Otras miradas

La muerte imposible de Julio Anguita

Felipe Alcaraz

Ha muerto Julio Anguita, pero muchos pensamos que es un dirigente de muerte imposible. No se trata de una pirueta semántica, es un dirigente referencial al nivel de José Díaz o Pasionaria.

Hace unos días, desde el Colectivo Prometeo de Córdoba, y directamente dinamizado por Anguita, surgió un Manifiesto, ampliamente apoyado, en el que se propugna la necesidad de reagruparse, desde un tono programático, a fin de dar una batalla desde la izquierda frente a la emergencia de la ultraderecha, y a fin de intentar evitar que se diseñe la nueva normalidad a imagen y semejanza del sistema, recuperando las causas que nos han traído a la actual situación. Empezábamos la última batalla. Una batalla que había que extender a través de un reagrupamiento amplio, ya que no bastan las redes sociales o la publicación de artículos. Hablamos al respecto varias veces por teléfono. Yo he sido uno de los primeros firmantes del manifiesto. La última llamada a propósito del fallecimiento repentino de Susana López. Julio me dijo: la batalla que se avecina es muy importante y hay que estar preparados.

Habíamos coincidido días antes en Córdoba, a principios de marzo, en La Tejedora, con ocasión de la presentación de una novela -uno de sus últimos actos públicos, junto a Juan Rivera y Marisa Ruz-, y ya empezamos a poner los espartos de lo que después ha recogido el manifiesto.

Igualmente hemos coincidido en los aspectos fundamentales a lo largo de los últimos cuarenta y tantos años, aunque no siempre en los aspectos tácticos, pero sin pelearnos personalmente nunca. Para mí es un dirigente inolvidable. Frente a la voracidad sin causa ni futuro de la posmodernidad, Julio ha representado la unión dialéctica de ética, ejemplaridad y política. Mientras los dirigentes de la modernidad lo son solo de los finales, él era un dirigente de los principios. Lo que en absoluto quiere decir rigidez ni sectarismo. Cuando concebimos "Convocatoria por Andalucía" (1984), bajo su liderazgo, y el liderazgo colectivo del PCA, que era un partido muy fuerte, había algunas ideas que desmienten esta insinuación de rigidez. Por ejemplo, no había que, a fin de sumar, preguntarle a nadie de dónde venía, sino hacia dónde pensaba ir. Y al mismo tiempo preconizábamos un programa, realizado a través de la democracia participativa, como alternativa de gobierno real, tal como se había demostrado en Córdoba con la alcaldía de Julio. Trabajábamos para ganar las elecciones y gobernar, forzando los límites de lo posible, no para hacer "cositas" (que era el paradigma de Borbolla), ni, de otro lado, para elevarnos a la metafísica de la utopía escabulléndonos de la realidad, sino para hacer que lo necesario empezara a ser posible. Hay que recordar que ya en las elecciones de 1982 el eslogan electoral era "Juntos podemos", es decir, atrevimiento, programa, y organización lo más fuerte posible. Por eso el liderazgo de Julio ha podido ser fuerte, y hasta carismático, pero en absoluto reunía los perfiles de un hiperliderazgo populista.

En Madrid seguimos colaborando en el Congreso de los Diputados y en las direcciones de IU y del PCE. Pronto, en la estela de los resultados positivos, y de la posibilidad de un bloque electoral fuerte, se levantó una campaña durísima contra él, que incluyó el famoso tema de la pinza. Al par divisiones internas que, por un lado trabajaban por la disolusión del PCE, y por otro lado para que nos integráramos en los acuerdos de Maastricht. Una batalla intensa, trufada por la lucha anticorrupción y contra el terrorismo de estado, que en 1996 nos llevó a romper con los consensos de la Transición y el régimen de 1978. Con lo que se abría una batalla cada vez más abierta por la alternativa republicana.

Y así hasta hace unos días, iniciando un nuevo reagrupamiento, frente al neoliberalismo rabioso y a los planteamientos guerracivilistas de la derecha española. Por eso digo que Julio es un dirigente de muerte imposible. Estará en la calle y en los actos de todo tipo, será sin duda parte muy activa de la lucha por "otra" normalidad, como el fantasma que inventó Shelley y pasearon Marx y Engels por toda Europa anunciando un tiempo nuevo.

La lucha sigue, es lo que le gustaría oír a Julio. Una lucha que vamos a dar con él. Julio vive. En un momento en que no es demasiado osado repetir: el mundo va a cambiar de bases.

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