Visitar museos cansa: esto es una verdad innegable. Y si nos cansa a los adultos, ¿cómo no cansará a los niños? Añadamos que visitar un museo requiere no gritar ni correr, contemplar obras de difícil significado, no tocar nada de lo que se presenta ante los ojos y caminar por pasillos que muchas veces no tienen ni bancos. No resulta fácil que visitar museos resulte una experiencia atractiva para los niños.
Y, sin embargo, podemos preguntarnos: a pesar de todo esto, ¿conviene que los niños visiten los museos? ¿No es mejor esperar a que sean mayores y puedan entenderlos mejor?
La respuesta es sencilla: sí. Conviene que los niños visiten los museos, porque es una parte importante de su educación. Y no estamos hablando de saber que Leonardo pintó la Mona Lisa o que Velázquez pintó las Meninas. La educación artística es otra cosa.
Para qué sirven las visitas
La educación artística tiene que ver con:
- Saber leer las imágenes. Saber entender qué es lo principal y lo accesorio, tener visión general y poder percibir los detalles. Y esto es algo que los niños y jóvenes entienden porque nacen y crecen en una cultura de la imagen, que es la cultura de la publicidad, de las redes sociales... y también del arte.
- Saber apreciar lo que un artista puede aportar y aprender de él. Vivimos en un mundo en el que en las paredes cuelgan retratos a lo Andy Warhol, las camisetas lucen la cara de Frida Kahlo y los bolsos llevan calaveras brillantes a lo Damien Hirst. Detrás de estas iniciativas ha habido creativos que han entendido que el arte no está para ser archivado en un museo, sino para inspirar la belleza de nuestro día a día. Y sería realmente positivo que todos los niños desarrollaran esa misma creatividad.
- Pensar diferente, encontrar nuevas formas de decir lo mismo, encontrar nuevas soluciones a cuestiones ya trabajadas... Ése es el motivo por el que la misma corriente que defendía una educación que potenciara lo científico-tecnológico-matemático (STEM: Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas en sus siglas en inglés) ha añadido a su concepto el arte (STEAM), que aporta ese punto de diferencia, creatividad e incluso locura que se necesita para realmente avanzar en el conocimiento.
Y si es tan necesario que los niños visiten los museos, ¿cómo hacer para que la visita sea realmente útil para ellos y no la tortura que describíamos en el primer párrafo de este artículo?
- Aprovechemos las actividades que los propios museos organizan. Muchas veces son ellos mismos los que organizan talleres, gimkanas, o campamentos de verano. La riqueza que tienen esas iniciativas es inestimable.
- Si vamos a visitarlo con ellos, empecemos por preparar la visita. Todos los museos tienen páginas web con recursos que ayudarán a despertar su curiosidad e interés: textos, actividades, visitas virtuales y juegos.
- Escojamos qué se va a visitar. No es realista ver todas las obras de todo el museo. Hay que tener un itinerario claro y accesible. El resultado será aún mejor si la elección de las obras se ajusta a los intereses de los niños. Es lo que en educación se denomina scaffolding o andamiaje: la información se construye mejor cuando se apoya en lo ya construido. Así, se les puede proponer buscar dragones si les apasionan los dinosaurios, buscar magos si les gusta Harry Potter, buscar libros si les encanta leer. Y partir de ese interés para contagiarles nuevos conocimientos, bucear en nuevas obras y apreciar nuevos detalles.
- Fomentemos su iniciativa. Podemos dejarles a ellos los mapas con el itinerario, pedirles que pregunten cosas a los encargados de sala (con moderación), e incluso utilizar la app del museo. Muchos museos tienen conexión wifi y una app propia que aporta información sobre las obras que se visitan. Y animémosles a que sean ellos los que nos expliquen las obras visitadas con la información que han leído en la app.
- Al terminar, intentemos que hablen y valoren la visita: qué les ha parecido, qué les ha gustado, qué no les ha gustado, qué harían de forma diferente, qué han aprendido, qué les gustaría aprender para la próxima... Así, su aprendizaje se hace explícito y aprenden a valorar críticamente las experiencias, con lo bueno y lo malo.
Así que la pregunta es: ¿sirve de algo arrastrar a los niños a los museos? "Arrastrarlos" literalmente, no. Pero sí que es bueno acompañarles, desafiarles, presentarles un museo en el que puedan disfrutar.
Las personas que no visitaron museos de niños son las que, ya mayores, probablemente solo vayan para sacarse selfis. Pero los niños que han vivido experiencias positivas en un museo y que guardan buenos recuerdos de esas visitas es probable que se conviertan en adultos con ganas de saber, con capacidad de observación, con sensibilidad para la belleza. ¿No merece la pena?
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation
Comentarios
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