Otras miradas

Marca España para yankees en el Benidorm Fest

María Corrales

Marca España para yankees en el Benidorm Fest
Un momento de la actuación de Chanel en la final del Benidorm Fest. /
RTVE

Pido perdón de antemano: este es un artículo escrito desde el cabreo. Por la oportunidad perdida. Por el robo al voto de la ausencia. Por quiénes han convertido el BenidormFest en una cuestión de debate público, pero lo tenían amañado de antemano. Pero, sobre todo, por la confabulación entre élites y supuestos patriotas que han preferido mandar a Eurovisión un subproducto de mirada yankee antes que aceptar que lo popular estaba del lado del plurilingüismo y el feminismo.

La victoria de Chanel impuesta por el jurado lanza un mensaje claro a la industria musical española: si quieres triunfar en el mundo haciendo música desde España debes adaptarte a la imagen que los yankees tienen de ti. Esa caricatura según la cual nuestro país y toda Latinoamérica, sin matices, vendríamos a ser, en el fondo, lo mismo. Poco importa la tradición musical y el arte expresado en los cambios culturales de época. Habláis castellano, seguramente "spanglish", y, al final, qué más me da, si lo importante es que hay sol y playa en todas partes. Y si no que se lo pregunten a Rosalía quién después del Mal Querer aprendió que para seguir creciendo había que aplicarse esta máxima a rajatabla.

No deja de ser curioso que este subproducto comercial hecho a imagen y semejanza de la mirada extranjera haya recibido apoyos notables por parte de supuestos defensores de la disputa por la nación española. Y es que parecería que para algunos la tradición, la maternidad y la patria solo valen cuando se enuncian bajo la rojigualda y la supuesta destreza de la extrema derecha. Ahora bien, si esta misma tradición y vínculos se defienden desde el feminismo o son cantados en gallego, euskera y catalán, lo de aceptar los parámetros de "las élites globalistas del mercado" parece que ya no molesta tanto.

Porque sí, Ay Mamá de Rigoberta Bandini es un himno feminista a pesar de las críticas que hemos escuchado, por un lado, del feminismo liberal, diciendo que ensalzar la maternidad iba en contra de las mujeres que deciden no ser madres; y, por el otro, de quiénes ha arremetido contra la catalana por usar en su canción una referencia a la "libertad guiando al pueblo" de Èugene Delacroix señalando el lienzo como machista.

En primer lugar (y eso vale para muchos otros debates), ni las canciones, ni las novelas, ni ningún producto cultural puede ser leído como un ensayo al que sí debe exigírsele un diálogo con todos los aspectos de la cuestión que pretende abarcar. Ay Mamá es un canto a la alianza intergeneracional entre las mujeres. Un homenaje a las tareas invisibles de nuestras madres quiénes muchas veces ni siquiera tuvieron la oportunidad de aspirar a ese feminismo liberal, por otro lado, ampliamente representado en un país dónde Zara y el Santander están dirigidos por mujeres.

En segundo lugar, analizar un cuadro de 1830 como si debiese cumplir con los estándares de 2021 es un absoluto sinsentido. Pero es que hay algo que va más allá. Y es que el cuadro en cuestión es uno de los símbolos universales más icónicos sobre la libertad y la revolución, y como feminista, me niego a renunciar a él. Sobre todo, porque dicha referencia a Delacroix no puede entenderse sin la afirmación final de Bandini según la cual "sin las tetas no habría humanidad ni habría belleza". Esta frase, lejos de reducir a la mujer a su papel de progenitora, lo que hace es reapropiarse desde su voz de mujer con agencia de toda la simbología femenina asociada a la justicia, la libertad o la patria. Algunos de los grandes ideales que, a veces, en nombre de cierto esencialismo en favor del consenso y el diálogo, parecerían inaccesibles para nosotras.

Finalmente, lo más escandaloso del certamen ha sido, sin duda, la voluntad expresa del jurado de dejar fuera a las Tanxugueiras pese a cosechar, votación tras votación, el apoyo popular unánime de la audiencia. No hay peor expresión de la ideología que la que se convierte en árbitro neutral en nombre de la tecnocracia. Y esa ideología ha sido la de la Anti-España para quién era intolerable entrar a romper que a nivel internacional se visibilizara que en este país conviven diferentes naciones, tradiciones y lenguas. Porque ante todo y sobre todo, el objetivo es una Marca España impoluta de "folklores", "tetas", y, sobre todo, de las bajas pasiones de cierto pueblo que no hace tantos años decidió enviar a Chikilicuatre a Eurovisión.

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