Otras miradas

¿De qué va eso de la PAC?

Ana María Corredoira Vázquez

Ganadera y presidenta de la cooperativa rural 'As vacas da Ulloa'

Agricultores y ganaderos se manifiestan para modificar el Plan Estratégico de la PAC. -A. Pérez Meca / Europa Press
Agricultores y ganaderos se manifiestan para modificar el Plan Estratégico de la PAC. -A. Pérez Meca / Europa Press

Supongo que es la pregunta que muchxs se formulan en nuestro país, y que ha estimulado la reciente campaña de comunicación y divulgación del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Y es que este instrumento financiero supone un tercio del presupuesto comunitario, motivo por el que queda clara y patente su relevancia.

Según los últimos datos y estudios, casi un 38% de la población española dice no saber de qué va esto de la PAC, y que nunca ha oído hablar de ella. Por si estás dentro de ese rango de población, la PAC es la Política Agraria Común, y es la política europea que gestiona las subvenciones que recibimos lxs agricultorxs y ganaderxs dentro de la Unión Europea. Este instrumento nace tras la Segunda Guerra Mundial, en un contexto de escasez de alimentos, y ha evolucionado en las últimas décadas a modo de paquetes presupuestarios más o menos estables, que se aprueban por períodos de unos cuatro años. En resumen, que cuando escuchamos decir eso de que lxs agricultorxs y ganaderxs recibimos muchas ayudas, se hace referencia a las distintas ayudas de la PAC.

Pero, ¿por qué es importante o de qué va la PAC? Como instrumento regulatorio, define el marco productivo. Qué y cómo deberíamos producir, y debería hacerlo siempre atendiendo a criterios de sostenibilidad social, ambiental y económica. Es decir, es fundamental asegurar que los productores perciban una renta justa y digna que nos permita desarrollar nuestra actividad y proporcionar a la sociedad alimentos que satisfagan la demanda y exigencia de lxs consumidorxs, desde los criterios por supuesto de calidad y seguridad alimentaria. Aquí entrarían en juego factores como qué productos pueden emplearse en agricultura y ganadería y su regulación. Tengamos en cuenta que hay productos de uso agrícola prohibidos aquí (en Europa), pero no más allá de nuestras fronteras, y otros muchos cuyo uso debería restringirse, o prohibirse. Dejémoslo ahí. Hacer cumplir el marco regulatorio definido es relativamente sencillo. La sartén por el mango la tiene el que paga. Ahí entra en juego la llamada "condicionalidad", el paquete de condiciones que un productor debe reunir y cumplir, siempre susceptible de ser inspeccionado, y al que se le exige (se nos exige) justificación de las prácticas llevadas a cabo y registros de las mismas. Si no cumples, no cobras.

Hasta aquí, todo coherente y comprensible, pero ¿de qué debería ir la PAC?

Estamos en un momento y contexto totalmente crítico, por la enorme brecha que existe entre lo que recibimos en origen lxs productores, y lo que tenemos que pagar como consumidorxs para llenar la cesta de la compra. Una situación que se agrava porque estos bajos precios en origen, no cubren en muchos casos los costes de producción, dándose una situación que por ley, nunca debería producirse, en ningún eslabón de la cadena alimentaria, que es: la venta a pérdidas. El primer punto crítico y elemento de debilidad estructural y social de un país, y de un continente. Porque la cruda y triste realidad que subyace a la actual crisis geopolítica, al contexto de guerra y crisis humanitaria, a la crisis inflacionista, es la crisis alimentaria. Pero... si los precios suben, ¿dónde se quedan los beneficios? Si de lo que pagamos por llenar el carro de la compra ahora, no llega más o lo suficiente a la persona que produce esos alimentos, a la persona que cultiva la tierra, a lxs que aseguramos ahora y siempre que en la tienda no falte subministro, dónde se queda ese dinero? A ver si van a ser los enormes beneficios de las grandes empresas, de las macroempresas y multinacionales, los responsables en última instancia, de la enorme inflación que está comprometiendo y poniendo en riesgo la situación de tantas y tantas familias. Dejémoslo ahí. Y sigamos.

