El pasado viernes 23 de septiembre, Yolanda Díaz presentaba al comité de expertos y expertas que coordinarán y fomentarán el debate ciudadano con la vista puesta en tejer un programa para un nuevo país, tal y como rezaba el título del acto. Destacan nombres como Yayo Herrero, encargada del eje de transición ecológica, César Rendueles, en bienestar y derechos sociales, Sánchez-Cuenca, en calidad democrática, o Francesca Bria, en digitalización. Además de muchos otros perfiles de referencia en ámbitos como la justicia, el empleo, los derechos LGTBI o migraciones. Este es el primer gran acto programático de la plataforma Sumar y marca una tendencia que consolida un cierto alejamiento de los partidos por parte del proyecto de la vicepresidenta, ya que el consejo de expertos y expertas prácticamente no cuenta con ningún político. Díaz ha dado en un inicio la palabra a la sociedad civil, frente a los partidos, para impulsar su proyecto político.
Sin embargo, el elefante sigue inmóvil en la habitación. La estrategia de Díaz lee correctamente el momento de desafección política entre la ciudadanía y la eterna crisis de los partidos políticos como organizaciones de masas capaces de vehicular demandas e intereses y por eso decide huir de esas formas organizativas. Sin embargo, es poco probable que pueda crear una candidatura competitiva sin asumir una política de alianzas con las organizaciones políticas preexistentes como mínimo a corto plazo para encarar las próximas elecciones generales de 2023. La unidad de todos los actores políticos transformadores es un imperativo moral si se quiere sostener la actual mayoría política, mantener el legado del Gobierno de coalición e impulsar medidas más ambiciosas. Una unidad que debe basarse en un programa político que refunde en unas nuevas coordenadas todo ese espacio nacido al calor del 15M.
Esta alianza, además, es crucial en un momento en que el panorama electoral parece estar volviendo a mutar lentamente. Las últimas encuestas empiezan a situar algunos cambios que cuestionan las tendencias existentes hasta julio. El PP empieza a frenar su crecimiento y en algunos casos cae en estimación de voto de una manera similar a como lo hace la figura de Feijóo. Aunque sería la primera fuerza en votos y escaños en unas hipotéticas generales, el impulso que tomó después de las andaluzas ha empezado a deteriorarse con claridad. La luna de miel del nuevo PP de Feijóo se ha acabado.
Paralelamente a esta tendencia en el PP se produce una recuperación del PSOE. Como muestra el estudio de Key Data para este diario, pero también el último barómetro del CIS u otros estudios privados, los socialistas, desde su giro a la izquierda y la confrontación directa contra Feijóo, han empezado a recuperarse electoralmente y a recortar distancias al PP mediante una movilización de los votantes propios y una reducción de la fuga que padecían hacia los populares. El escenario, por lo tanto, permanece abierto.
Por último, el otro gran movimiento electoral que está habiendo tiene lugar en la tercera plaza. Con más o menos fuerza, las encuestas empiezan a detectar una caída que ha empezado a acelerar en las últimas semanas respecto a Vox. Si la extrema derecha fantaseaba con sorpassar al PP durante la crisis interna que tuvieron los populares en marzo, el escenario ahora es radicalmente diferente: Vox, que está fuera de toda batalla política y mediática y sumido en una crisis interna con el enfrentamiento entre Olona y la dirección del partido, ve peligrar la tercera plaza. El CIS lo sitúa por debajo del espacio de UP y diversas encuestas privadas marcan una tendencia a la baja considerable desde el inicio del verano.
Esta caída de Vox abre la posibilidad de que el escenario electoral cambie radicalmente. Si el bloque conservador ahora mismo tiene posibilidades de obtener la absoluta, aunque se han visto deterioradas en las últimas semanas, con Vox en la cuarta plaza parece poco probable que eso suceda y abre la puerta a la repetición de la mayoría progresista y plurinacional actual y a la repetición del gobierno de coalición, aunque con sus dos integrantes algo más debilitados electoralmente. Es por ello por lo que el espacio transformador tiene una gran oportunidad de recuperar esa posición y cambiar el curso de las elecciones generales de 2023 si actúa con racionalidad a la hora de tejer una candidatura conjunta que supere lo existente para ser electoralmente competitiva.
No obstante, si algo quedó claro en la presentación de los ejes temáticos en los que Sumar se centrará para elaborar su propuesta de país y en el discurso que realizó Yolanda Díaz es que su proyecto político no es un proyecto cortoplacista. A pesar de la gran batalla alrededor de la tercera plaza en las próximas generales, Díaz fijó un horizonte a medio y largo plazo para su proyecto. Siguiendo la lógica que propone el filósofo Roman Krznaric, basada en cambiar nuestra mentalidad cortoplacista por una más a largo plazo si queremos dejar un mundo mejor para nuestros descendientes, la apuesta de Sumar es por tejer un proyecto para la próxima década que enfrente los retos que España tiene como país. Unos retos que no se solucionan con acciones o medidas a corto plazo, sino que requiere transformaciones estructurales que tardarán años en desarrollarse. Eso muestra la vocación de pervivencia del proyecto de Díaz, pero también obliga a solidificar este nuevo movimiento político con ese objetivo ya que pone sobre la mesa la necesidad de organización y estructuras que le permitan afrontar unos retos que trascienden la habitual mirada corta que marca el ritmo de la actividad política actual.
El proyecto de Díaz, por lo tanto, actuará a dos niveles. Por un lado, tiene la necesidad de dar respuesta política y programática a la situación económica inflacionaria, sus efectos y el conflicto distributivo que está provocando la dinámica de subida de precios y de encarecimiento energético que parece que se agravará durante los próximos meses; por el otro, debe situarse en la gran batalla ideológica de nuestros días: la que se libra alrededor del paradigma económico imperante. En un momento en que el modelo neoliberal se encuentra debilitado pero que algunos sectores parecen querer revivir y en el que las alternativas empiezan a asomar la cabeza, pero necesitan de un impulso político y social. Cualquier proyecto político transformador debe situarse en esta confrontación que será la que determine el signo de las próximas décadas y la manera de afrontar la policrisis, en palabras de Tooze, en la que el mundo está inmerso desde el estallido de la pandemia. El doble reto de Sumar se centra en actuar con éxito a corto plazo, es decir, ser una opción electoralmente competitiva para 2023, para así tener una plataforma sobre la que disputar la batalla por el futuro.
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