Otras miradas

La AlterEspaña

Amadeu Mezquida

Politólogo. Ha dirigido las campañas electorales de Compromís en València en 2015 y 2019. Secretario de grupo Municipal por Compromís en el Ayto de València

Ada Colau, Pablo Iglesias, Mònica Oltra e Íñigo Errejón durante el mitin en Palma en una imagen de archivo.- EFE
Ada Colau, Pablo Iglesias, Mònica Oltra e Íñigo Errejón durante el mitin en Palma en una imagen de archivo.- EFE

El pasado 4 de mayo se escenificó el final de una era política en España. Con el anuncio de Pablo Iglesias de abandonar la política se pone punto y final a la década vertiginosa que inauguró el 15M, en la que España se abrió en canal para mostrar lo mejor y lo peor de sí misma: ciudadanía autoorganizándose, pluripartidismo, solidaridad, pero también crisis, corrupción, descrédito institucional y resurgimiento del fascismo.

Lo que Podemos no vio

En este carrusel, que es la política de hoy en día, que gira y gira cada vez a más velocidad, donde los proyectos nacen y mueren en cuestión de pocos años y los líderes se consolidan o salen despedidos por la fuerza centrífuga más pronto que canta un gallo, debemos esforzarnos, todavía más, por bajar las revoluciones. Solo desde el sosiego y la mirada larga es posible analizar qué está pasando para así poder prever que pasará.

Observo con preocupación que muchas reflexiones que en la última semana se están dando sobre el futuro de la izquierda ponen el foco en los resultados de Unidas Podemos en el 4M, en la deriva regresiva de la formación morada en las diferentes contiendas electorales, en el post-Iglesias o en el ya anunciado Vistalegre 4 (por cierto, 4 congresos en 7 años, por aquello que decía de la velocidad inhumana a la que discurre todo). Una pregunta sobrevuela artículos, vídeos de youtube y podcasts: ¿Qué estamos haciendo mal? Y con toda humildad, permítanme que les diga que la pregunta es del todo incorrecta. La pregunta que la izquierda española debería hacerse es: ¿Qué hicimos bien?

Hubo un punto en el tiempo, en aquellas generales de 2015, donde Podemos y sus confluencias alcanzaron el 20,83% del voto y fue posible creer. Donde el desborde se produjo en las urnas. Donde se conectó por fin, con una mayoría ciudadana transversal. Es ese punto en el tiempo el que nos debería servir de faro y de guía. Creo que se lo ha menospreciado, que se hace una lectura simplista, que se asocia aquellos resultados a un estado de ánimo concreto y efímero, al momento de abertura más amplio de la ventana de oportunidad. Ya está. Lo supimos aprovechar lo mejor que pudimos. Lo hicimos, pero ese momento ya pasó. De nuevo, permítanme que discrepe.

Hay una cosa que Podemos no vio de aquellos resultados: la enorme potencialidad de la dimensión nacional/territorial. Y no lo hizo porque la izquierda española no suele tener en cuenta el tercer eje (el nacional/territorial) para analizar la realidad española y cede así, un campo de juego enorme a la derecha y a las izquierdas territoriales.

En 2015, el gran dato de los resultados de Podemos es que no fueron (solo) de Podemos. España reventó por las costuras, por las periferias.

Porcentaje de voto a Podemos en las elecciones de 2015 por comunidad autónoma
Porcentaje de voto a Podemos en las elecciones de 2015 por comunidad autónoma

Las comunidades autónomas donde se obtuvieron mejores resultados fueron, por este orden: Euskadi (26,17%), Galicia (25,28%), País Valencià (25,28%), Catalunya (24,88%), Canarias (23,45%), Balears (23,26%). Todos ellos territorios autodefinidos como nacionalidades históricas, cinco con lengua propia y en tres de ellos (Galicia, País Valencià y Catalunya) con candidaturas de confluencia con fuerzas del propio territorio. La siguiente en la lista sería Navarra, por cierto.

Podemos en 2015, con su discurso confederal-plurinacional y su política de alianzas territoriales dio signos de que existía una voluntad de articular una nueva vía que contemplara lo nacional/territorial como consustancial al proyecto de transformación del Estado. Un espacio político que apeló a esa gente que quiere cambios profundos en lo social y lo económico en un sentido progresista y se encuentra en ese enorme espacio nacionalmente huérfano que hay entre la idea de España de la derecha y el quererse independizar de España sí o sí, como sea y ya.

Tras aquella etapa y sobre todo tras Vistalegre 2, Podemos decidió (seguramente de manera inconsciente) replegarse poco a poco para volver al lenguaje, la estética y las formas de Izquierda Unida, no supo abonar y cuidar aquella plurinacionalidad que pregonaba. A la externa, desatendió sus acuerdos con fuerzas como Compromís, llegando incluso a tacharlos de "conservadores" y a la interna no supo dar encaje a los anhelos de vehicular proyectos en clave autocentrada en cada territorio, caso paradigmático ha sido el de Teresa Rodríguez y Andalucía.

La pelota en la "teulada"

La izquierda española, con Podemos y sus confluencias quiso en 2015 ofrecer una idea de España diferente, pero no supo hacerlo. La deserción de la izquierda española de articular un espacio político en clave confederal/plurinacional y su repliegue a la zona de confort, ha conducido al momento actual de preocupante debilidad de la formación morada que se ve además acuciada por su incapacidad para marcar mínimamente la agenda en el gobierno del Estado.

