Otras miradas

El abrazo que acoge a Irantzu Varela

Andrea Momoitio

La periodista Irantzu Varela.
La periodista Irantzu Varela.

Sabíamos que, en algún momento, pasaría. Pasarían. La línea es tan difusa, tan frágil, que teníamos claro que iba a ser traspasada antes o después. Conozco a Irantzu Varela desde hace muchos años. No recuerdo cómo nos conocimos, pero sí sé que es una tipa valiente, aguerrida, comprometida, que tiene los pies en la tierra y el corazón en la revuelta. Pelea porque es su forma de vivir, porque no sabe hacer otra cosa.

Primero fueron los insultos y las amenazas en redes sociales. Las denunciamos e, incluso, interpusimos una queja ante el Congreso de los Diputados porque la posición del Estado es una pasividad insostenible. Laia Serra, la abogada que realizó el informe que firmamos Pikara Magazine, Calala Fondo de Mujeres y Front Line Defenders, explicaba entonces en una entrevista que "en el informe hay un apartado que se dedica a la vulneración de derechos fundamentales, cuando se habla de libertad de participación, libertad de expresión, libertad ideológica, que son como los grandes ejes que se ponen en cuestión en las violencias digitales; más allá, evidentemente, de la dignidad, de la libertad individual, del bienestar físico y psíquico".

Más adelante, la violencia traspasó el límite de las redes sociales. Alguien colgó el teléfono de Irantzu Varela en Internet y los mensajes llegaban directamente a su WhatsApp. ¿Qué más podía pasar? Que pintaran la sede de su proyecto, Faktoria Lila y, más adelante, la redacción de Pikara Magazine, a la que se mudó unos meses después. Ella llegaba a la redacción siempre con una sonrisa, quitando hierro al asunto, pero advirtiendo de una obviedad: "No soy más fuerte que el resto". Nos reunimos con el Ayuntamiento de nuestra ciudad, publicamos un informe en el que denunciamos las múltiples de violencia contra las comunicadoras feministas en Internet, nos aliamos con otros proyectos para analizar quiénes eran los agresores, publicamos y publicamos textos denunciando la situación. No hemos conseguido nada.

Sabíamos, y sabemos hoy más que nunca, que la violencia contra las activistas feministas iban en aumento. El informe Las violencias machistas en línea hacia activistas. Datos para entender el fenómeno encontrábamos que la ansiedad aparece en el 40,76% de los casos; la tristeza y depresión, en el 35,87%; y el miedo, en el 30,43%. El trabajo parte de la idea de "silenciamiento activo", un concepto que utiliza la académica Mary Beard para definir las estrategias que, desde el patriarcado, se han venido desplegando a lo largo de la historia para acallar las voces disidentes de las mujeres y de las subalternas como mecanismo de reproducción de poder". Las cifras no recogen la frialdad que nos agarra el pecho ante cada agresión.

El domingo, alrededor de las diez de la noche, uno de sus vecinos agredió a Irantzu Varela. Cuatro puñetazos. Insultos. Entró a su casa. "¿Por qué?", nos preguntan. El detonante oficial es que había dejado una caja de cartón en el rellano que comparte con él. Mi lectura es que ni él ni su pareja podían soportar su propia lesbofobia. En cualquier caso, nada tiene que ver la maldita caja de cartón: "Lesbiana de mierda"; "Marimacho" o "Asquerosa" son algunos de los insultos que recibió mientras era agrededida físicamente. Llegó lo que nos temíamos. Ha interpuesto ya una denuncia ante la Ertzaintza con el parte de lesiones.

Dirán ahora que se trata de un conflicto entre vecinos, que el problema es la caja de cartón que Varela había dejado en el rellano para bajar en otro momento, dirán que somos radicales, que sacamos las cosas de contesto, dirán, dirán, dirán. Nosotras, claro, responderemos, pero lo cierto es que nos cuesta confiar en que esta agresión sea reparada. ¿Cómo reparar que te agreda tu vecino? ¿Cómo medir los daños psicológicos que pueden causar que entres con cierto recelo a tu casa? La lesbofobia se manifiesta de múltiples formas, pero se manifiesta con una virulencia que solo sabemos explicar las lesbianas. Son esas miradas de desprecio con las que convivimos, los comentarios jocosos ante nuestros besos y ese miedo que nos atraviesa el cuerpo. Nos acompaña la fortaleza de nuestras redes de afecto, de esa comunidad lésbica que ha sufrido también esta violencia y que se ofrece ahora a cuidarnos. A cuidar a Irantzu hoy, pero que se despliega siempre que es necesario.

Sabíamos que pasarían. Lo hemos imaginado decenas de veces. "Vendrán", decíamos. Lo decíamos porque ya han venido a pintarnos los cristales, porque han atacado nuestra web, porque han filtrado nuestros números de teléfono y hemos visto cómo disfrutan de la violencia que ejercen contra nosotras. Probablemente Pedro Sánchez no escriba ninguna carta a Irantzu Varela para mostrar su solidaridad, como sí hizo con la agresión homófoba que vivió un crío en Murcia, pero hoy, entre dolores de cabeza y angustia, hemos sentido el calor de un montón de compañeras que nos quieren y cuidan en la distancia. No es suficiente, es verdad, pero es un abrazo.

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