Otras miradas

"Vox non grato"

Anita Botwin

El líder de VOX, Santiago Abascal (c), interviene durante el acto de presentación de la candidatura de Rocío Monasterio (3i) para las próximas elecciones en la Comunidad de Madrid, este miércoles en el distrito de Puente de Vallecas, Madrid. - EFE
El líder de VOX, Santiago Abascal (c), interviene durante el acto de presentación de la candidatura de Rocío Monasterio (3i) para las próximas elecciones en la Comunidad de Madrid, este miércoles en el distrito de Puente de Vallecas, Madrid. - EFE

En los estadios de fútbol siempre se han escuchado insultos racistas y nunca se ha suspendido ningún encuentro. Es más, la única vez que se suspendió fue por llamar nazi a Roman Zozulya en el estadio del Rayo Vallecano. La permisividad a los insultos racistas es los campos de fútbol ante un público en el que también hay niños y niñas, es un pésimo síntoma de calidad democrática y de convivencia y un fatal ejemplo para las nuevas generaciones que escuchan ese discurso de odio. La última vez que hemos sido testigos de conductas racistas fue en el encuentro del Valencia contra el Cádiz cuando un jugador de este último llamaba "negro de mierda" al jugador Diakhaby, según denunció el jugador del Valencia, lo que generó una discusión que acabó con la marcha de los jugadores del equipo de Mestalla, una decisión sin precedentes en la Liga de fútbol.

Mientras tanto, en Benicalap, València, tenía lugar otra agresión racista. Varios jóvenes lesionaban e insultaban al grito de "moro de mierda" a un comerciante de origen paquistaní y a su mujer. El barrio ha salido para mostrar su rechazo ante este tipo de situaciones violentas y reclamar una sociedad "libre de odio" y reivindicar la convivencia pacífica entre las gentes de distinta procedencia que ha marcado a un barrio en la que denuncian un incremento de este tipo de actitudes racistas en los últimos años.

Esa permisividad y esa normalidad del racismo en todas las esferas debería ser perseguido y sancionado profundamente. Y es importante saber que hay responsables políticos directos que difunden este discurso de odio con total impunidad. Desde la irrupción de Vox en las instituciones, hemos podido escuchar en varias ocasiones comentarios racistas y señalamientos hacia el distinto, ya sea por raza, género u orientación sexual. De hecho, es tal la gravedad de este discurso xenófobo que hasta uno de los suyos, Bertrand Ndongo, se ha desmarcado de las declaraciones de su partido en el que pedían la deportación de Serigne Mbayé, portavoz del sindicato de manteros y miembro de las listas de Unidas Podemos para las elecciones de Madrid.

En lugares donde la población migrante es numerosa, como el barrio madrileño de Usera, se escuchan cada vez más insultos o comentarios racistas. La pobreza y la precariedad crecientes hacen que los discursos de odio de la extrema derecha calen en barrios humildes donde hace años sería impensable. Esa lucha de los penúltimos contra los últimos, en la que sobrevive quien más pisotee a su semejante, se nutre de estos discursos de odio en los que el migrante es el enemigo, el que quita el trabajo, el que roba, el que nos quita a nuestras mujeres o a nuestras hijas.

Ese clima de exclusión social y pobreza unido a la falta de pedagogía en derechos humanos e igualdad son el campo de cultivo perfecto para que la extrema derecha hinque ahí el diente y trate de sacar tajada. Enfrentar a los más vulnerables libera al verdadero culpable de la desigualdad, el explotador, el que no paga a sus trabajadores y tiene esclavos a su servicio, que, además se pelean con los suyos para poder seguir explotado.

Si lo piensas es maquiavélico y dantesco que seamos los más desprotegidos los que peleamos entre nosotros en lugar de unirnos contra un enemigo común. En lugar de afiliarnos a un sindicato, que es lo que todos deberíamos hacer, señalamos a quienes vienen de fuera a ganarse el pan, mal creyendo que serán los que nos roban el nuestro.

En algunos lugares, además, se genera un clima de exclusión social y desigualdad donde no llegan los recursos sociales. La delincuencia aumenta debido a toda esta situación de pobreza y miseria y todas esas realidades hacen que estalle la bomba perfecta del racismo. Mientras tanto, el lobo de Wall Street sigue frotándose las manos y Abascal sumando votos en lugares donde jamás habría tenido cabida su discurso.

En los perfiles de las cuentas del partido de extrema derecha Vox pueden leerse cosas que ni en la peor de nuestras pesadillas podríamos imaginar. Sin ir más lejos, Rocío Monasterio pide la repatriación de los MENAS (menores extranjeros no acompañados) y habla de que quiere que sus hijas no se crucen nunca con ellos. Este miércoles mismo, han convocado a sus fanáticos ultras a acudir a la Plaza Roja de Vallecas, en un claro intento de provocación a un barrio profundamente solidario y tradicionalmente con ideas de izquierda. Miles de manifestantes antifascistas les han esperado de manera pacífica.

"Que venga Vox al barrio es una provocación, este es un barrio obrero de gente trabajadora y vamos a decir de manera pacífica que no queremos organizaciones racistas, xenófobas, machistas en estas calles y no son bien recibidos porque a quienes defienden son justamente a la clase contraria a la nuestra", decía uno de los jóvenes manifestantes en el barrio madrileño de Vallecas. Efectivamente, esa provocación del partido nazi se ha saldado con heridos y detenidos, después de que Abascal se acercara al cordón tras el que se encontraban los manifestantes.

Al partido se le ha recibido en Vallecas con una pancarta que rezaba "Vox non grato". Pues eso. Y el racismo y la intolerancia tampoco, al menos, en Vallecas. Esperemos que el 4 de mayo también exista ese veto ideológico en las urnas de la Comunidad de Madrid.

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