Modos y Modas

Baronesa Brockovich

CUALQUIERA TE DICE NADA// ALBERTO OLMOS

Baronesas con megáfonos no se ven en los retratos palaciegos, pero sí en los periódicos. Esa suerte tenemos. Sucede que la baronesa Thyssen, gestora o alabardera de un buen pellizco de historia de la pintura, está teniendo sus más y sus menos con las cosas que el alcalde de Madrid pone o quita, sugiere o suprime en los aledaños del museo Thyssen-Bornemisza, al que por cierto hace mucho que no voy. La baronesa, en lucha, da mucho juego, y no debería nadie perder la ocasión de escribir rápidamente una novela o un guión cinematográfico sobre la fogosa figura de una señora defendiendo unos marcos, unos lienzos, unas pinceladas detenidas, no sea que vengan de Hollywood y nos monten sin darnos cuenta la Erin Brockovich 2, con la propia baronesa en el papel de Julia Roberts, luciendo muslazo.

Podrían tomar como modelo, además, la película El tren. En ella muchos hombres mueren para evitar que los nazis roben unos cuadros. Se sacrifican, literalmente, por el tesoro artístico francés. Bastaría cambiar las escenas de hombres muertos a tiros de El tren por escenas de la baronesa tomando tilas en tazas Meissen para que el dramatismo de Frankenheimer fuera convenientemente recuperado, y la obra sirviera a su vez de lección moral y apología del ideal. Porque los cuadros, sobre todo si entretienen a una baronesa, son importantes; a buen seguro el asunto más importante del mundo. A mí no se me ocurre otro más importante.

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