Fuego amigo

Sin Ángel Acebes mi vida ya no tiene sentido

Ahora es Ángel Acebes el que avisa a Mariano Rajoy que no cuente con él a partir del congreso de junio. Para chulo él: "Le he dicho que no cuente conmigo". Su anuncio, tras la marcha de Zaplana y el eclipse del hombrecillo insufrible, perdido en las procelosas manos de algún peluquero fashion, supone la desaparición de tres de los miembros del cuarteto que escribió las mayores páginas de gloria en la política española de estos últimos años, y cuya obra cumbre ha sido la más paranoica e imbécil de las teorías conspirativas que haya padecido nuestra joven democracia.

Acebes, siguiendo al maestro Zaplana, se va de la secretaría general de su partido antes de que su jefe le eche a patadas. Ahora que hemos enterrado a Calvo Sotelo, uno de los enterradores de un viejo partido de derechas, la UCD, Mariano Rajoy contempla cómo el partido que lidera se va pareciendo desagradablemente a aquella desunión de centro democrático que quemó sus naves en su inacabable viaje al centro con las cerillas de las familias políticas que abundaban en su seno. Sin duda alguna, pronto se apuntará al grupo de pirómanos desertores el mirlo blanco de Pizarro, pero éste no con cerillas, sino con mechero de oro y brillantes. ¿Creéis que llegará hasta el congreso del PP?

Por ahora se va el familiar Acebes, el político encargado de hacer el trabajo sucio de la derecha. El que desde el 11-M por la mañana colaboró estrechamente con Aznar para extender la intoxicación, tanto a nivel nacional como internacional, hasta las mismísimas puertas de Naciones Unidas, de la supuesta autoría de ETA cuando ya sabía que el atentado llevaba la firma de los terroristas islamistas.

Como cualificado Legionario de Cristo, un remedo del Opus Dei inventado por el pederasta Marcial Maciel, era el hilo directo de los talibanes del obispero español para organizar y llenar de sotanas, visones y collares de perlas las manifestaciones contra el matrimonio gay. Y el caudillo de la AVT tuvo en él a su mejor aliado en las convocatorias "contra" las otras víctimas del terrorismo, las que no encajaban en el martirologio de la extrema derecha del peluquero.

En fin, todo un lastre que Rajoy tenía que soltar para representar una vez más la vieja pantomima, para presentar de nuevo ante sus votantes el señuelo de la refundación de un partido de centro (por fin) y renovado. A la espera de ese plan renove de Mariano Rajoy, dejemos que Acebes descanse en paz allí arriba, en el escaño de la extrema derecha de la cuarta fila, según se mira desde aquí.

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Meditación para hoy:

Las exequias por el ex presidente del gobierno Calvo Sotelo me trajeron una imagen del pasado que diría que se trataba del NODO del régimen franquista si no fuera por el color arrebatado de la televisión. Y vaya color. Estaba José Bono, la máxima autoridad del Congreso, ejerciendo de anfitrión a pie de escalera en la recepción de autoridades, entre leones de bronce, cuando aparece el Cardenal de Madrid, Rouco Varela, vestido discretamente de púrpura cardenalicia, el mismo día en que la revista Intervíu desvestía en portada, también discretamente, a su sobrina.

No sé si era por vergüenza, o por cuestiones morales, o porque pensaba que a las tetas de su sobrina les faltaba cierta lozanía, o porque se le venía encima un funeral por el que no podía cobrar; el caso es que el cardenal traía cara de pocos amigos.

Pero allí estaba José Bono, la tercera magistratura del Estado, para recibirle, inclinando servilmente la cerviz para besar la mano del cardenal talibán. ¿Será un aperitivo de lo que nos espera? ¿Por qué tenemos que soportar esta afrenta de ver al presidente del Congreso, nuestro máximo representante en una democracia parlamentaria, escenificando públicamente en actitud babosa el ritual servil de sus creencias religiosas?

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