Memento

Ramón Tamames, Sergio Ramos y la vejez

Ramón Tamames, Sergio Ramos y la vejez
A la izquierda, Sergio Ramos. A la derecha, Ramón Tamames.

Decía Simone de Beauvoir que la vejez "al cabo de un cierto tiempo, conduce a una reducción en las actividades del individuo; muy a menudo, una disminución de las facultades mentales y un cambio de su actitud con respecto al mundo". No sabemos si se puede utilizar esta afirmación para describir a Ramón Tamames, el candidato de Vox en la moción de censura que presenta el próximo lunes, pero, sin duda, la evolución del economista no deja de ser llamativa mediáticamente. Pero lo más notorio no es que un exmilitante del PCE acabe en Vox, sino que ahora todos parecen hacer un análisis (yo incluido) sobre una persona que ya casi nadie recordaba. O, directamente, que mucha gente desconocía.

Su viraje no es reciente. Ya se fue del Partido Comunista hace años y, aunque se agradece y se valora públicamente su posición antifranquista, bien es sabido que no era un marxista, como señala en este mismo diario Manolo Monereo. También estos días se ha recordado la entrevista que Pablo Iglesias hizo a Santiago Carrillo, poco antes de fallecer este, donde señalaba que pudo estar al corriente del golpe del 23 F. De hecho, era uno de los candidatos a ministro que tenía en su lista el golpista Alfonso Armada. ¡Sorpresa!

Pero entendemos que queda muy bien en el relato neoliberal el hecho de que un supuesto comunista cambie de bando con la edad. Siempre saldrá alguien con otra de esas frases atribuidas a Winston Churchill que decía "quien no es de izquierda de joven no tiene corazón. Quien no es de derecha de adulto no tiene cerebro". Seguramente no dijo nada de eso, pero les sirve para el relato sobre que con la edad uno abandona su idealismo. Además, ¿a quién carajo le importa hoy día lo que dijo ese supremacista?

Pero más allá de la figura de Ramón Tamames. Más allá de la fotografía de Vox junto a él y Sánchez Dragó que huele a cerrado y a épocas a las que no debemos volver, ¿qué hace que este economista olvidado decida ser candidato a presidir un gobierno? Seguramente el ego y la necesidad de atención, esa que muchas veces nos hace situarnos en sitios donde no debemos estar y aspirar a cosas para las cuales ya no estamos. Está claro que es una marioneta al servicio de un partido que sabe que no es alternativa de nada, pero ha decidido saltar a la primera plana y dar la cara por alguien que no responderá si se la parten. Sentido de Estado dirá.

Casualmente, ha coincidido en tiempo con el comunicado del jugador de fútbol Sergio Ramos anunciando su retirada de la selección (a la cual no es convocado desde hace tiempo). Ante el paso del tiempo y la necesidad de incorporar piernas frescas, no asume que tal vez ya no esté para seguir jugando al fútbol a ese nivel o no acepta que así lo vean otras personas, en este caso el seleccionador. En lugar de asumir que el tiempo pasa para todos, que tal vez ya no esté para determinadas andaduras y cerrar una etapa elegantemente, decide patalear entendiendo que todavía es útil y que merecía más reconocimiento. Otra vez el ego y la necesidad de ser el centro de atención al servicio de la desubicación y el ridículo.

Pero ¿qué pueden tener en común Ramón Tamames y Sergio Ramos? Que creen que están en forma para hacer un servicio a su país y representarlo. Como si su forma de entender eso a lo que llaman patria fuera la misma que la del resto. Pero no entienden que cuando son un incordio lo último que hacen es aportar. Pero hay gente que si no reciben el calor de los focos, que si no opinan sobre algo o no son partícipes del juego, deciden que ya no vale; que ya no es interesante ni democrático.

El patrioterismo va por barrios, pero la vejez nos llega a todos. No significa que ya no valgamos para nada y que se nos tenga que apartar de la vida pública, pero hay que saber nuestras limitaciones y entender en qué lugar valemos más para aportar y seguir siendo. Lo malo es que a algunos las banderas y la atención les nublan y sienten que son, no solo necesarios, sino esenciales. Lamento mucho decirlo, pero nadie es imprescindible. Pero sin duda, quienes ponen patas en las ruedas, son los primeros que debemos dejar caer. Que tomen nota.

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