O es pecado... o engorda

Comer para no llorar

Parto de que la relación entre comida y lágrimas sólo la entiendo en dos sentidos: en esa desagradable reacción que, por más trucos que intente, provoca cortar una cebolla y que me hace echar en falta unas buenas gafas de soldador.  O en ese momento de dulce exaltación, que pienso que reviviré algún día, cuando consiga volver a comer una cazuelita de angulas y surjan de mis ojillos emocionados lagrimones como puños. Nada más.

chocolate Pero cuántos malos ratos de lloreras y sorbetones no habrá aliviado y –nunca mejor dicho- endulzado, una buena ración de chocolate. Además de ser delicioso, lo que ya en sí contribuiría a ponernos de buen humor, el cacao es un antidepresivo natural, un regulador del estado de ánimo. O más bien un creador de buen estado de ánimo. Lo tiene todo, oye. Posee una molécula, la feniletilamina, estimulante como la anfetamina; otra sustancia, la anandamina, relajante como la marihuana; y otra, el triptófano, que se transforma en serotonina. Vamos, que sería perfecto si no fuera porque... las buenas, son sensaciones transitorias y, a cambio, los kilos que dejan sus azúcares y sus grasas son bastante más duraderos.

Pero tranquilos, que hay vida –y feliz- fuera del chocolate. El triptófano, un aminoácido esencial en la nutrición humana y precursor de la serotonina, se encuentra en muchos más alimentos: en la carne, el pescado azul y los huevos. Y no me olvido de los vegetarianos: también en la leche y el queso, las legumbres, los cereales, los frutos secos, las semillas de girasol, de sésamo y de calabaza y en frutas tan ricas como la naranja, la manzana, la piña, el plátano o el aguacate.

Más cosas contra el decaimiento. Cualquiera que haya vuelto hecho polvo de una buena sesión de gimnasio, ya conoce el milagro de la vitamina C: energía rápida y tan a mano como un zumo de naranja o un kiwi. Los mejores antidepresivos alimenticios pueden ser además, los más deliciosos.

Quién nos iba a decir que una buena ración de almejas a la marinera, nos asegura el mejor aporte de vitamina B12 o cobalamina, necesaria para el estabilizar el sistema nervioso y para el correcto funcionamiento del cerebro. Aunque me temo que hay a quien le sonará más por su eficacia contra la resaca y su capacidad de absorber el alcohol: en el límite, es el recurso contra los comas etílicos. También se encuentra en los sesos, los hígados y los riñones, pero la casquería suele tener menos aficionados.

La verdad es que hay alimentos que parecen tenerlo todo. Ahí están las nueces: antioxidantes, antinflamatorias, anticolesterol, ricas en omega 3, ácido fólico, magnesio... También son alimento para cerebro y garantizan su buena marcha. Qué ganas de repartirlas a carretones en algunos sitios...

Ahí están también los espárragos: todos conocemos su efecto diurético pero, además, desde la antigüedad tanto el propio espárrago como la planta, la esparraguera, se utilizaban como medicamento. Algunas variedades eran famosas en India, China y Grecia por su efecto tranquilizante y hasta somnífero.

Todas estas maravillas las tenemos muy cerca y muy asimiladas a nuestra cultura gastronómica. Pero también podemos echar mano de todo lo que nos ofrece la cocina oriental. También para favorecer nuestro bienestar anímico. Conocí a una madre que daba a sus hijos "azuki", unas alubias japonesas consideradas como "la legumbre más yang", para evitar que tuvieran miedo cada vez que se enfrentaban a una actividad en la que se sentían inseguros: aprender a nadar, a andar en bici o cambiar de colegio. Ella dice que eran muy eficaces. Yo, sinceramente, no lo se.

Pero, si una tarde, vais a casa de unos amigos y os encuentran un poco decaídos y os ofrecen un te, una manzanilla o una menta, "que os sentará muy bien", declinad amablemente el ofrecimiento. Y preguntad si no os pueden poner mejor unas cigalitas o una ración de gambas. El marisco es rico en selenio, un poderoso antioxidante que, además de antidepresivo, refuerza el sistema inmunitario, protege la piel, ayuda a broncearnos y previene las enfermedades cardiovasculares. Si ya sabía yo...

 

POLLO AL GINSENG

Los taoístas creen que todos poseemos tres tesoros: la esencia –nuestro cuerpo-, la energía -que lo activa- y el espíritu -que mueve pensamientos, sentimientos, voluntad e intención. Todo está conectado. El pollo y el ginseng son una combinación clásica en la cocina china, que es tanto como decir también en la medicina china. Este plato constituye un tónico general contra cualquier tipo de decaimiento anímico. No hace falta advertiros de que tendreis que acercaros a alguna tienda oriental.

Ingredientes:

- 6 muslos de pollo

- 1 taza de vino de arroz o jerez seco

- 3 cebolletas muy picadas

- 6 rebanadas delgadas de raiz de jengibre pelada

- 15 gramos de raiz de ginseng en rebanadas finas

- Unas gotas de aceite de sésamo

Elaboración:

Se cortan los muslos por la articulación y después cada pieza por la mitad. Se colocan los trozos de pollo, con el vino, el jengibre y el ginseng en un recipiente que pueda contener la salsa pero que nos permita colocarlo dentro de otro más grande para poder cocer al vapor a fuego fuerte durante una hora, como si fuera un "baño maría".

Si lo servís a la manera oriental, poned en unos tazones un fondo de pimienta, sal marina, cebolleta picada y una gotas de aceite de sésamo. Poned el pollo, la pulpa de ginseng y el caldo. Luego, remover y servir.

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