Otras miradas

Neorruralismo: la esperanza de una nueva sociedad

Anita Botwin

Neorruralismo: la esperanza de una nueva sociedad
Pueblo abandonado en España. Efeagro/Brais Lorenzo

"La verdadera jungla no está fuera, quién sabe dónde, sino en la ciudad, en la metrópoli, en aquella compleja telaraña en que hemos transformado la vida, y que sólo sirve para limitar, estorbar o inhibir a los espíritus libres". Henry David Thoreau

Durante el confinamiento más estricto fuimos conscientes de nuestras carencias y limitaciones, de lo que supone el encierro en la gran ciudad sin más opciones que enfrentarnos a nosotros mismos y a nuestros demonios, sin posibilidad de escapar hacia ninguna parte. Fue entonces y solo entonces cuando en algunas mentes surgió la idea de repensarse y repensar el espacio que habitamos. En cuanto abrieron las fronteras, quien pudo se largó al campo y la sierra de Madrid parecía la cola del Primark en Gran Vía. Quien más quien menos, éramos un dominguero más, personas con ansias de libertad y de conectar con lo verde, aunque supiéramos más bien poco de ese bosque habitado y de sus plantas (más allá de lo que nos dijera la aplicación del móvil).

Algunos más valientes, o con más posibilidades, decidieron directamente marcharse a lo rural. La ciudad ya había dejado de ofrecerles lo que en un momento les parecían posibilidades, cine, teatro, cultura, ocio, parques (cerrados ahora a cal y canto)... Cuando todo ello dejó de ser algo posible o menos viable, se exploraron otras opciones. El precio abusivo del alquiler, la falta de servicios y el deterioro de los mismos fruto de años de recortes y privatización, la contaminación, el ruido, el caos, la falta de tiempo, producir consumir-consumir producir y a dormir (ansiolíticos mediante en muchos casos), empujaron a muchos a buscar otras opciones más vivibles y respirables. Muchos perdieron el trabajo y quienes lo conservaron fue en gran parte en condiciones de precariedad.

Ahora ese éxodo al mundo rural tiene un término, neurrorural y define a aquellas personas que en un momento de sus vidas, y movidos por motivos personales, afectivos, laborales o económicos, decidieron abandonar las ciudades y regresar a los pueblos, ya al inicio de los años ochenta. La visión idílica y poética del medio rural por un lado y el arraigo familiar de segundas y terceras generaciones de inmigrantes que marcharon y regresan ahora son dos de los aspectos que hacen que sean muchos quienes escojan habitar la España vaciada de nuevo.

Sin embargo, tras la idealización y romantización de vivir en el mundo rural, se encuentran las carencias de servicios e infraestructuras que dificultan necesidades básicas para los habitantes de estas poblaciones. Existe, por tanto, la queja hacia un Gobierno que da las espaldas a la España vaciada, demasiadas promesas y pocos hechos. En muchas localidades no tienen servicios básicos y para encontrar un consultorio médico tienen que recorrer kilómetros; o tienen falta de alcantarillado y de asfaltado; carencia en la conectividad que dificulta el teletrabajo, ausencia de escuelas, tiendas para lo más básico...


Por otro lado, los pueblos sufren para que la ciudad tenga más recursos: generadores, macrogranjas, embalses... Por ello, organizaciones en defensa del entorno rural, grupos ecologistas y conservacionistas reclaman una moratoria de los proyectos eólicos en trámite. El despliegue de aerogeneradores tiene consecuencias directas en la biodiversidad, pero también está empezando a afectar al precio de la tierra y a actividades como el turismo rural, además de como denuncian desde Unidas El Escorial "una radical modificación de hábitos de vida y del medio físico y natural".

"Nosotros preferimos que venga más gente a vivir aquí, así a lo mejor nos ponen más trenes", contaba una habitante de Santa María de la Alameda, un pueblito de la Comunidad de Madrid. En ese sentido, es una de las mayores reclamaciones que hacen los habitantes de estas localidades. La gente de muchas zonas de la España rural se enfrenta a esta carencia. Por ejemplo, en El Pimpollar de la Comunidad de Madrid tan solo pasan dos trenes de cercanías al día con un coste de billete muy elevado. "Me planteo si todo el mundo se puede permitir 20 euros diarios de transporte o coger el coche con el gasto y contaminación que suponen para llegar al curro a una hora de Madrid".

Por esa misma falta de servicios y de olvido institucional, las gentes de la España vaciada y rural, se organizan y colectivizan servicios, como compartir el automóvil, realizar compras para vecinos, organizan trueques o regalar objetos que ya no usan.  La neorruralidad es sobre todo la idea de vivir de una manera más sostenible, con una cada vez mayor conciencia ecologista de la sociedad, un mayor consumo responsable y un cuidado de la naturaleza y recursos, pero también de la vecindad, generando redes de apoyo sólidas y robustas.


Otra habitante de El Pimpollar, también de la Comunidad de Madrid comenta "creo que la vida rural tiene muchas limitaciones por falta de infraestructuras. Lo positivo es que a nivel humano,  hacer comunidad es mucho más sencillo porque pierdes mucho del anonimato y del individualismo y es más fácil pertenecer a esa comunidad".

Y es esa idea de la colectivización y de cuidar en lo común, en la que nacen proyectos de autogestión y repoblados como el de Anieto, en Aragón, el de Fraguas Vive en Guadalajara o La Casta en Zaragoza. Y es esa misma idea de la colectividad, en la que al unirse los habitantes con espontánea generosidad, están dando luz a una sociedad nueva.

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