
Hace un par de semanas se filtró a la prensa el acuerdo prematrimonial que los abogados de Jennifer López pretendÃan imponer a su contraparte conyugal, el actor Ben Affleck. El documento regulaba la cuantÃa de las multas por infidelidades, cuántos hijos podrÃan tener y hasta el número de encuentros sexuales a mantener cada semana. Pues bien, todo el pudor que pudiera causarnos dicho acuerdo se quedó en un ligerÃsimo sonrojo después de la exhibición impúdica por parte de Izquierda Unida, Más PaÃs y Podemos de su negociación matrimonial poliamorosa llamada Por AndalucÃa. No sólo por la bochornosa cuenta atrás del viernes noche radiada en directo vÃa Twitter, ni por los documentos que las distintas partes han ido haciendo públicos y que delimitaban con obscena precisión a quién correspondÃa cada puesto de salida, cada cargo por nombrar y cada euro que se cobrase. No, lo peor del inútil órdago de Podemos el pasado viernes fue que obligó a todo el mundo a levantar sus cartas, incluidas las de la vicepresidenta, mostrando las desconfianzas, miserias y mezquindades escondidas bajo el manto de "una candidatura ilusionante". Y asà el electorado andaluz acaba perdiendo, dÃa tras dÃa, hasta la curiosidad por saber pa' cuándo el anillo.
No seré yo el ingenuo que predique las bondades de los matrimonios tradicionales en régimen ganancial, que tan buenos cuartos han dado a los abogados y tan malos ratos a las familias. Basta ver cómo acabó ese primer matrimonio andaluz entre Izquierda Unida y Podemos, entonces encarnados en Antonio MaÃllo y Teresa RodrÃguez, que por su precipitación bien podrÃa haberse comparado con un casarse en gananciales una noche loca en Las Vegas. Pero siempre me ha resultado descorazonador ese afán por pesar, medir y contar por adelantado las responsabilidades de cada parte, ese régimen sancionador de los deslices, ese reclamar reciprocidades afectivas con la misma frialdad con la que Shylock exigÃa su libra de carne de la parte más próxima al corazón.
Comenzar una relación con tantas reservas pasa factura. Que se lo digan a Podemos, nuestro Ben Affleck patrio, que de tanta desconfianza y soberbia en los últimos dÃas (y meses, y años) va ya camino de tener que elegir entre o quedarse compuesto y sin novia, o con una mano delante y otra detrás. Desde luego, si el propósito de nuestra J.Lo DÃaz era devolver una mijita de ilusión y esperanza al electorado progresista, el frente amplio andaluz no es, en absoluto, un ejemplo a seguir, como ella misma reconoce. Y tampoco es, añado yo, la mejor opción de voto el 19J, ni siquiera para impulsar el proyecto polÃtico de la vicepresidenta.
Por AndalucÃa ha estado –y volverá a estarlo- a punto de romperse por Madrid. Si algo está quedando claro de todo este rifirrafe es que los órdagos y las órdenes de los contendientes emanan de la capital, donde más que preocuparse por la mejor forma de hacer oposición a las privatizaciones y recortes del gobierno de Juanma, todo el mundo está jugando sus cartas para colocar sus peones en el futuro Frente Amplio que se fragua con vistas a las elecciones generales. Ante esta tragicomedia de enredos, el Adelante de Teresa RodrÃguez va ganando enteros por la constancia en sus planteamientos. Al fin y al cabo, RodrÃguez siempre ha prometido lo mismo: un proyecto andalucista que no acepte injerencias madrileñas y que esté suficientemente distanciado del PSOE como para aspirar, en algún momento, a ser su alternativa.
Y no sólo eso. Quienes vivimos los inicios de Podemos de cerca estamos comprobando, con tremenda tristeza, de qué manera AndalucÃa vuelve a quedar relegada a ser laboratorio, granero de votos o ring de boxeo de facciones madrileñas, privada por enésima vez de organicidad autónoma y de voz propia en el futuro proyecto. No nos engañemos: sin andalucistas en las instituciones el próximo 19J no habrá peso andaluz alguno en el proyecto de DÃaz.
Como decÃa Mónica Zas, una 'motomami' es la evolución de la mujer que sufrió un mal querer. Y de malos quereres hicieron Teresa RodrÃguez y los suyos un máster la pasada legislatura, cuando fueron expulsados del grupo parlamentario y despojados de voz y recursos por los mismos que ahora se devoran entre sÃ. Por eso una motomami como Teresa, o como Mónica GarcÃa en su dÃa, no vacila en mandar a tomar viento a quienes, elección tras elección, claman por la unidad de la izquierda para luego dinamitar cualquier forma de coexistencia pacÃfica. Es sabido que una motomami destruye con gusto sus obras anteriores para dar paso a las obras siguientes. Mónica y Tere supieron verlo y soltar lastre a tiempo. Mientras Yolanda dude entre hacerlo o no, yo lo tengo claro: adelante con las motomamis.
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