Luna Miguel

TÚ A TU CASA Y YO A MÁLAGA

TÚ A TU CASA Y YO A MÁLAGA

Claudia Padilla
19 años

Claudia

Lo peor que te puede pasar es tener un compañero de piso capullo. Mi novio y yo siempre odiamos al tío ese guarro que no lavaba los platos ni tiraba de la cadena... era entonces cuando tú llegabas al cuarto de baño y ¡dioles! ¡Zas en toda la boca!. Pero bueno. Todo eso se soluciona con un poco de agua, de jabón o de desinfectante. Hay cosas, sin embargo, que el desinfectante no elimina, y esas cosas son, entre otras, la gilipollez humana y la falta de respeto. Algo de eso sufrió Claudia durante su primer año de carrera en Granada. Empecé Filología francesa pero pronto me di cuenta de que eso no era lo mío. Al menos no era como me lo esperaba. En Granada yo no conocía a nadie. Mis compañeros de piso eran amigos de mi novia. Me di cuenta de que vivir con gente que conoces es lo peor que te puede pasar. Se generan unos malos rollos rarísimos. Lo he pasado muy mal. Casi como niños celosos de primaria, los compañeros de Claudia le hacían el vacío, como si ella les estuviera robando a su amiga o alguna estupidez por el estilo. Me ignoraban, me dejaban sola, y sé que me insultaban a mis espaldas, casi podría decir una lista completa de los motes hirientes que me ponían. Éramos una contra dos. Lo más difícil para Claudia fue explicar esta situación a su chica, sin que esta llegara a dudar, pues lo otros eran sus amigos de toda la vida.

Como en muchos casos lo mejor es cortar por lo sano. Odiaba su piso y odiaba su carrera. Se fue entonces a Málaga a estudiar Comunicación Audiovisual con su novia y empezó a compartir piso con dos desconocidas. La verdad es que cada una íbamos a nuestra bola. Julia podía venir a mi casa y todos estábamos a gusto. Ahora la única queja que podrían tener de Claudia sus compañeras era su "despiste". Siempre se me caía la ceniza al sofá. Si tú lo vieras... una vez además se me cayeron los cereales al suelo y hasta el último día hemos estado barriendo bolitas de chocolate de entre los muebles. Qué importa. Alguien puede regañarte por tirar ceniza u olvidar cerrar la nevera. Sin embargo nadie tiene derecho a despreciarte por tu forma de ser o por tus gustos. Qué coño les importa eso a los demás. Aquí, vaqueros, hay sitio para todos.

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