Memento

Marca España: no saber ni ganar ni perder

El éxito de la selección femenina española de fútbol ha resucitado la vieja caspa en parte de la prensa y la "afición". Tal vez no es que haya revivido ahora y siempre esté latente, pero cuando llega un logro deportivo ya sabemos que un gran número de medios y de personas necesitan su dosis de atención, su parcela donde destacar, su manera de hacerse parte de lo conseguido por un equipo del cual no conocen mucho. Desde titulares como el de El Mundo que dicen que han roto el techo de cristal (toma cliché), a los presentadores que denuncian que hasta que no llegan a una final no se les presta atención (lo dicen los mismos que no le han dedicado ni un segundo hasta ahora), hasta los que hablan, una vez más, de la dichosa Marca España. Esperemos que no vuelva el bochornoso "soy español a qué quieres que te gane", que con este calor no estoy preparado para más dosis de vergüenza ajena.

Pero si hay algo que es Marca España sin duda, es apropiarse de los éxitos ajenos. Lo estamos viendo estos días. Personas que hasta hace poco repudiaban el fútbol jugado por mujeres, que decían que el campo les venía grande, que no le interesaba a nadie (toma 45,4% de audiencia) o que perderían contra el equipo de su barrio, de repente han cogido la bandera con más ímpetu que Abascal un 12 de octubre y reclaman su derecho a ser parte de la victoria. Si mañana se vence tendrán su foto preparada para subir a sus redes con alguna palabra estilo "Leyenda" o "Eternas" y algún emoji con la bandera. Si pierden volverá el silencio, el ninguneo y, sobre todo, el insulto. El mismo que han utilizado estos días contra las jugadoras ausentes. Porque algo que sí es Marca España sin duda es no saber perder, pero, sobre todo, no saber ganar.

El pasado martes, tras la victoria ante Suecia, muchos de estos fans esporádicos que han florecido recientemente, aprovecharon para reírse en sus redes sociales de las jugadoras que decidieron renunciar a la selección por sus principios, que lo hicieron porque sentían que no se estaban haciendo bien las cosas y que afectaba a su salud física y mental. Aunque algunas decidieron volver, otras pensaron que su causa era mucho más importante que un Mundial, por mucho que para una futbolista sea uno de los puntos álgidos de su carrera. Pero en lugar de aplaudir sus acciones, lo lógico, para muchos ha sido motivo de escarnio público. Porque sienten que no se alegrarán del éxito de sus compañeras de selección y de clubes. Porque creen que no estarán felices de que esto ayude al afianzamiento del fútbol femenino. Ellas estarán tristes y lamentándose, claro. Porque no pueden ser campeonas. No como ellos que han visto tres partidos y puedan sentirse parte del éxito. Los mismos que dejarán de ser fieles a la selección si pierden. Los mismos que renunciarían a sus principios por migajas. Qué carajo van a entender.

Además, qué van a pensar, si el mismo presidente de la Federación Española de Fútbol es el primer resentido y que se acuerda más de las ausentes que de las que están. El primer idiota que se quiere adjudicar el éxito cuando, que yo sepa, solo baja de la grada para golpearse el pecho ante las victorias. Pero claro, él defendió a capa y a espada a su seleccionador cuando una gran mayoría denunció falta de profesionalidad. Lo defendió porque era su hombre, porque no iba a soportar que unas "caprichosas, lloricas y resentidas" trastocaran sus planes. Él sí que será campeón, él sí que se fotografiará con la copa y mirará a cámara con cara de "os jodéis, he ganado". Porque el éxito ya sabemos que tiene muchos padres. Sí, padres incluso en este caso.

También sabemos que si mañana termina el partido con derrota muchos guardarán sus banderas y las fotos que tenían preparadas y silbarán disimulando, como si no fuera con ellos. Veremos que los periódicos abrirán con titulares condescendientes como "para nosotros sí sois campeonas" o "una nueva era ha empezado" o paridas similares. Para luego pasar al ostracismo de nuevo y dejar el fútbol femenino en los espacios patrocinados por Iberdrola. Al menos esperemos que, si se gana, no lleguemos a la dosis de bochorno del periódico deportivo valenciano Superdeporte que, el mayo pasado, ante la victoria del Valencia Basket femenino de la Liga, dio su portada a Juan Roig, propietario del equipo, alzando la copa. Porque él pone la pasta y él es el campeón. Las jugadoras quedan en segundo término una vez más.

Mañana comprobaremos si son campeonas del mundo o no. Pero también si la prensa está la altura de la situación, no solo el día después, sino los meses y años siguientes. Y si la Marca España no vuelve a relucir. Esa que se apropia del éxito ajeno, que pone al hombre como el triunfador en un grupo de mujeres, que celebra señalando al derrotado, que sigue viviendo en el pasado y cree que el fútbol es su terreno y ya les jode demasiado que se lo quiten como para sentirse fuera ahora. Pase lo que pase, intentad no dar mucho rubor. Que las olas de calor ya son suficientemente sofocantes como para leer determinadas cosas. ¡Suerte!

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