Otras miradas

Vicepresidenta “do país”

Verónica Hermida

Secretaria de feminismos de Podemos Galicia

A mi tía, votante del PSOE de toda la vida, le encanta Yolanda Díaz. Eso me dice cada vez que nos encontramos. Que le gusta su solvencia en la gestión, sus formas de expresarse, o su "Mire usted, Sr Egea, le voy a dar un dato". El otro día ensalzaba su naturalidad y proximidad, cómo la interpela cuando Yolanda toca y agarra a la gente con la que está hablando de manera espontánea. "Es tan gallega", me decía. Y sí, la propia Yolanda Díaz se encarga de reafirmarlo cada vez que habla sobre alguno de los rasgos que constituyen su carácter. "Yo, como soy gallega", dice con ese mismo acento del que dos de mis mejores amigas- una de Mallorca y otra de Zaragoza-me decían "es que es tan agradable, las gallegas parece que no habláis, sino que cantáis".

La identidad gallega es algo transversal, puesto que nos atraviesa a todas las que vivimos esta tierra, a pesar de que hay quien quiere hacer de ella una marca registrada, o, lo que es peor, quien la niega. Pero, además, las identidades pueden ser factor de cohesión, tanto de los individuos que integran una misma identidad, como de aquellos que pertenecen a identidades diferentes, puesto que permiten establecer marcos sobre los que entablar la convivencia, siempre, por descontado, partiendo del mutuo reconocimiento. Frente quienes juegan a confrontar las distintas lenguas y culturas para imponer una concepción monolítica de lo que somos, deberíamos reivindicar esto último.

De algún modo, es lo que hace Yolanda Díaz desde la vicepresidencia segunda del Gobierno. Cuando, en su reciente y comentada visita al Papa Francisco, Yolanda Díaz le regala una edición de Follas Novas de Rosalía de Castro, lo que hace es poner en valor la diversidad y pluralidad del Estado español, y lo hace además con un obsequio de carácter personal, lo que, recordemos, también es político. En un contexto de contestación reaccionaria respecto a esta pluralidad, en el que la líder mediática –y mesiánica- de la derecha se erige como tal con un discurso de cañas y bares- que en Galicia habelos hailos y los reivindicamos, e incluso tenemos furanchos- pero también de madrileñismo y centralismo, precisamos más gestos como el de Yolanda. Porque la buena política también son los gestos, también es tocar y acercarse y, sobre todo, es reconocerse, aún que el de en frente se llame Francisco y sea Papa. Porque es sobre el reconocimiento del otro que construimos los marcos de la convivencia, eses que la extrema derecha quiere dinamitar, precisamente, negando al otro.

No se entiende que este sábado algunas de las principales críticas a Yolanda Díaz viniesen precisamente de gente que debería verse interpelada y reconocerse en ese gesto. Gente que también pensaría en regalar Follas Novas a cualquiera al que quisiera acercar Galicia. O sí se entiende, y da lástima comprobar que por táctica, torpeza o apropiación, se empequeñece esa identidad que se reivindica. No se es más o menos gallego o gallega. Se es gallego. Se es gallega. Reconozcámonos como tal.

Porque, además, más allá de consignas y estridencias, la identidad es una realidad que nos permea como la "morriña" y se expresa popularmente. Esto es lo que la fortalece y la asienta. En Galicia hay más de 70 formas de decir lluvia, la mayor riqueza toponímica del Estado Español se nombra en gallego y las manzanas, las nueces el vino y el queso son "do país". Lo mismo que la Vicepresidenta Yolanda Díaz.

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