Otras miradas

Carlos III, el rey sin buzones o el periodismo cortesano

Conxa Rodríguez

Periodista

Carlos III, el rey sin buzones o el periodismo cortesano
Izquierda arriba, buzón del reinado de Eduardo VII (1901-1910), hijo de Victoria; izquierda abajo, buzón del reinado de Eduardo VIII (1936), de los que apenas hay 160 en todo Reino Unido, puesto que abdicó tras diez meses en el trono para casarse con una americana divorciada; centro, buzón del reinado de Victoria (1837-1901), que abundan por toda la geografia britanica; derecha arriba, buzón incrustado en una pared del reinado de Jorge V (1910-1936); derecha abajo, buzón doble del reinado de Isabel II (1952-2022), que están por toda la geografía británica en todas las formas y condiciones.

El delirio mediático generado por el derecho sucesorio en Reino Unido ha subido el listón del periodismo cortesano y, como dice la jerga inglesa, greasy (grasiento). Los grandes medios reconocen que el fervor monárquico que ellos mismos avivan no aumenta la venta de ejemplares.

Hasta una servidora se viste hoy de periodista cortesana y greasy (grasienta, o pelota) para contribuir a la vorágine mediática que está produciendo el cambio de soberano (nada que ver con el coñac) en Reino Unido. Desde las páginas de Público puedo anunciar, y anuncio, en exclusiva mundial, filtrada directamente desde el palacio de Saint James, que Carlos III será el primer rey sin buzones desde que existe el correo de Su Majestad y los citados artefactos. Lo puedo demostrar, y demuestro, con la documentación gráfica que acompaña a este texto. Desde buzones con las iniciales VR (Victoria Regente), 1837-1901, de su tío Guillermo IV (1767-1837) hasta la omnipresente EIIR (Elizabeth II Regente o Regencia de).

Hace falta decir, y es necesario, que no es manía personal de Post Office (Correos) a Su nueva Majestad. No, no... no hay que discurrir mucho ni tener una inteligencia por encima de la media para afirmar, y afirmo, que el correo electrónico para cartas y el libre mercado para paquetes están cerrando estafetas y convirtiendo los buzones en obsoletas piezas de mobiliario urbano. No se me ocurre una información o titular más tonto -por no decir idiota- que el de "Carlos III, un rey sin buzones", aunque estos días he leído en los medios internacionales cosas como El príncipe Andrés se encargará de los perros de la reina, que le va a la zaga, en necedad, al rey sin buzones. La frase sobre el duque de York surgió en los medios ingleses, hasta la, supuestamente, seria y rigurosa BBC, y ha sido reproducida por todo el mundo, incluido El País en España, y viene a cuento en Público.

Podría rebozar, y rebozo, la bobada de los buzones relacionándola con el arraigo histórico de la monarquía en el pueblo británico y con la adulación y el respeto de los súbditos a sus reyes y reinas. La palabra respeto, de tan usada que está siendo estos días, empieza a adquirir sentido irónico. Mi grupo de tenis, formado por típicos británicos adultos o jubilados, algunos de Oxbridge, dice que por respeto al espíritu asociativo no cancelaremos ni el partido del lunes. Mi curiosidad por los buzones, más que indagación trascendental para el bienestar de los británicos, se convirtió en incalculable satisfacción al ver un buzón, reproducido aquí, con las iniciales EVIIIR. Eduardo VIII solo reinó diez meses en 1936. Post Office me informó, cuando el contacto con la oficina de prensa era por carta o teléfono, que hay 160 buzones por toda la geografía británica del reinado de Eduardo VIII, el rey de simpatías nazis que abdicó para casarse con una americana divorciada. Yo sé donde hay uno.

Otra sorpresa de buzones la experimenté cuando era periodista cortesana y grasienta -una no elige trabajos- en una visita al palacio de Buckingham para periodistas cortesanos y pelotas. Visitando interiores y exteriores, incluso la mesa puesta para recibir a Felipe y Letizia, mi ojo detectó dos buzones en el recinto palaciego, uno con las iniciales EIIR, de a partir de 1952, el otro incrustado en la pared con las iniciales WIVR. ¡Oh! Del reinado de Guillermo IV. El único que he visto en mi vida. Ya tenía teléfono móvil con cámara de fotos y el hallazgo le había dado sentido a la visita cortesana y grasienta. Pero el ujier que nos guiaba me prohibió la foto, por razones de seguridad. No iba a sacar ni un centímetro de foto que pudiera indicar algo que amenazara la seguridad del palacio de Buckingham. Le ofrecí que él tomara la foto y la sometiese al servicio de seguridad de la reina antes de mandármela. No hubo razones ni manera.

El buzón de Guillermo IV lo tengo en la memoria. La parte del palacio en el que se hallaba ha estado de obras, pero los británicos son buenos con su pasado arquitectónico y lo deben tener registrado como antigüedad. Mi buzón favorito continúa siendo uno victoriano de mi barrio. O quizás, lo que me gusta es el barrio, mi casa y mis circunstancias, y miro el buzón con alegría, rodeado de acebo casi todo el año. Del reinado de Guillermo IV muestro aquí una farola -hoy solar o eléctrica, en su origen, seguramente, tea- del céntrico Regent’s Park de Londres, que, como los buzones, aluden al reinado en el que fueron instaladas. Por más explicaciones que le di al ujier del palacio de Buckingham, no entendí las razones de seguridad que prohibían la foto limitada al buzón, sin pizca de contexto. ¿Alguien de los expertos en casas reales o especialistas en monarquías y cotilleos puede explicar cómo funciona el palacio de Buckingham y los buzones?

Entre Victoria e Isabel II tienen más buzones que los cuatro hombres que reinaron en medio de ambas. La última, lamentablemente, lleva más de una semana muerta. El desenfreno de los medios cortesanos y pelotas, y los excesos de otros, no ha aumentado las ventas de periódicos y perpetúa el lubricante al derecho hereditario. Las cabeceras más conocidas en Reino Unido apuntan a que la cobertura informativa no se ha traducido en mayor consumo de ejemplares: iguales a las de la primera quincena de otros septiembres. La vida de los británicos no mejorará con periodismo que titule Carlos III, rey sin buzones ni farolas. Pero los distraerá mientras leen o escuchan y especulan acerca de líos de familia real o quién recogerá las heces de los perros de la reina.

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