Estamos, adicionalmente, en un escenario de clara emergencia climática. Ya no es suficiente la voluntad de una "política verde o sostenible". Es necesario tomar conciencia de que el no asumir la factura ambiental de nuestro modelo de producción y consumo, está comprometiendo nuestro futuro y puede que nuestro presente más inmediato. Y también de esto debería ir la PAC. Y de cómo se construye ese futuro. Las zonas rurales, allí donde se producen nuestros alimentos, la mal llamada España vaciada, son en realidad territorios en muchos casos abandonados institucionalmente, sin los servicios, las infraestructuras y comunicaciones necesarias para poder desarrollarnos en nuestra vida profesional y también personal. Esto justifica la pérdida de talento y recursos humanos, tan escasos, necesarios e imprescindibles para asegurar la continuidad de actividades como la agricultura y la ganadería. Y también de esto debería ir la PAC. Si las condiciones "nos obligan" a marchar, si quedarse implica un acto heroico, ¿cuál es la alternativa que tenemos? Es imprescindible favorecer y estimular que lxs jóvenes encuentren en el mundo rural una oportunidad de futuro, que las familias, los pequeños y medianos proyectos agroganaderos, tengamos nuestra opción de futuro aquí, porque de lo contrario, las ciudades, la sociedad en general, también pagará sus consecuencias. La PAC no puede ir de grandes corporaciones, porque entonces, nuestro futuro, la posibilidad de acceder a nuestro alimento, dependerá de intereses y grandes poderes económicos. Por ello resulta tan curioso que hasta hace poco, y me pregunto en qué medida sigue esto ocurriendo, los grandes perceptores de las ayudas de la PAC fueran grandes propietarios, terratenientes, que ejercen su trabajo, "su agricultura" desde un sofá. La PAC como instrumento político y presupuestario, debe asegurarse de que lxs perceptorxs de las ayudas sean personas, mujeres, hombres y jóvenes que realmente ejercen la actividad agroganadera, personas que cuidan el territorio, que lo ocupan y mantienen vivo, y que con su entrega, y muchas veces sacrificio, alimentan al mundo.

Y si hay una asignatura suspensa y pendiente... esa es la que habla de igualdad. Si bien es cierto que las mujeres estamos muy presentes en el mundo rural, y representamos aproximadamente la mitad de la mano de obra total que está detrás de la producción mundial de alimentos, hemos sido siempre invisibles. Porque vivimos y trabajamos en un medio tradicionalmente "pensado" por hombres, dentro de estructuras de organización muy masculinizadas, en las que apenas tenemos representación. Y lo que no se ve ni se escucha, lamentablemente, termina por no existir. También de esto debería ir la PAC. De asegurar que las mujeres consolidemos nuestros derechos, aquellos que nos corresponden por justicia, y nos otorgan protección. Porque si las mujeres abandonamos el rural, si las jóvenes abandonamos el rural, la crisis demográfica, social y territorial se acelerará a pasos agigantados. Y con ella, la crisis económica y ambiental.

¿Que si la PAC es importante? Tanto como lo son las personas y el territorio. Por ello debe centrarse en estas dos piedras angulares. Pensar y legislar para las personas y para la tierra. Porque tal vez desde el rascacielos de una gran ciudad sea difícil de comprender, que un territorio abandonado, sin personas, sin actividad, es un medio condenado. Ese es nuestro rural. Un mundo condenado a un abandono que tiene un precio muy alto. Como el que injustamente pagamos cada verano cuando el fuego se lleva por delante vidas, patrimonio natural y cultural, historias y recuerdos de nuestras familias, aquellas que estaban convencidas, y siempre lo estuvieron, de que sin el rural, no hay futuro.

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