Otras miradas

¿Cuántos 'casos aislados' se necesitan para hablar de una sociedad racista?

Paula Guerra Cáceres

Expresidenta de SOS Racismo Madrid

Un joven migrante intenta escapar de las naves del Tarajal en Ceuta mientras es perseguido por dos policías. -Jairo Vargas / ARCHIVO
Un joven migrante intenta escapar de las naves del Tarajal en Ceuta mientras es perseguido por dos policías. -Jairo Vargas / ARCHIVO

En menos de una semana hemos asistido a dos ataques racistas en la región de Murcia: el asesinato de Younes Bilal el pasado domingo 13 de junio en un bar del puerto de Mazarrón, quien falleció después de recibir tres disparos a quemarropa por parte de un exmilitar que gritaba "moros de mierda"; y el apuñalamiento, cuatro días después, de una mujer ecuatoriana cuando se dirigía a la cola del economato de Caritas, en Cartagena. Según testigos, su agresora le espetó: "¡Sudaca! ¡Nos quitan la comida!".

De ambos casos se ha dicho que se trata de "hechos puntuales". Lo dijo el alcalde de Mazarrón y también una consejera de Cáritas. El problema con esta afirmación, que también repiten algunos medios, es que se termina convirtiendo en una verdad tácita asumida por la sociedad en su conjunto, lo que impide abordar la problemática del racismo con una perspectiva de debate político.

A quienes militamos en el antirracismo nos llama la atención que ambos sucesos, sobre todo el asesinato de Younes Bilal, no hayan dado paso a una gran reflexión nacional sobre las consecuencias del racismo en la vida de las personas racializadas. Y por eso nos preguntamos, ¿Cuántos casos aislados tienen que ocurrir para que las instituciones y la opinión pública comprendan y acepten que en España el racismo es estructural, que en España el racismo mata?

Lejos de tratarse de casos aislados, estos ataques se producen en un marco continuo de violencia física, simbólica e institucional. De hecho, solo la semana pasada se produjeron otras dos agresiones racistas: en Lleida un hombre senegalés recibió una brutal paliza por parte de cinco jóvenes que lo subieron a un coche con la promesa de darle trabajo (lo denunció el propio alcalde de esta ciudad), y en Huelva un hombre marroquí recibió patadas y golpes con un azadón por un empresario de la fresa de Moguer tras pedirle que le pagara una deuda por 51 días de trabajo.

Si a estos ataques físicos, que se producen de manera constante, le sumamos la violencia simbólica expresada en esa narrativa que inferioriza a la persona racializada presentándola como ignorante, salvaje y a la vez peligrosa, y le añadimos toda la violencia institucional reflejada en leyes, dispositivos y aparatos racista de estado como la Ley de Extranjería, la existencia de los CIE, las paradas racistas y las políticas migratorias, lo que vemos es que en España el racismo no es un conjunto de anécdotas, sino un problema social sistémico.

El racismo no surge con Vox. Vox es producto del racismo

La mayoría de los análisis apuntan a Vox como el gran culpable de la emergencia o "incremento" del racismo en España. Esta afirmación requiere un poco de análisis. Es cierto que el discurso abiertamente racista de Vox ha venido a normalizar discursos que antes se decían con la boca pequeña, y eso indudablemente crea un estado de ánimo social propicio para la propagación del odio. Tener un partido político que organiza manifestaciones frente a centros de menores extranjeros no acompañados en las que les vincula con manadas de violadores, que utiliza a estos mismos niños y niñas para ganar votos mintiendo sobre el dinero que reciben por parte del estado, y que lanza constantemente todo tipo de bulos sobre la población migrante, tarde o temprano termina legitimando el odio hacia esta comunidad.

Sin embargo, un breve repaso por la historia es suficiente para entender que el racismo está lejos de ser un producto de Vox. El racismo, como todo sistema mayor de opresión, tiene un largo recorrido histórico que, en el caso concreto de España, se remonta a la persecución de judíos y musulmanes durante la conquista del Al-Ándalus, al posterior surgimiento del racismo antigitano, y luego al genocidio y esclavitud que se produjo tras la conquista de América.

Pero sin ir tan lejos en el análisis, y con el fin de hacer pedagogía con ejemplos más contemporáneos, basta con preguntarse, ¿de cuándo es la ley de extranjería que condena a miles de individuos a la irregularidad administrativa y, por tanto, a trabajos de semi-esclavitud y sueldos de miseria?, ¿cuándo surgen los CIE, esas cárceles racistas donde se recluye a seres humanos que no han cometido ningún delito y en los que han muerto personas como la congoleña Samba Martine, el año 2011, por no recibir atención médica oportuna pese a que la pidió en reiteradas ocasiones?, ¿cuándo asesinaron a Lucrecia Pérez?, ¿de qué año son las circulares del Ministerio del Interior en las que se ordenaban cuotas de detención de migrantes sin papeles?, ¿desde hace cuánto tiempo mueren cientos de miles de personas en el Mediterráneo?

Obviamente, no se puede despojar a Vox de su responsabilidad en la propagación del discurso racista, Hay que seguir desmontando todas sus mentiras y denunciar sus discursos de odio. Pero al mismo tiempo, hay que comenzar a hablar de racismo estructural y a debatir sobre la violencia racial que ejerce el estado sobre los cuerpos y vidas de las personas racializadas, así como de la responsabilidad política que tienen todos los partidos políticos (sin excepción) en el mantenimiento de esta violencia.

El primer paso para abordar un problema es hablar sobre él, y hacerlo sin eufemismos ni metáforas. Igual que hemos sido capaces de afirmar que vivimos en una sociedad que es estructuralmente machista, es preciso reconocer que vivimos en una sociedad que también es estructuralmente racista. Dejemos ya de hablar de casos aislados. Dejemos ya de situar la culpa solo en un partido político. El racismo no existe por Vox, por el contrario, la existencia de Vox es posible porque existe ese racismo estructural histórico, del que no nos libraremos hasta que toda la sociedad en su conjunto se reconozca como racista y decida hacer algo al respecto.

 

 

 

 

 

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