Memento

No me llame Ternera, llámame Lola

Màrius Sánchez y Jordi Évole durante la presentación del documental en el Festival de Cine de San Sebastián, a 23 de septiembre de 2023.- Raúl Terrel/EP
Màrius Sánchez y Jordi Évole durante la presentación del documental en el Festival de Cine de San Sebastián, a 23 de septiembre de 2023.- Raúl Terrel/EP

Hace aproximadamente medio año se generó cierta polémica ante el estreno del documental No me llame Ternera, producido por Netflix, donde el periodista Jordi Évole entrevista al histórico líder de ETA, Josu Urrutikoetxea. Además de por el personaje entrevistado, mucha gente se molestó porque la puesta de largo del reportaje fuera en un festival de cine internacional y de prestigio como es el de San Sebastián. Como suele suceder en estos casos (ya pasó con La pelota vasca o la película Fe de etarras), las mayores críticas vinieron antes de que la cinta se hiciera pública y pudieran verla.  

Obviamente, se criticó desde la derecha política y mediática e, incluso, algunas "personalidades" lanzaron un manifiesto en contra de la emisión en dicho festival y denunciando el blanqueamiento de Josu Ternera. Entre ellos estaban Fernando Savater, Rosa Diez o Fernando Aramburu. Entre las muchas sandeces escritas (a mi entender) destacaría la siguiente frase incluida en el texto: "Nadie admite hoy un relato similar aplicado a la apología ni justificación de otras formas de violencia, sea étnica, sexual o social" ¿Seguro? ¿Hace cuanto no pone esta gente la televisión convencional de este país? 

En las últimas semanas, en esos magacines matinales y vespertinos donde pasan en pocos minutos de la ley de amnistía a la Pantoja pasando por un suceso tragicómico, han invitado a varios militares que dicen ser trans, pero que prefieren mantener su aspecto y que les sigan llamando por su nombre. Aunque el Registro Civil debe perseguirlo y demostrarlo, resulta obvio que es un fraude de ley. Y si no lo persiguen serán también responsables de estos hechos.  

Pero más allá de este delito, que deberá demostrarse y juzgarse, resulta evidente que estas personas no son transexuales y, lo que es peor, que están utilizando este supuesto cambio de sexo para difundir mensajes y bulos de la extrema derecha en los programas de máxima audiencia. Han llegado a decir que se cambian de sexo para tener beneficios en su trabajo y para recuperar la custodia de sus hijos. Porque todo el mundo sabe que al ser mujer se te valora mejor en tu puesto laboral y te regalan los hijos sin juicios previos, ¿verdad? El problema es que un mensaje falso, dicho muchas veces y, además, repetido en varios programas televisivos, puede calar y mucha gente ya piensa que es mucho más fácil ir por la vida siendo mujer trans cuando es todo lo contrario.  


Además, no solo difunden bulos repetidos en la fachosfera, sino que siembran dudas sobre la validez y efectividad de la ley Trans, una medida que ya nació con polémica y con sectores del PSOE en contra. Al igual que pasó con la ley del solo sí es sí, ha sufrido constantes ataques e interpretaciones desde su puesta en marcha y ha generado un poso de duda (y odio) hacia ella que, desde ciertos sectores, quieren seguir alimentando. Estos lamentables sucesos pueden acabar generando que, como sucedió con ley de solo sí es sí, desde las filas socialistas decidan recular y pactar con el PP y otros partidos cambios la eliminación derechos. Y aquí está en juego la vida y el reconocimiento de muchas personas. Darles voz a esos mentirosos y permitirles incluso generar la más mínima duda sobre si su cambio de género atiende a razones reales o no, solo lleva el debate a una zona irresponsable y alejada de los derechos que busca proteger esta ley.  

Pero decían los firmantes en contra del documental de Jordi Évole que nadie admite un relato de blanqueamiento en violencias étnicas, sexual o social. Este último es un ejemplo, pero en esos mismos espacios televisivos han llevado a abiertamente nazis a dar su discurso; llevan a la extrema derecha a generar odio contra personas migrantes o atacan a okupas sin importar su realidad social con el mero hecho de vender alarmas y crear miedo. También conceden a políticos condenados o salpicados por la corrupción el beneplácito de la palabra para ser un contertulio válido o los lleva a programas de entretenimiento para disfrazarse o cocinar.  

Entrevistar a un personaje tan relevante en la historia reciente de España como Josu Urrutikoetxea es informativamente relevante e interesante, te guste o no. Podemos valorar si es necesario (yo creo que sí) y la calidad de la cinta, pero no negar de antemano esta posibilidad y más viniendo de la mano de una de las productoras con mayor calidad de este país a la hora de hacer este tipo de productos.  


Imagino que es más interesante ver a una política salpicada por la corrupción como Esperanza Aguirre cocinando pasteles o como mariposa en Mask Singer. O a periodistas que participaron en difundir bulos del mayor atentando en territorio español, como fue el 11M, continuando su labor en puestos de responsabilidad de grandes medios. O, como en el caso que narraba, a militares que claramente están cometiendo un delito, no solo de fraude, sino de odio ante el colectivo trans. Tal vez si Josu Urrutikoetxea hubiera comenzado su entrevista diciendo "No me llame Ternera, llámeme Lola" lo hubiera invitado Sonsoles Ónega a su plató y un grupo de intelectuales trasnochados no hubieran dicho ni pío. La libertad de expresión selectiva. Una vez más.  

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