Multiplícate por cero

Mil millones a la una, a las dos... ¡Adjudicados!

Damen und herren, damas y caballeros, ladies and gentlemen, mesdames et messieurs. Bienvenidos a Fráncfort, cuna del perrito caliente y del Banco Central Europeo. Les agradezco que hayan venido a todos (¿ha tenido buen viaje, don Emilio?) en este frío 17 de diciembre. Como todos ustedes saben, esta mañana vamos a proceder con la subasta de dinero. Si se fijan en la página 1 del catálogo...

... El primer lote consiste en 10.000 millones de dólares, divisibles entre las peticiones que hagan ustedes hoy en esta puja. Los demás lotes, hasta al menos 86.000 millones de dólares, los subastan desde hoy nuestras casas hermanas en Washington (la Fed de Estados Unidos), Londres (el Banco de Inglaterra), Otawa (Banco Central de Canadá) y Zúrich (Banco Nacional de Suiza). Señoras y señores, me gustaría que todos fueran conscientes de la importancia de esta fecha.
Seamos claros, ¿saben por qué estamos aquí hoy todos juntos? ¿Por qué mis colegas Ben Bernanke en Washington y Jean-Pierre Roth en Zúrich también están ahora mismo frente a otro puñado de banqueros? ¿Por qué harán lo mismo Mervyn King en Londres y Mark Carney en Otawa, tal como los cinco convenimos hace unos días? Porque ustedes nos obligan. No han hecho sus deberes y las economías más avanzadas del mundo, las nuestras, empiezan a pasarlo mal.
Estamos aquí por obligación. En los últimos meses, desde que la histeria por una crisis financiera empezó a sacudir a nuestros países, ustedes no se fían unos de otros, no quieren prestarse dinero entre sí, por si no se lo devuelven a ustedes mismos. Además, como quieren cerrar el año con sus balances limpios de riesgos (es decir, de hipotecas o préstamos de dudoso cobro) la disposición a prestar dinero es menor que nunca.

Pero eso no está bien, nos está causando muchos problemas a los gobiernos y, por ende, a los ciudadanos. Al no prestarse entre ustedes, falta dinero en la sociedad, no hay confianza en el mercado, la gente normal tampoco puede pedir como antes una hipoteca o un préstamo para prosperar, el empresario autónomo con un crédito tiene dificultades, la pyme que busca préstamos comerciales no los encuentra como antes. Y eso acaba afectando al empleo, al consumo, a la inversión.

Una pescadilla que se muerde la cola. Pero nos gustaría que, una vez salgan de nuestras subastas con el dinero (y créanme que es un chollo, porque vamos a prestarles mucho dinero a un tipo de interés más bajo que el que se exigen entre ustedes) hagan el favor de ponerse a moverlo y darle salida en préstamos, que nuestras economías se nos enfrían. Y los gobernadores centrales ya estamos hartos de hacer tisanas y subastas para que la mejoría sólo dure un par de días.

Palabras extrañas

Eso sí, vigílenme esta vez los riesgos que asumen, que no estamos para más sustos. ¡Eh! ¡Los de la fila de atrás, no me hagan corrillos, caballeros por favor...! ¿Cómo dice usted, el del Northern Rock? ¿Que quién les iba a decir que esos papelitos que compraban con una rentabilidad tan alta resultarían tan arriesgados? Pero hombre, por favor, ¿usted se llama banquero? ¿Desde cuándo se dan duros a cuatro pesetas, como dicen los españoles...? Ustedes, los banqueros, han pecado de avaricia y, nosotros, las autoridades, de falta de vigilancia. Pero ante la opinión pública utilizaremos palabras extrañas, nuevas, que no digan nada, como subprime. Será un vocablo de moda y parecerá que es la causa de todo. Con la coletilla de la crisis de las hipotecas subprime quedará todo explicado sin más.

Pero ustedes y yo, y Ben, incluso George, sabemos que la crisis surgió porque nadie quería dejar de ganar más y más dinero y, para eso, cada vez se inventaban nuevos productos. Es la teletienda del sistema financiero: a los pobres mortales se les ofrecen aparatos que adelgazan sin esfuerzo o que cocinan solos y a ustedes, dioses del Olimpo bancario, productos que parecen rentables, pero sólo lo parecen. Ahora, cuando tienen que devolver el dinero que les habían prestado se encuentran sin liquidez suficiente porque muchos bancos han comprado papelitos con poco valor. Pero como ustedes son el sistema financiero y de ustedes depende el entramado económico, más nos vale salvarnos la cara entre todos.

Dejen de una vez los productos de la teletienda y empiecen a utilizar el dinero con más cabeza. Saben que algunos ya la han perdido, la cabeza, y en sentido figurado, claro. El de Citigroup, por ejemplo. Una vez más, nos ha pillado la crisis sin esperárnosla y esto no puede ser. Es como cuando a mi amigo Paul Wolfowitz le descubrieron los tomates en los calcetines al visitar una mezquita en Turquía como presidente del Banco Mundial. Yo hoy, por si acaso, me he comprado calcetines nuevos, no nos vayan a descubrir los agujeros.

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