Otras miradas

A vueltas con la salud mental: derecho o privilegio

Leticia Sánchez Freire

Candidata de Unidas Podemos a la Asamblea de Madrid. Portavoz de UP en el Ayuntamiento de Parla

El 84% de las personas con problemas de salud mental no tienen empleo. Chema Moya / EFE
El 84% de las personas con problemas de salud mental no tienen empleo. Chema Moya / EFE

Parece que, de un tiempo a esta parte, y más intensamente al calor de la campaña electoral para las próximas elecciones autonómicas, empieza a hablarse de la salud mental, hasta ahora la eterna olvidada. A priori, que se hable de salud mental en los debates electorales, en los espacios de representación pública o en los medios de comunicación es una buena noticia. Pero, ¿de qué se habla cuando se habla de "salud mental"?

Definir qué es la salud mental no es tan sencillo como pudiera parecer. Vaya por delante que yo no soy especialista en esta materia. Pero sí soy, además de candidata por Unidas Podemos a la Asamblea de Madrid, licenciada en Psicología y máster en psicología de la educación por la Universidad Autónoma de Madrid, con la especialidad de infancia y adolescencia en riesgo. He trabajado con familias monomarentales, con mujeres víctimas de violencias machistas y también con personas sin hogar. Y últimamente escucho hablar sobre salud mental, pero no siempre en términos precisos.

Creo que aquel "vete al médico" que gritó un diputado del Partido Popular reflejaba varios problemas de nuestra sociedad en torno a la situación de la salud mental. Sin duda, representa la estigmatización, el desprecio, el desconocimiento en torno a los problemas psicológicos y cómo éstos siguen siendo hoy un tema tabú. Pero también otra cuestión que, a mi modo de ver, no se dice lo suficiente: la concepción de la salud mental desde un modelo médico, biologicista, como si los problemas psicológicos fueran enfermedades o síntomas de algún trastorno orgánico subyacente, que obedece a una suerte de causa "interna" y ajena a la experiencia de la persona. Ante aquel grito, muchos y muchas respondimos #YoVoyAlPsicólogo.

Porque la crisis de la covid-19 no debe medicalizarse una vez más. ¿Qué quiere decir esto? Que eso que llamamos "salud mental" no puede entenderse sin el contexto, las condiciones en las que desarrollas la vida; que el sufrimiento humano es inherente al vivir y que cada vez es más frecuente ese sufrimiento psicológico como consecuencia del tipo de vida que tenemos; que salud y enfermedad no se entienden como fenómenos exclusivamente bioquímicos, obviando por completo la influencia de factores psicológicos y sociales. Que la salud mental es también vivir sin miedo a que te acosen o agredan por ser mujer, por tu color de piel o por tus diferentes capacidades; que salud mental es también vivir sin miedo a no saber si podrás pagar el alquiler o si vas a poder tener un trabajo digno, sin que importe si vives en el sur o en el norte de Madrid.

Sabemos que en la anterior crisis aumentó el consumo de ansiolíticos y antidepresivos. En Europa, de 2000 a 2010 el consumo de antidepresivos creció por encima del 80% de media. El último informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes revela que España es el primer país del mundo en consumo de benzodiacepinas, psicofármacos utilizados fundamentalmente para tratamientos de ansiedad, insomnio o trastornos del estado de ánimo.

Así que es necesario hablar con naturalidad de los problemas de salud mental, pero abordar la salud mental no significa que la solución sea medicalizar la vida. Lo que necesitamos es, no solo acortar las listas de espera en los centros de salud mental, sino más y mejor psicología basada en la evidencia, de calidad, accesible y gratuita. Necesitamos mejores planes de estudio en las Facultades, necesitamos más plazas PIR (Psicólogo Interno Residente) y más plazas PEPC (Psicólogo Especialista en Psicología Clínica) en nuestra sanidad pública.

En todo el país solo hay 222 plazas acreditadas para formar a psicólogos clínicos; de estas plazas, este año solo se han convocado 198 para más de 4000 candidatos y candidatas que se presentaron. Porque España tiene cuatro veces menos profesionales de la psicología en la sanidad pública que la media europea (4 por 100.000 habitantes frente a los 18 por 100.000 en Europa) y en la actualidad solo un 30% de los psicólogos y psicólogas clínicas que ejercen lo hacen en la sanidad pública. Por tanto, es fundamental aumentar la presencia de la psicología en Atención Primaria, más aún cuando la OMS estima que un 4% de la población mundial podría desarrollar algún tipo de trastorno psicológico como consecuencia de la pandemia.

La psicología, más que nunca, hoy tiene que abrirse camino en nuestra sanidad. Pero no solo. También es el momento de aumentar la presencia de la psicología en los servicios sociales, en los colegios e institutos, en los recursos de orientación familiar, en los centros de trabajo. Porque necesitamos hablar de la salud mental desde planteamientos integrales y comunitarios, desde un enfoque preventivo, que se aleje de la cronificación y que mejore nuestra calidad de vida.

Ya en la que sería la primera Ley Estatal de Salud Mental que registró el grupo confederal de Unidas Podemos en el Congreso de los Diputados, con un papel importante en la prevención del suicidio y en la perspectiva de género, destacaba la prevención primaria y la promoción de la salud mental en los centros de Atención Primaria, en las estructuras familiares y en los servicios sociales, identificando y abordando factores de riesgo psicosociales. Además, se facilitaba la prevención secundaria con la protección contra la medicalización y promoviendo una atención desde los recursos comunitarios.

Porque, en definitiva, además de más y mejor psicología, también necesitamos más y mejores políticas que garanticen unas condiciones de vida dignas para todos y todas.

Porque la salud mental no se entiende sin el contexto y porque debe ser un derecho y no un privilegio.

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