Otras miradas

Alguien está alucinando y no son cuatro “hippies ecologistas”, alguien está protestando y no son cuatro “perroflautas anticapitalistas”

Jordi Estévez

Catedrático de la Universidad Autònoma de Barcelona (Jubilado)

Vista de la bahía de Roses.
Vista de la bahía de Roses.

Desde 1977 la lucha obstinada de una juventud comprometida, que luego se transformó en personas de primera línea en el campo de las ciencias ambientales, la ecología y la economía, consiguió -a costa de recibir palos, menosprecio y acosos- evitar una serie de desastres urbanísticos y, finalmente, la constitución de tres parques naturales en la comarca de l'Empordà. Así se convirtió la bahía de Roses en una de las más bellas del mundo y candidata a Reserva de la Biosfera. Un paisaje, atractivo turístico nacional e internacional de primer orden, a donde escaparse después del trabajo y de la COVID.

Ahora un holding presenta un proyecto megalómano -delirante- de macro-parque eólico marino, que amenaza esa joya de la conservación y el comprometido equilibrio en nuestro sacrificado Mediterráneo.

Se proponen hasta 65 mega-generadores, de una envergadura mucho mayor que cualquiera de las existentes, que con sus palas llegarían a 352 metros de altura. Unas palas que son más largas que la altura de las torres tradicionales de la Sagrada Familia de Barcelona. Un macroparque que ocupará el equivalente a 1400 campos de futbol, que excede la capacidad de las estaciones eléctricas existentes.

Una instalación que tapará todo el horizonte de esa bahía, que entierra toda la pretensión de sostenibilidad y ejemplaridad de equilibrio, compromete la industria turística, colapsa la pesca -otra de las señas de identidad del territorio- y perjudica descaradamente la agricultura cuarteando el país con una nueva línea de muy alta tensión.

Un exceso -aderezado con falsas promesas de miles de puestos de trabajo- que se ha concebido rápidamente para chupar fondos europeos. Un proyecto que se presenta así -batiendo records de la desmesura- para atraer fondos de petroleras, que buscan reciclarse frente al agotamiento de su fuente de beneficios- y para poder camelar a políticos distantes. Una desmesura expresamente diseñada para poder luego regatear a la baja y exhibir una buena "voluntad de diálogo" frente a la oposición (que la hay).

El proyecto ha contado con la ayuda de un lápiz anónimo de un oscuro despacho en una subsecretaria. Una mano que ha dibujado en el proyecto de ordenación del espacio marítimo un circulo que permite justamente encajar este proyecto en lo que era zona de exclusión para parques eólicos marinos.

Ese desatino, si nadie lo evita, es posible que sea bendecido por políticos para ahorrarse pensar o considerar alternativas más sostenibles. Estas otras soluciones, aunque ya existen, les pueden suponer un mayor esfuerzo de coordinación y un menor beneficio para los oligopolios que engrasan algunas maquinarias políticas.  Nos  darán la excusa de que "nos lo exige Europa". Pero Europa no exige que se favorezca a los oligopolios, no impone que en España paguemos la electricidad más cara de todas. La ciudadanía europea probablemente prefiere ser la dueña de su electricidad que engordar multinacionales. Hemos elegido a esos políticos para defender nuestros intereses y no para regalar caviar a las multinacionales energéticas. Aunque, visto lo visto, las eléctricas también dejan caer algunas miguitas del pastel para políticos jubilados.

Los ciudadanos y las ciudadanas hemos crecido y ya no nos chupamos el dedo. Sabemos que existen esas alternativas mejores, ecológicas y sostenibles, respetuosas con el territorio, la economía y más justas.  Y, además, somos capaces incluso de diseñarlas como demuestra el proyecto Emporion 21 que, como otros que van surgiendo en todo el territorio, proponen una solución fácil y rápida a la demanda y a la generación de energía limpia. Que proyectos que demuestran que se puede generar la misma cantidad de energía sin perjudicar a la agricultura, la pesca, el paisaje, la fauna y la flora marinas...

Han sido muchos los esfuerzos invertidos. Son muchas las empresas que habían apostado por un turismo racional y que han encajado los golpes de la crisis del 2008 y del COVID 2020, para que ahora se desvíen fondos europeos New Generation a esos oligopolios sin conciencia (ni siquiera ecológica). Esos recursos deberían dedicarse a favorecer la recuperación de una economía que incentive iniciativas mejores y racionales y no esos macro-parques que parecen salidos de algún delirium tremens de ingenieros que no han estado nunca en nuestras costas.

Las alternativas son técnicamente posibles ya. Socialmente estamos preparados. Nunca había habido tal consenso entre ecologistas, agricultores, pescadores, empresarios del turismo y de la construcción. Nunca la oposición a un proyecto había conciliado a gente de todo el arco político desde la extrema izquierda hasta la derecha racional. Y es que es muy rentable para la sociedad en general en todos los aspectos. Lo único que todavía nos falta son políticos a la altura del momento histórico que sepan liderar esa revolución verde no desarrollista. Porque podríamos decir que históricamente estamos en la encrucijada entre engrosar la barbarie o iniciar un nuevo modelo global. La descentralización de la producción de la energía, el autoabastecimiento significa un paso de gigante hacia un tipo de sociedad mucho más equilibrada, humana y solidaria.

Dicho esto, debo confesar que no soy uno de aquellos pioneros ecologistas del primer momento. En 1977 estaba en mi burbuja en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas haciendo mi tesis sobre la fauna prehistórica. Y llegué entonces a la conclusión de que fuimos los humanos los que ya en esa remota Prehistoria contribuimos decisivamente a la extinción de muchas especies animales. MI toma de conciencia ecológica definitiva se produjo demasiados años después, cuando, en un proyecto de investigación de nuestro equipo subvencionado por la Unión Europea en el remoto Canal Beagle, nos cercioramos de la rapidez y la envergadura del cambio climático global. Pudimos demostrar, también allí, que en sólo 100 años el capitalismo intensivo ha producido un calentamiento sin precedentes en la Historia del planeta.

De esa conclusión -como de la de muchas otras investigaciones- que transmitimos a la Comisión de la UE han pasado casi 30 años y se ha movido demasiado poco.

¿Qué va ser ahora de las advertencias de decenas de personas de diferentes especialidades científicas de universidades y del CSIC que han hecho público un manifiesto sobre la inconveniencia del macro-parque eólico marino Tramuntana?

Más Noticias