Fuego amigo

El ladrillo contamina la política

Los días 1 de mayo, fiesta de los trabajadores, son jornadas reivindicativas, cuyo lema central va cambiando según soplen los vientos de la economía. En tiempos de bonanza, las centrales sindicales hacen hincapié en la calidad del empleo, los contratos basura o la falta de seguridad laboral, pero con la amenaza de la crisis el asunto central que nos convoca a las manifestaciones no es otro que la pérdida creciente de puestos de trabajo. No están los tiempos para la lírica.

Fue un 1 de mayo raro. Los representantes sindicales salieron en tromba a explicarnos su análisis y su receta, que esto nos pasa por tener una economía basada en el ladrillo, y no en una industria competitiva apoyada en el I+D+i. Así como todo taxista lleva en su cabeza la solución a los problemas políticos de España, todo sindicalista debe llevar un economista agazapado en sus neuronas.

Digo que fue un día raro, porque, todavía caliente el cadáver de la vergüenza, asesinada a manos de Eduardo Zaplana, los mentideros (DRAE: sitio o lugar donde se junta la gente ociosa para conversar) llenaban sus tertulias con otro caso Zaplana, estallado en las mismísimas narices de Zapatero: su ex asesor económico, David Taguas, otro trabajador que celebró con champagne Bollinger R.D. su primero de mayo, se va a presidir el lobby formado por las mayores constructoras españolas.

Al parecer el presidente está "desagradablemente sorprendido", lo que dice mucho en favor de que su sentido común coincide con el sentido de la responsabilidad política.

No me cabe duda de que una decisión así atenta a la ética y a la estética, aunque nos queda por saber si además es legal. En cualquier caso, que un ex asesor de Zapatero para asuntos económicos, con la cabeza y la cartera repleta de información privilegiada, desnude su catadura moral apenas unos días después de dejar su cargo, hace pensar que el crecimiento basado sólo en la construcción no era casualidad, que Taguas se estaba comprando las medallas, como Aznar, y que el dinero especulativo por excelencia sabe agradecer los servicios prestados.

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