Otras miradas

Ceuta, Melilla, la inmigración… y el Sahara Occidental

Juan Soroeta Liceras

Profesor de Derecho Internacional público de la Universidad del País Vasco

Ceuta, Melilla, la inmigración… y el Sahara Occidental
Un soldado del Ejército de Tierra conduce a un inmigrante tras salir del agua en la playa de El Tarajal, en una jornada en la que Ceuta espera en calma tensa una nueva jornada tras la entrada masiva de 8.000 personas desde el lunes- EFE/Brais Lorenzo

En tan solo dos días más de 8.000 personas han "conseguido" llegar a Ceuta procedentes de Marruecos. ¿Una nueva crisis migratoria?, ¿nos enfrentamos a un problema similar al de Grecia o Italia? Como ya imagina el lector, la respuesta es negativa. Este fenómeno poco o nada tiene que ver con el problema de la inmigración masiva en el Mediterráneo, donde quienes consiguen alcanzar las costas griegas o italianas llegan huyendo de la guerra. En el caso de Ceuta, Melilla, pero, sobre todo, del Sahara Occidental, esta inmigración no solo es tolerada, sino alentada y organizada por nuestro vecino del sur.

Y no es un problema nuevo. Desde hace al menos dos décadas, cada vez que se ha producido un mínimo acercamiento de España o de la Unión Europea al pueblo saharaui, Mohammed VI ha utilizado sin disimulo el grifo de la inmigración, que abre y cierra a su antojo, para chantajear y amedrentar a ambos... con excelentes resultados. Sé que son palabras gruesas, pero la cruda y dura realidad es que Marruecos (y me refiero a su gobierno y a su monarquía; no al muy digno pueblo marroquí, que es víctima de ambos), ese Estado que se autodefine como "amigo y socio" de España (vecino, sin duda; socio, seguramente; pero... ¿amigo?), no solo permite, sino que organiza la inmigración ilegal, que supuestamente combate con las generosas ayudas de la Unión Europea... y de nuestro "inocente" país, que, con independencia de quien gobierne (¡qué decepción que Podemos haya olvidado de repente su apoyo aparentemente inquebrantable a la autodeterminación del pueblo saharaui!) rinde pleitesía a la monarquía medieval de Mohammed VI. Ayer mismo el gobierno español aprobó una ayuda de 30 millones de euros para ayudar a Marruecos a frenar la inmigración...

Es obvio que esta "crisis" tiene en su origen en la autorización que concedió el gobierno español a Brahim Gali, presidente de la República Árabe Saharaui Democrática, que es miembro de la Unión Africana y que ha sido reconocido por más de 80 Estados, y del Frente Polisario, movimiento de liberación nacional que es reconocido por la ONU como "único y legítimo representante" del pueblo saharaui (y no "un dirigente polisario", como malintencionadamente lo califican en algunos medios españoles), para ingresar en un hospital y ser tratado de la Covid-19.

Ante las quejas marroquíes por haber aceptado acoger en un hospital al señor Gali, en una muestra más de la pusilanimidad de nuestro país, la ministra González Laya se excusó diciendo que se le había acogido "por razones puramente humanitarias". El también ministro Grande Marlaska se había opuesto a esta decisión, porque conoce perfectamente hasta dónde puede llegar la megalomanía alauita, olvidando que, cuando ejercía como juez en la Audiencia Nacional, estableció en un auto de 2014 que España sigue siendo la potencia administradora. Y que, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas, el deber de la potencia administradora es defender el derecho del pueblo (en este caso el saharaui) a su libre determinación.  Que, lejos de hacerlo, España hace justo lo contrario, apoyando sin escrúpulos la ocupación militar marroquí, personándose incluso en los procedimientos que se desarrollan ante el TJUE, para defender la explotación ilegal de sus recursos naturales. Acoger a Brahim Gali en un hospital español no es un acto humanitario. Es una obligación.

Teniendo en cuenta que la frontera entre Argelia y Marruecos está cerrada desde los años sesenta del siglo pasado... y que el Sahara Occidental está cercenado por un muro de 2.700 kms. que cierra el acceso a la costa desde los años ochenta, ¿alguien puede explicar cómo consiguen llegar los inmigrantes subsaharianos a las costas del Sahara Occidental y Marruecos? No se trata de que la policía marroquí mantenga una posición pasiva ante la salida de inmigrantes de su país; es que es la propia policía quien la organiza. Hemos visto imágenes de policías marroquíes abriendo las puertas para dejar pasar a los inmigrantes. Pero hace años que organizan la salida de pateras desde la costa saharaui y marroquí.

