Otras miradas

Isabel Díaz Ayuso, la cultura del esfuerzo y 'Mamá y Papá'

Guillermo Zapata

Isabel Díaz Ayuso, la cultura del esfuerzo y 'Mamá y Papá'
Nicolas Cage en 'Mamá y Papá'

"Les falta esa cultura del esfuerzo". Así se expresaba Isabel Díaz Ayuso esta semana hablando sobre la juventud de nuestro país. Al escucharlo lo primero en lo que pensé fue en dos cosas.

La primera es un video grabado durante el concierto que el cantante Dani Martín dio en el Wizink Center de Madrid el pasado 26 de noviembre de 2021. Al encenderse las luces, un grupo de jóvenes identifica a Ayuso en las gradas y comienza a gritar "Presidenta, presidenta". Aquella noche de concierto Ayuso no miró a quienes la vitoreaban y les dijo serena "Os falta cultura del esfuerzo". Por lo que sea. Mucho se ha escrito sobre la condición de "estrella pop" de Ayuso y cualquiera sabe que una cosa básica es no insultar a tu público cuando lo tienes delante. Cabe preguntarse también si a estas alturas de la película que yo piense que la gente que va a un concierto de Dani Martín es joven no dice más de mi propia edad que de ninguna otra cosa. Peinamos canas desde hace bastante, esa es la verdad.

La segunda es la película ¿Quién Puede Matar a un Niño? Obra maestra del terror dirigida por Chicho Ibáñez Serrador en 1976. En la película, una pareja de turistas ingleses llega a un pueblo de la costa mediterránea, el ficticio "Benavis", donde los niños han sufrido un arrebato colectivo de locura que hace que se vuelvan violentos contra sus padres hasta matarlos. En la película late el terror de la inocencia convertida en amenaza, pero también el de la venganza del mundo de los jóvenes contra aquel de sus padres. Cuando se dedica tanto esfuerzo en hablar de lo poco preparados que están los jóvenes para el futuro estamos reconociendo tanto nuestro fracaso como nuestra impotencia y el terror a que algún día vengan con palos y nos lo recuerden a pleno sol, como pasa en varias secuencias memorables de la inquietante película.

Es condición básica de toda estrella del pop y de toda figura autoritaria el tener un pánico atroz al paso del tiempo. El tiempo, enemigo de lo estable, requiere de mucho esfuerzo de contención. Donde la figura autoritaria opera intentando detenerlo por todos los medios posibles, la figura pop opera una suerte de ejercicio camaleónico y se reencarna una y otra vez en sucesivas versiones a la vez más viejas y más jóvenes de sí misma, intentando correr a la vez hacia delante y hacia detrás.

Esa esquizofrenia cultural ha provocado dos movimientos de orden distinto. Uno es el de la estrella pop que aprende a "envejecer bien" y lo lleva a gala, asienta cuerpo-tiempo y contenido y se convierte en un tipo de referente también ocasionalmente para una juventud que necesita orientarse sobre el futuro y preparase para cuando la siguiente generación por llegar la entierre, porque esto no se para.

El otro movimiento es una suerte de atrincheramiento, una especie de venganza a la inversa que se traduce en un odio lleno de envidia contra quienes vienen detrás. Tiene sentido que una generación (la mía y la de Ayuso) que ha vivido con un horizonte cultural que cancela el futuro y que pone en valor una suerte de espíritu juvenil permanente, se piense que en realidad los jóvenes somos nosotros y no esa gente con menos años que nosotros. Hay una película que cuenta este proceso de transferencia del miedo a la juventud a la agresión contra ella a las mil maravillas: Mamá y Papá.

Mamá y Papá es una película escrita y dirigida por Brian Taylor y cuenta la historia de un virus que hace que los adultos desarrollen instintos homicidas contra sus hijos en el momento en que los ven. Por si hubiera alguna duda de qué es lo que la película está contando en realidad, su primer acto es una sucesión de momentos en los que unos adultos (padres y madres) intentan parecerse y relacionarse con sus hijos e hijas como si fueran lo mismo, con ridículos resultados. Un poco como esos videos de Tik Tok en los que padres y madres intentan seguir el ritmo de sus hijos e hijas. Lo que sigue es el paso de la emulación a la rabia y un "Día de Furia" contra menores a golpe de hacha, atropellos y otros instrumentos domésticos convertidos en armas homicidas. ¿Quién mejor que Nicolas Cage para encarnar este desenfreno psicópata?

Pero hay otra pista definitiva para entender lo desubicado de este tipo de declaraciones. La falta de reacción de los propios jóvenes, que son la prueba evidente de nuestra desconexión en relación a ellos mismos. El debate (este mismo texto) no es más que una conversación de adultos. Ellas y ellos tienen cosas mucho mejores que hacer antes de que en el cruce entre su mundo y el nuestro produzca una fricción que es la que les lleva a reclamar su legítimo espacio.

Si hubieran estado atendiendo es posible que más que ofenderse se hubieran fascinado con la otra parte del discurso de Ayuso, ese que indica no tanto un odio o un temor, sino la más absoluta desconexión con la realidad de aquellos de los que está hablando. Decía Ayuso un poco después en esas mismas declaraciones: "También la transformación digital, que es una gran oportunidad para agilizar administraciones, para modernizar empresas, pero que, sin embargo, al crear una multitarea como modo de vida de los jóvenes les está aislando socialmente, les está eliminando, por ejemplo, el tesón, la paciencia y el relacionarse con otras personas como hacíamos otras generaciones en el pasado".

Pues será eso.

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