La primera vez que fui a la India tenía 19 años: mochila, tren de segunda clase, y un viaje larguísimo que me cambió la vida y la manera de verla. No porque descubriera alguna verdad mística del mundo, sino porque me encontré con la libertad intrínseca que había en mí. Y eso lo hizo todo. Literalmente: todo. Era 1989 y no volví a la India hasta muchos años después, en el 2005. Aunque siempre mantuve viejas amistades, conocí a nuevos amigos indios o vinculados con la India y me rendí a los pies de Octavio Paz: nuestro vinculo imprescindible con las antípodas exactas de México. Y ahora, seis años más tarde, he vuelto para pasar un tiempo, de nuevo, allí, en mí. Y he vuelto en muchos sentidos. No sólo he vuelto a algo íntimo y fantástico que hay lugares que nos permiten comprobar que nunca muere y nos recuerdan que eso esencial es lo que afortunadamente somos, sino que he vuelto a descubrir cosas que creía entendidas, arrogantemente conocidas.

Porque la India de hoy es un ejemplo. A pesar de la denuncia imprescindible de activistas como Arundathi Roy que trabajan infatigables para que no olvidemos la cara imborrable de la pobreza, la corrupción y la injusticia (constantes), la sociedad india, hoy orgullosa de sí misma y del mundo que ha logrado inventar (tal vez debería decir: mantener) en estos escasos 65 años de independencia que celebran el próximo lunes, merecen un caluroso aplauso. Es un país con una identidad y una variedad culturales impresionantes, valiosísimas y a menudo desconcertantes, que ha logrado, gracias a la solidaridad de sus ciudadanos –que no han dejado deslumbrarse en masa por los aborrecibles ejemplos de riqueza ni por los nuevos self made man (que escalan a costa de lo que sea necesario)–, que muchas cosas sean distintas. De lo que viví ahí hace 22 años, a la visita al lugar perfecto que es la Fundación Vicente Ferrer de2005, a esta estancia reciente, la India ha cambiado de una manera tan espectacular y tan profunda, que no puedo sino tirar cohetes por estos 65 años de independencia y felicitar y agradecer los ejemplos de solidaridad, de amor y de entrega con los más necesitados. Porque he podido ver acciones de empatía tan increíbles y una capacidad de mejorar la sociedad, responsabilizarse de ella y asumirla como casa, tan envidiable, que no puedo sino decir: Sean bienvenidos sean todos los que vengan a enseñarnos. !Tenemos tanto que aprender!

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