Cabeza de ratón

El país de los milagros

Cuentan que el viejo Jehová, harto de bregar con sus díscolas creaciones, se jubiló y dejó la mayor parte de la empresa en manos de su hijo unigénito, Jesucristo, partidario de otros métodos, emprendedor e innovador, que trocó el "ojo por ojo y diente por diente" por el  "Amaos los unos a los otros" sin que el cambio de paradigma afectará mucho a su belicosa grey que siguió practicando el "A Dios rogando y con el mazo dando". Jehová  se quedó para sí a los judíos y dejó el mercado de los gentiles al heredero de la firma. Tal vez si JC no hubiera sido crucificado por sus criaturas a los 33 años su mensaje podría haber calado más hondo, pero son gajes del oficio de Mesías.

Hoy en El Vaticano, el máximo representante de la divinidad en la Tierra ha emprendido una reforma, una limpieza a fondo de las pocilgas y de las zahúrdas de la Iglesia Romana Católica y Apostólica pero muchos piensan que es demasiado tarde para volver a la bondad primigenia y presunta de los primeros tiempos cuando la imagen de marca apenas tenía cuota de mercado.

Sacerdotes y políticos comparten una misma labor, servir como intérpretes e intermediarios entre el cielo y la tierra, entre los hombres y el destino. Para mayor economía de medios, las teocracias  reúnen ambas funciones sobre una misma cabeza, coronada y ungida. En las llamadas democracias la separación de poderes entre Dios y el César está protegida por las leyes aunque abundan las interferencias como en el caso de España donde los laicos financian a los sacerdotes y los sacerdotes se inmiscuyen en los asuntos de los laicos. Entre sus funciones sacerdotales tienen los políticos la de oficiar como augures y examinar las vísceras de la realidad para predecir el futuro como sus colegas romanos husmeaban entre los menudillos de las aves en busca de presagios.

De un tiempo a esta parte nuestros políticos arúspices lo veían todo muy negro y predicaban la austeridad y el sacrificio, la resignación cristiana y la automutilación de derechos mientras ponían los suyos a buen recaudo. Los políticos y sus cómplices de la banca y las grandes empresas, lanzaban sus apocalípticas proclamas desde sus poltronas, con el riñón forrado, sobre un colchón de billetes de banco o de lingotes de oro. Los políticos todo lo veían muy negro y trasmitían los peores vaticinios, blindados y acolchados en sus ciudadelas, pero la multitud que se agolpaba a las puertas comenzaba a percibir un tufillo sospechoso que se expandía desde los lugares del sacrificio, tufillo procedente de entrañas de aves alimentadas por la corrupción, emponzoñadas por alimentos en mal estado y piensos inmundos. La multitud recelaba de los sacrificadores, de sus métodos, de sus mañas y de sus aves proféticas que no acertaban nunca ni en el diagnóstico ni en el pronóstico.

Y así estaban las cosas cuando el Espíritu Santo, en forma de paloma, o de rata con alas, se posó sobre las aureoladas coronillas de nuestros gobernantes y les propuso un cambio radical de estrategia. Sobredosis de entusiasmo, magníficos augurios, perspectivas gloriosas. De la noche a la mañana, ¡Oh Milagro! Las entrañas de las aves sacrificadas olían a rosas y este olor de santidad inundaba la atmósfera. Eran las mismas aves envenenadas y los mismos augures podridos, pero para eso sirve el Espíritu Santo, para fingir milagros en momentos críticos. De ayer a hoy las cosas siguen igual lo que ha cambiado es la percepción, las mentiras son nuevas pero el engaño es el mismo. Comprendo a los políticos, es muy duro pasarse la vida ejerciendo de aguafiestas, dando pésimas noticias y avanzando catástrofes inevitables. Al final del día les duelen los ojos de tanto fruncir el ceño y las mandíbulas de tanto crujir de dientes. Démosles un descanso, finjamos que les creemos, acompañémosles con alegría en este viaje alucinado más allá de la realidad, flipemos con ellos, pidámosles la receta de la nueva medicación que les han puesto y celebremos con ellos sus mentiras piadosas y sus conductas impías.

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