El lunes fue un día grande para los laicos. No digo para los ateos, entre los que me encuentro. Ni para los anticlericales, entre los que estoy a veces. Digo para los laicos, los partidarios de la completa separación Iglesia/Estado. Se puede ser laico y desear que no arda ningún obispo ¿no?
Esa mesa de juras y promesas, libre, vacua y expedita de biblias, crucifijos y rosarios era una maravilla. Un sindiós imprescindible y necesario. No creo que vuelva a sentir una euforia semejante hasta que le expropien el piso al Cardenal Rouco Varela. Un aticazo de 350 metros cuadrados en el Madrid de los Austrias, por el que ni siquiera paga IBI. Y por el que si de verdad hubiera Dios, tendría que apoquinar al Ayuntamiento unos 4000 euros al año.
Comparemos la mesa de juras de la coalición con la de Rajoy. No me estoy remontando a Arias Navarro. No estoy proponiendo un ejercicio en blanco y negro. Hablo de antes de ayer. Lo más inquietante de la jura de Rajoy a todo color es que el crucifijo venía con gimnasta. No era solo la cruz (como en Cuelgamuros), había también un Ecce Homo a ella clavado. Nunca le llegué a ver la cara (por el plano de la tele), pero por la cantidad de chupacirios y meapilas que hay en Génova, me imaginé a un Cristo aún vivo, agonizante, a punto de decir aquello de Dios mío, por qué me has abandonado. No un Cristo de cabeza gacha y ojos cerrados, ya inconsciente o comatoso, con lanzazo de centurión en el costado, sino uno aún doliente y quejoso, de los que miran al cielo con boca entreabierta y ojos como platos, como glorificando el martirio y el sufrimiento. Un Cristo que es como un torturado de Conesa o Billy el Niño. Que le dice a Rajoy: si yo pasé por esto, que no te tiemble a ti la mano con los dependientes. Dicho y hecho. 126 mil de ellos murieron en la soledad y el abandono por el hachazo de Mariano a las ayudas. Ese mismo Rajoy que estas Navidades se hinchaba a firmar libros en El Corte Inglés, como un Papá Noel despistado y entrañable.
El segundo detalle inquietante en la mesa de juras de Rajoy es que la ceremonia era en estéreo. Una mano sobre la Biblia y la otra, sobre la Constitución Española. Cabía preguntarse: el día en que los dos libros entren en conflicto ¿por cuál de los dos se decantará Mariano? Si te encuentras con esta epístola de San Pablo a los Corintios
Que las mujeres guarden silencio en las reuniones; no les está pues, permitido hablar, sino que deben mostrarse recatadas, como manda la ley. Y si quieren aprender algo, que pregunten en casa a sus maridos, pues no es decoroso que la mujer hable en la asamblea.
Y luego tienes que oír lo que piden las mujeres cada 8 de marzo ¿a quién vas a hacer más caso, a ellas o a tu ministro de justicia, el imputado Ruiz–Gallardón?
Como has jurado sobre dos textos que se contradicen frontalmente, tanto si apuestas por los valores consagrados en la Constitución como si lo haces por los de la Biblia, cometerás perjurio. Que fue siempre la especialidad de Mariano: tras haber prometido que bajaría los impuestos comenzó la legislatura subiéndolos, engañó luego a los contribuyentes asegurando que el rescate a las cajas no les costaría ni un chavo y terminó la juerga mintiendo ante la Audiencia Nacional sobre la Caja B de su partido.
Tal vez la escena que más identifica al PP con la España tenebrosa de La Casa de Bernarda Alba, la España curángana, legionaria, y fanática inmortalizada en blanco y negro por Cristina García Rodero, la de las alas quietas y las vendas negras que cantaba la malograda Cecilia, sea la de Cospedal ordenando en Semana Santa que la enseña nacional ondee a media asta en todos los cuarteles por la muerte de Cristo. Un país entero, un territorio donde se afanan por salir del abuso y la pobreza más de cuarenta y seis millones de habitantes, convertido en un puto paso procesional.
Si eso no es atraso y negrura, que baje Dios y lo vea.
La coalición ha puesto punto y final a La Cruzada. Lo único que falta ya es que la propia mesita de juras no evoque los tiempos del Cid en Santa Gadea. Ese terciopelo rojo bordado en oro apesta a casulla rancia de Cardenal Cisneros. La próxima jura, en una mesa de Ikea, por favor. Y que vayan Pedro y Pablo a elegirla.
Si superan la ordalía, sabremos que serán amigos para siempre.
Y que la Coalición será eterna.
Comentarios
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