Otras miradas

Mensaje a los jóvenes para el 4M

Anita Botwin

Una multitud de jóvenes toma cervezas en la plaza del Sol del barrio de Gracia de Barcelona. /EFE/ Alejandro García/Archivo
Pequeños grupos de jóvenes disfrutan en la plaza del Sol del barrio de Gracia de Barcelona. /EFE/ Alejandro García/Archivo

Hace unos días mantenía una conversación con un joven estudiante de 19 años. Le preguntaba qué ambiente político siente a su alrededor de cara a las próximas elecciones del 4 de mayo, si cree que habrá mucha abstención o si se decantarán por votar a un partido de izquierdas. Su respuesta fue que estaban muy desencantados y me citó las cifras desalentadoras: el desempleo juvenil en España el de los menores de 25 años se ha vuelto a situar en el 40% de la población de esa edad. Es decir, cuatro de cada diez jóvenes españoles no tiene trabajo.

Me comentó que se habían desesperanzado al ver cómo la entrada de la izquierda en el Gobierno tampoco había logrado todos los cambios que se esperaban. No pude más que asentir y escuchar porque a pesar de su corta edad hablaba con mucho sentido común. La reforma laboral sigue y la ley mordaza también, me dijo. Y no le faltaba razón. Por eso mismo, porque gobernar en minoría tiene su techo y sus límites claros, es tan importante el voto a los partidos de izquierdas, para tener el mismo peso a la hora de poder negociar derechos y libertades para todos. Él sí era un claro votante de izquierda, pero sus compañeros de clase iban desde la abstención hasta el voto hacia una Ayuso que hace lo que le da la gana "y eso mola".

Lo cierto es que la juventud se siente olvidada por los gobernantes, cansados, sin planes de futuro y con sufrimiento psíquico en muchos casos. En el despertar del 15M nos encontrábamos de manera similar, pero ya habíamos tenido muchos de nosotros al menos alguna experiencia profesional previa, y todavía algunos de nosotros hasta éramos mileuristas. Estas nuevas generaciones no tienen apenas experiencia en el mercado laboral, suelen arrastrar una beca tras otra o tienen trabajos muy precarios (quienes han accedido a ellos). Le preguntaba sobre si hay posibilidades de cambio y que si había tanta desafección por qué no querían luchar y movilizarse para cambiar las cosas. "Yo creo que se ha normalizado la precariedad en la que vivimos, por eso ya no intentamos cambiarla", me contestó.

Cuando salimos a las plazas aquel 15 de mayo de 2011 fue porque habíamos tenido unas expectativas de futuro truncadas, pero esta nueva juventud sin futuro quizá tienen otro perfil de clase media y especialmente baja. En su caso no se trata de cumplir sus expectativas de futuro según sus estudios realizados sino la mejora de su calidad de vida de una manera inmediata, unas necesidades materiales urgentes.

Para construir una alternativa real es necesario que sean los propios jóvenes quienes abanderen esa lucha, no podemos hablar en su nombre, igual que no podemos o debemos hablar en nombre de los y las migrantes o las personas trabajadoras de los barrios más humildes.

Comprendo el desinterés  de la juventud y pesimismo hacia la política institucional. Nos han bombardeado desde los medios de comunicación con el discurso de que todos los políticos son iguales. Es cierto que la política institucional no es la panacea ni es un fin en sí mismo, pero unido a la presión ciudadana y a la movilización nos puede llevar a pequeñas grandes victorias que mejoren nuestra calidad de vida.

Los jóvenes han sido un colectivo perseguido y estigmatizado durante la pandemia. Los informativos abrían con imágenes de botellones y fiestas ilegales, como si ellos fueran los únicos responsables de la pandemia y de las tasas de contagio. Ese señalamiento y criminalización es un flaco favor porque es injusto y culpabilizador. Esa irresponsabilidad colectiva e individual no dependía únicamente de la edad sino de las situaciones personales de cada uno. Mientras se señalaba a los jóvenes como culpables no se ampliaba el personal de los hospitales o los centros de salud. Sin embargo, se hablaba de lo primero. Al final siempre ha sido más sencillo culpar al indefenso que no podría defenderse, en lugar de a los grandes intereses del negocio de la salud.

Una sociedad que no cuida su futuro, no tiene capacidad de tenerlo, por ello es tan importante que los jóvenes se impliquen desde la movilización hasta depositar su papeleta en las urnas el 4 de mayo por partidos que velan por sus derechos. Los privilegiados y la derecha no se olvidarán de hacerlo para seguir manteniendo su status y perpetuando la desigualdad.

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