Otras miradas

Es imposible no obsesionarte

Andrea Momoitio

Periodista en 'Pikara'. Autora de 'Lunática'

Es imposible no obsesionarte
Imágen de Peñagrande en 1959, publicada en la web de antiguas internas

Es imposible obviar lo que ya sabes. Si conoces qué es el Patronato de Protección a la Mujer no puedes hacer como si no lo supieras. Por si hay alguna despistada por aquí: El Patronato es una institución franquista, creada en 1941, que funcionó como los servicios sociales para niñas durante toda la dictadura. Dependía del Ministerio de Justicia y funcionó como el principal aparato de represión contra las mujeres caídas —y las que estaban a punto de caer. La directora de honor era Carmen Polo.

Si bien algunas revistas progresistas se hicieron eco de las violencias que se ejercían en estos reformatorios, lo cierto es que la HISTORIA en mayúsculas ha dejado sepultadas a sus víctimas. Ahora, poco a poco, gracias al trabajo incansable de algunas investigadoras, empiezan a surgir pequeños relatos que nos dan cuenta de la magnitud de aquel aparato de dominación. El Patronato evidencia de qué manera el franquismo utilizó a la Iglesia Católica como brazo represor y hasta qué punto la moral católica torturó a las mujeres españolas.

Es imposible no obsesionarse.

Loli llegó al Teatro del Barrio sin intención de hablar. Ese día presentábamos allí Lunática, mi libro, poniendo el foco en el mismísimo Patronato. En la mesa me acompañarían María Rosón, historiadora y Consuelo García del Cid, una de las mayores expertas en esta terrible institución. Es imposible no obsesionarse con Las desterradas hijas de Eva; Ruega por nosotras o Las insurrectas del Patronato de Protección a la Mujer, tres de las obras en las que lo aborda. Ella tiene claro que el Patronato "es un agujero en la memoria histórica que hasta ahora ha sido completamente ignorado". Por desgracia, lo ha vivido, lo ha conocido: "Esto te lo coge una historiadora y no sabe ni por dónde empezar. Si no conoces todo el entramado, puedes cometer errores garrafales. Es historia de España, hay expedientes en los que se muestra cómo las rebeldes acaban en psiquiátricos o manicomios, sin diagnóstico, con alusiones a "trastornos de conducta" o a ser lesbianas".

Es imposible no obsesionarse.

Loli llegó al Teatro del Barrio sin intención de hablar. Tuvimos la oportunidad de charlar antes de empezar. "Es una compañera", me dijo Consuelo; y ella, poco a poco, empezó a esbozar algunos detalles de su historia. Estuvo, en concreto, presa en  la maternidad Nuestra Señora de la Almudena de Peña Grande. "Nosotras lo llamábamos Peña Gorda porque llegaban todas embarazadas". En ese centro, en ese en concreto, decenas de mujeres denuncian haber sido víctimas del robó de sus bebés. La periodista Ruth de Frutos contaba en Pikara Magazine que no hay datos oficiales, pero que entre 2011 y 2021, se habían tramitado 2.138 diligencias de investigación. 526 han sido judicializadas. "La propia Audiencia Nacional reconoce que en el Estado español se habría propiciado una desaparición "legalizada" de un número indeterminado de menores de edad, suponiendo su pérdida de su identidad, entre 1927 y 1950", asegura.

Es imposible no obsesionarse.

Loli llegó al Teatro del Barrio sin intención de hablar. Ella venía a escuchar a Consuelo y a escuchar a María Rosón. La historiadora, entre otras cosas, ha analizado las poquísimas imágenes que se conservan de estos centros. Imágenes de crías que se agarran entre ellas, que se cuidan, que se tratan bien. Un programa de televisión muestra imágenes de la guardería de  Peña Grande, el espacio en el que las víctimas del Patronato tenían que dejar a sus criaturas mientras trabajaban a destajo. Rosón se fija en los detalles. Pellizcan a los y las peques para que sonrían.

Loli señala las imágenes. Reconoce ese sitio. Es imposible no obsesionarse.

Y, no, la verdad es que Loli no tenía intención de hablar, pero se plantó delante de 150 personas y nos contó su historia con un arrojo, con una serenidad, con una calma que todavía se me agarra al pecho al recordar su voz. Ella, que no tenía intención de hablar, nos contó que llegó a Peñagrande. La había violado su padre. Nadie preguntó nada, nadie se preocupó por saber quién podía ser el padre de ese bebé. Lo tuvo, claro. No salía de allí para nada, pero llegó algún día de fiesta. Su padre fue a buscarla al centro y se la llevó a pasar unos días con él. A una pensión. A su hija. Su padre. La volvió a violar. Nadie preguntó nada. Nadie preguntó nada. Qué podría hacer esa niña con dos bebés. Es mucho mejor si los das en adopción. Es lo mejor para ellos. Tendrán una vida más digna. Así lo hizo. Qué otra cosa podría hacer. Incluso entre tanta miseria, a veces, somos capaces de encontrar alguna pequeña resistencia. Loli ha encontrado a sus hijos y, sí, han tenido una vida feliz. Ella está contenta.

Y, no, la verdad que no tenía intención de hablar, pero Loli vivió un infierno y habla, habla; nos lo cuenta, nos agita con sus recuerdos y nos cobija en su calma. Lo tiene claro. Ahora lo tiene claro y pelea. Ahora sabe que todo lo que le hicieron fue verdad, que no estaba loca, que sí, que ella vio cómo una compañera se tiraba por el hueco de la escalera porque no soportaba estar allí, que ella pegó una paliza a una de sus amigas para que se la llevaran al hospital, que fue su padre y que nadie hizo nada.

 

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