Otras miradas

El incendio de Navalacruz (Ávila) y los retos del cambio climático

Nuria Blázquez Sánchez

Ecologistas en Acción

Vista del incendio en el término abulense de Navalacruz. E.P/Rafael Bastante
Vista del incendio en el término abulense de Navalacruz. E.P/Rafael Bastante

El incendio forestal de Navalacruz, que comenzó el pasado 14 de agosto, ha calcinado cerca de 22.000 hectáreas, según los datos oficiales de la Junta de Castilla y León. Esta autoridad le ha declarado el incendio más extenso de su historia, y también figura como uno de los mayores desde que hay registros en el Estado español.

No por casualidad, este record coincidió con otro dado a pocos kilómetros del lugar de inicio del incendio. Ese día la ciudad de Ávila batió su récord de temperatura más alta jamás registrada, 38,8ºC, más de un grado por encima de la anterior máxima histórica de la ciudad amurallada, 37,6ºC alcanzados en la intensa ola de calor de julio de 1995.

La conexión entre estos dos eventos es lo que la ciencia lleva años advirtiendo. Un planeta más caliente significa un aumento de las temperaturas, una disminución de la humedad ambiental que provocan unas condiciones para la propagación de incendios inusitado. En palabras de una persona que trabajó en las labores de extinción del incendio de Navalacruz "ardía como gasolina".

Sin embargo, este incendio no se ha producido en un enclave particularmente peligroso. Se trata de una de una zona de pastoreo, sobre todo de ganado vacuno (aquí se cría la famosa ternera de Ávila). De hecho, más de 16.000 de las hectáreas afectadas corresponden a superficie de asociaciones de matorral y pastizal, según el  Servicio de Gestión de Emergencias de Copernicus.  Por otro lado, parte de la zona afectada este año sufrió un gran incendio forestal de agosto de 2019, en la que se quemó una superficie de más de 500 ha que todavía no se habían recuperado y en la que apenas había vegetación además de más de unas 5.000 ha de superficie de roquedo o zonas con escasa o nula vegetación que dificultan la propagación del fuego.

Es decir, en otras circunstancias meteorológicas el incendio se hubiera podido controlar antes. Y en lugares de masas boscosas continuas la propagación sería aún más rápida con estas condiciones. Conclusión: el cambio climático nos pone ante una situación de extrema gravedad en la que las medidas que con otras circunstancias meteorológicas podrían frenar el fuego no lo hacen y por eso hay que actuar en consecuencia.

Es ahora que el incendio está enfriándose, pero todavía humea, cuando hay que tomar medidas. Las primeras, ayudar a las personas que han perdido bienes materiales.  En particular a ganaderas y ganaderos de extensivo y trashumantes que han perdido cabezas de ganado y zonas de pasto y han visto arder sus paquetes de paja y heno, porque su actividad no es solo imprescindible para mantener la vida en los pueblos, también contribuye a mantener la diversidad de estos montes. Además, debe aclararse la inusual tardanza en la actuación (más de 40 minutos en llegar los primeros medios a pesar de estar en zona muy accesible), porque esto no era admisible ni siquiera en tiempos de temperaturas más bajas.

Y de cara al futuro próximo, debe servirnos para recapacitar sobre lo que significa el cambio climático y sus consecuencias.  Este mes de agosto, el calor está siendo extremo en la región mediterránea, donde la Organización Meteorológica Mundial (OMM) está tratando de verificar una temperatura reportada de 48,8 °C en Siracusa (Italia). A la vez, los incendios han sofocados miles de hectáreas en esta región (Turquía, Grecia y ahora en Navalacruz).  A la vez, la OMM está advirtiendo que Europa debe prepararse para alcanzar los 50ºC y sus consecuencias.

No podemos demorar las medidas que nos permitan prepararnos para ese futuro cercano con altas temperaturas. En primer lugar, hay que recordar que aún es posible no superar los 1,5ºC de aumento de la temperatura global, y evitar los indeseables escenarios que ha dibujado el IPPC en su nuevo informe.  Debemos apostar por medidas contundentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y limiten la subida de la temperatura del planeta. Porque no podemos admitir las consecuencias de no hacerlo.

Además, debemos establecer medidas de mitigación que ayuden a la gente a sobrevivir y estar preparada ante adversidades como los megaincendios forestales. Las medidas tendrán que estar a la altura de las consecuencias de estos. Porque, como dice el profesor de incendios y cambio global  Víctor Resco de Dios  "Estamos entrando en una nueva realidad. Se trata de incendios que ya no podemos apagar y cuyo principal lo encontramos en el estado de la atmósfera".  La solución a un problema como los incendios forestales de gran magnitud nunca fue sencilla, y ahora lo es menos, pero tenemos que ser hacer todo lo posible por evitar las peores consecuencias.

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