Enfrente tiene una derecha crecida, secuestrada por la estrategia de los tres tercios trumpista, es decir: un tercio de discurso clásico de extrema derecha, un tercio de neoliberalismo salvaje y un tercio de paranoia conspiranoide. Aderezado aquí, eso sí, con el rancio españolismo de siempre, con la monarquía, los toros, la caza, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, el machismo y la xenofobia de siempre pero esta vez simplificado en tamaño pulsera y video de 15 segundos en TikTok con niños de 14 años. Enfrente tiene también un PSOE reconvertido en partido de centro que sobrevive como sostenedor del decadente régimen existente impedido de toda capacidad transformadora.

Existen, sin embargo, motivos para la esperanza que surgen nuevamente sólo cuando nos ponemos las gafas del eje nacional/territorial. Si lo hacemos, seremos capaces de alzar la vista por encima del muro de la M-30, en el cual España ha desaparecido fagocitada por un Madrid que ha convertido en generales sus intereses particulares y podremos ver que existe vida más allá: el BNG en Galicia, EH Bildu en Euskadi, Compromís en València, Esquerra, CUP y Els Comuns en Catalunya... y ahora también, sin necesidad de mirar más allá del muro, Más Madrid en Madrid, que ha sido capaz incluso de desbancar al PSOE, hecho histórico donde los haya. El paulatino declive de Podemos está coincidiendo en el tiempo con el auge (o resistencia) de otras izquierdas territoriales y para el ojo entrenado, si se miran los números, es posible adivinar que aquel espacio que permitió el desborde en 2015 no fue efímero, sigue existiendo, a su manera, en cada territorio, en cada contienda electoral, aún hoy, 6 años después.

Parece, por tanto, que la pelota está ahora en el tejado de las izquierdas soberanistas y territoriales, que deberán afrontar ellas ahora la paradoja de España y las izquierdas. Esa que, básicamente, viene a decir que en España existen una Izquierda española y varias izquierdas periféricas. A la primera le gustaría ofrecer una idea diferente de España (una idea desde la izquierda), pero no sabe cómo hacerlo; las segundas saben y pueden ofrecer una idea diferente de España, pero no quieren hacerlo.

Izquierda se escribe en plural

No se puede gobernar España si no se tiene un proyecto para España. No se puede transformar España si no se tiene un proyecto para España. Ni siquiera se puede votar el encaje o no de un territorio en España si no se tiene antes un proyecto para España que lo permita.

Esta debería ser la lección que las izquierdas (española y periféricas) extrajesen de lo acontecido en la última década, desde el 15M al 4M pasando por el 1 d’Octubre. Es una lección dura, es una lección difícil, es como cuando te vas haciendo adulto y te vas dando cuenta de que determinadas cosas no pasan porque sí y que si quieres que pasen, eres tú el que debe hacerlas.

En un momento en el que la derecha está a la ofensiva, librando la batalla cultural en ámbitos donde hasta ahora no se había atrevido a entrar; es hora de que las izquierdas hagan lo propio. Se le ha de disputar a la derecha también el terreno nacional/popular. No podemos resignarnos a aceptar con pasmosa pasividad que España sea toros, fascismo y valores rancios. Ya no. Ya basta. Ya basta también del cuanto peor mejor. Ya basta del Spain is a fascist state que no se acompaña con ninguna propuesta de cómo cambiar eso que no sea un canto de sirena del independentismo mágico.

No podemos continuar impávidos mientras nuestros adolescentes se tumban en su cama de piso de extrarradio alquilado por sus padres a un precio abusivo, con una pulsera rojigualda en la muñeca y el sueño de convertirse en youtuber andorrano en la mente. Es la historia de siempre, la de la España y la AntiEspaña, solo que en esa, siempre pierden los mismos. Perdemos siempre, pero de hecho somos más. Somos muchos. Los que no compramos la idea rancia de España, los que estamos orgullosos de la riqueza cultural y plurinacional. Los que estábamos en 2015, estamos también ahora.

Es posible construir una alternativa desde abajo hacia arriba, desde cada pueblo y cada barrio. Hablando de lo pequeño y de lo importante. Lo hacen las izquierdas territoriales, lo estamos viendo en el Govern del Botànic en València, por ejemplo. Lo hemos visto el 4M en Madrid, lo vimos en las elecciones gallegas y en las vascas, también las catalanas. Solo hay que dar un paso más, dar el salto desde lo nacional a lo plurinacional. Desde lo autonómico a lo estatal.

Existe un espacio huérfano, que está pendiente de articulación política. Progresista, feminista, verde y plurinacional. Solo hay que salir de la zona de confort, romper la paradoja de las izquierdas y España. Dejar de ser AntiEspaña para ser AlterEspaña, es decir, ofrecer a nuestros conciudadanos un proyecto atractivo, moderno, plural, europeo, social... donde quepan todas las reivindicaciones, que sea reformista, que sea superador del régimen del 78. Que sea catalán en Catalunya, valenciano en el País Valenciano y madrileño en Madrid. Por ello, será necesaria la horizontalidad, las izquierdas han de hablarse de tú a tú y el proyecto debe ser tan amplio como plural, ha de ser de todos y no ha de pertenecer a nadie. Ha de tener muchos centros pero ninguna capital, pues ha de representar a muchos y muy diversos.

Hablo, en definitiva, de una plataforma confederal y plurinacional que aúne a las izquierdas territoriales en pie de igualdad para tratar de ofrecer una alternativa capaz de multiplicar resultados en base a la transversalidad y el programa de mínimos. Cocinada a fuego lento, sin las prisas que nos marca el adversario, empezando por lo que nos une, que es mucho. El reto no es fácil, el coste de intentarlo puede ser grande. De lo que estoy convencido es que el coste de no intentarlo, será mucho mayor. Somos nosotros o su España. Y la suya da miedo, qué quieren que les diga.

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