Cabeza de ratón

Limpiada 2020

No necesitamos una Olimpiada sino una limpiada a fondo, ahora y no en el 2020. Tal como van, y tal como nos van, las cosas, el 2020 no está a la vuelta de la esquina ni al final del túnel, pero hay que reconocer que es un buen truco este acto de prestidigitación que nos ha puesto mirando hacia un futuro olímpico desde un presente patético, una vez más hemos vuelto a pasar por el aro, por los cinco aros de colores que son el emblema de los Juegos, como si fuéramos perritos amaestrados.

Escribo en vísperas de la gran elección de Buenos Aires, lo que me impide ponderar los efectos del triunfo o del fracaso de la candidatura española, pero, si quieren que les diga la verdad ,(como dicen los políticos casi siempre antes de mentir con descaro) a mí me importa un rábano, un pimiento, una berza, lo que decidan entre ágape y conferencia, estos comisarios del COI, bien cebados y el resto de invitados a la fiesta, príncipe y alcaldesa incluidos, esa fiesta que pagamos entre todos a los supuestos anfitriones, herederos del ínclito Samaranch que tanto se esforzara por actualizar el lema del Barón de Coubertin, de "lo importante no es ganar sino participar" a "lo importante no es ganar sino participar en las ganancias". El lema del barón despedía una aristocrática hipocresía, todos sabemos, desde nuestra competitiva infancia, que lo único que cuenta en una competición es ganarla y lo demás son pamemas, paños calientes, cataplasmas que no alivian el escozor que siempre produce la derrota.

Volvamos a lo de la limpiada pongamos los ojos en el suelo de Madrid, capital de la mugre, villa y corte de la Botella no reciclada. Madrid está a punto de recuperar gracias a la regidora su título de capital más sucia de Europa, un récord de siglos. Todavía en el siglo XVIII, grandes físicos y eminentes médicos madrileños defendían que el aire de Madrid, de tan fino y sutil, era demasiado puro para respirarlo a pleno pulmón y que las basuras, desechos, orines y excrementos, que regaban sus calles al grito de "Agua va", eran fundamentales para conservar el debido equilibrio, para hacer el aire más saludable y respirable. En este siglo, Ana Botella, digna heredera de tanta sabiduría, llegó a decir que la polución no era ni tan mala, ni tan perjudicial como la pintaban...

Madrid necesita una limpiada de olímpicas dimensiones, una barrida a fondo que no se limite a las vías públicas sino que desratice, desinfecte y descontamine el medio ambiente y la enrarecida atmósfera política y económica apestada por la corrupción, emponzoñada y decrépita. Y cuando digo Madrid ya saben que me refiero a España o como quieran llamar a ese conjunto de átomos que se mantienen unidos porque se muerden entre sí para retroalimentarse (idea prestada por el poeta León Felipe). Antes de ponernos a jugar a la pelota o a las carreras, a ver quien salta más o lanza más lejos una bola de acero, antes de la hora del olímpico recreo, conviene tener, sino limpia al menos adecentada la cancha.

Vuelvo a sufrir complejo de alienígena cuando percibo el entusiasmo popular, que dicen, por una causa tan lejana como superflua. Mi parte terrícola me recuerda que las ventajas se verán en las cifras de empleo, siendo los sectores de la construcción, la hostelería y el turismo los más beneficiados. Con poco que nos den podremos construir otra burbuja de ladrillo y demostrarle al mundo que los españoles somos los mejores camareros del mundo y los más artistas. Con un burro de paja (posible mascota olímpica) y un botijo de sangría la fiesta está garantizada, y de aquí al 2020 es posible que los parásitos del COI hayan decidido introducir los deportes de riesgo en la competición para darle más morbo y más emoción a la gran fiesta internacional. El balconing seguro que resulta más entretenido que la natación sincronizada.

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