Es sabido que, poco antes de abandonar el cargo, Trump hizo pública su decisión de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental, a cambio de que Marruecos estableciera relaciones diplomáticas con Israel, un Estado que, por otra parte, mantiene una situación jurídicamente idéntica a la de Marruecos en el Sahara occidental: la de potencia ocupante, en violación del Derecho internacional. Esta decisión, contraria sin matices al Derecho internacional envalentonó al rey alauita, que, al objeto de avanzar en su camino hacia la anexión del territorio saharaui, movilizó a sus (escasos) aliados africanos, mediante una campaña de apertura de consulados en el Sahara Occidental. Llevado sin duda por una euforia desmedida, e infravalorando a los Estados que tiene enfrente, Marruecos pretendió que la Unión Europea y sus Estados siguieran los pasos de Trump. El primer Estado que se negó abiertamente a ello fue Alemania, a quien Marruecos... ¡exigió explicaciones! Acostumbrados a la extorsión y a la corrupción, sus dirigentes pensaron que Alemania cedería a presiones tan burdas.

Pero tampoco España escapó a esta presión. Marruecos pretendió que la oficina que ejerce como oficioso consulado español en el Sahara Occidental (en especial, tramita y realiza autorizaciones de certificados administrativos a la población saharaui con nacionalidad española, así como a sus descendientes), la Depositaría de los Bienes Españoles en el Sahara, vulgarmente conocida en El Aaiún como "la Casa España", se convirtiera oficialmente en consulado español en Marruecos. En esta tesitura, España decidió cerrar esta oficina, con el argumento de la ministra de Asuntos Exteriores de que "había que poner un poquito de orden para asegurarnos de que no incurre en actos jurídicos para los que no tiene autorización ni capacitación" (sic). Una muestra más del pánico que produce a nuestros gobiernos (realmente da igual su color) las amenazas marroquíes.

Seguramente Marruecos ha medido mal sus fuerzas y ha ido demasiado lejos. Alemania ha llamado a consulta a su embajadora. España ha hecho lo propio. Pero parece que la monarquía alauita no va a cejar en su empeño. Uno no sale de su asombro cuando escucha a la embajadora marroquí amenazar ante las cámaras a España diciendo que "hay actos que tienen consecuencias y se tienen que asumir". Esperemos que asuman esa frase cuando les toque pagar las vajillas enteras que están rompiendo.

Es hora de que España y la Unión Europea despierten. De que se den cuenta de que la solución a la inmigración no es construir muros, sino contribuir al desarrollo de los países de los que huyen sus ciudadanos en busca de una vida mejor. Que la ayuda que dan a países como Marruecos en nada contribuyen a su desarrollo, porque van a engordar las arcas de su millonario jefe de Estado que la dispendia sin complejos ante los ojos complacientes de los dirigentes franceses en su capital. El hecho de atacar por primera vez de forma abierta la cuestión de la integridad territorial española en Ceuta u Melilla ha hecho despertar el nacionalismo más rancio. Pero quizás sea esa el gran error marroquí. En este país sabemos mejor que nadie lo que puede hacer el nacionalismo...

Mientras tanto, en el Sahara Occidental hay una guerra, la única salida que ha dejado la comunidad internacional al pueblo saharaui. La represión se ha extendido por todos los territorios ocupados, donde se violan sistemáticamente los derechos humanos de la población, ante la mirada impasible de la potencia administradora, más preocupada por no enfadar al Jefe de Estado de un país que es un auténtico polvorín, ya que en el Rif la situación no es mejor que en el Sahara Occidental, y donde auténticos presos políticos cumplen condena de cadena perpetua.

Sin justicia no hay paz. La paz de los vencedores no ha sido nunca la solución. En 1991 Marruecos y el Frente Polisario firmaron libremente un plan de paz que preveía la celebración de un referéndum de autodeterminación. El censo fue ya concluido con éxito en 2000, momento en el que Marruecos, que era consciente de que perdería el referéndum, anunció que nunca aceptaría su celebración. Esa es la única solución para poner fin a esta tragedia, de la que los españoles somos en gran medida responsables

Termino con una frase de José Saramago, a quien tanto echamos de menos:

"Si el poder de Marruecos termina subyugando al pueblo saharaui, este Estado, admirable por otras cosas, habrá obtenido la más triste victoria, una victoria sin honor, sin brillo, construida sobre las vidas y los sueños de un pueblo que quiere vivir en su tierra, en paz con sus vecinos, todos juntos, para convertir el continente en un lugar más habitable"

 

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