Estimada Yolanda:
Has asumido una gran responsabilidad política: liderar la renovación y ampliación del espacio del cambio de progreso. Hay un gran consenso en todas las formaciones políticas del grupo confederal sobre tu idoneidad para encabezar ese proceso electoral. A la propuesta inicial de Pablo Iglesias, se han sumado el resto de organizaciones del grupo confederal y, además, ha sido bien recibida por otras fuerzas afines significativas como Más País y Compromís.
La tarea es compleja y difícil, pero también muy estimulante y, sobre todo, de grandes implicaciones políticas y sociales para las fuerzas progresistas, el bienestar de la sociedad y el futuro de nuestro país. Está en juego la consolidación del proceso reformador del siguiente Ejecutivo de coalición progresista, en la próxima legislatura (y más allá), con garantías de un avance sustantivo social y democrático, o bien la posible involución reaccionaria que amenaza las derechas. Y para ello es imprescindible aumentar el peso comparativo de las fuerzas del cambio, de su representatividad popular y su capacidad transformadora.
Por mi parte, en el último año he seguido con interés los hechos que configuran la presente coyuntura y las principales tendencias en torno a la formación del llamado frente amplio y sus retos, en particular en dos libros: Perspectivas del cambio progresista y Dinámicas transformadoras. Renovación de la izquierda y acción feminista, sociolaboral y ecopacifista.
Mi intención con estas notas, ante los evidentes desencuentros producidos con referentes de Podemos, es contribuir a aclarar la situación para una articulación unitaria y sólida del espacio del cambio y evitar su fractura, factor clave para avanzar en la mejora social de la mayoría popular y el proceso democratizador del país.
Movimiento ciudadano y plataforma político-electoral
Tras más de uno año de preparación se ha constituido Sumar, según tus declaraciones, como asociación instrumental para desarrollar dos dinámicas paralelas y complementarias: 1) articular un movimiento ciudadano participativo durante este semestre como base constitutiva y legitimadora del proyecto; 2) configurar una plataforma político-electoral desde la que encarar la campaña para las elecciones generales. Las dos dinámicas están vinculadas y se enlazan a primeros del año próximo, con la constitución formal y programática de la plataforma política tras las conclusiones del proceso de ‘escucha’ y la formalización de las condiciones para tu aceptación de la candidatura.
Me preocupa la clarificación del sentido de este proceso y las controversias suscitadas. Desde el principio has dejado clara una característica fundamental: Sumar no va de partidos políticos, de siglas y puestos. Cabría, pues, distinguir entre Sumar-movimiento ciudadano y Sumar-plataforma político-electoral (pendiente de confirmar la sigla).
La finalidad del proceso participativo ciudadano tiene una positiva finalidad articuladora y democratizadora del nuevo proyecto y, al mismo tiempo, una función política inmediata: legitimar tu candidatura como portavoz del conjunto y fortalecer tu capacidad para condicionar el carácter y los ritmos de la plataforma político-electoral a construir.
En este caso, el proceso de escucha y este movimiento ciudadano tienen un doble sentido político claro: afianzar un proyecto político-electoral transformador de progreso y apoyar tu liderazgo político-institucional en el marco inmediato de una precampaña electoral para las elecciones generales. No obstante, se pone el acento en el carácter no político del movimiento ciudadano para justificar su desvinculación de los partidos políticos realmente existentes que son los de todo el conglomerado del espacio del cambio, en particular el más relevante, Podemos. Así, se entra en cierta incongruencia con la realidad y el sentido común inmediato: el proceso de escucha culmina con el aval a la candidata a la presidencia del Gobierno por parte de Sumar, plataforma político electoral, como expresión de un renovado espacio del cambio.
Lo que propones, y parece que es una condición innegociable, se puede formular así: los partidos, su militancia y sus bases sociales, pueden 'estar', pero -sus dirigentes, sus estructuras y sus siglas- 'no ser' elementos constitutivos de la nueva formación política. El consenso, entonces, en torno a tu candidatura no necesariamente conlleva el acuerdo con el marco organizativo definido en esa característica, lo que debiera ser debatido. No existe un proceso constituyente pactado, como en otras latitudes, con las formaciones políticas llamadas a formar parte de este posible frente amplio, en el que se negociase una dinámica de disolución o renuncia a un papel público e institucional, al mismo tiempo que un proceso electivo, con las correspondientes primarias o listas compartidas para las distintas estructuras orgánicas e institucionales. O sea, se excluye la colaboración de la representación legítima de otras formaciones políticas en un proceso que pretende recoger y sumar sus bases sociales y electorales, pero dejar al margen -y sustituir- a sus direcciones por el equipo promotor de la nueva plataforma política.
En ese diseño estatal hay una incoherencia práctica y temporal ante el reto de las elecciones municipales y autonómicas. Se admite, necesariamente, la continuidad del grupo confederal de Unidas Podemos, En Comú Podem y Galicia en común para la gestión política en este último año de legislatura, así como la persistencia de los distintos partidos y coaliciones en diferentes territorios y en alianzas estatales (con la recomposición del pacto entre Podemos e Izquierda Unida), y se refuerza la permanencia de las estructuras partidarias de todos ellos.
Sumar, en ese periodo, se quedaría como una superestructura estatal a negociar en los dos ámbitos: los partidos estatales y las configuraciones territoriales. Ahora bien, ni unos (Podemos, Izquierda Unida, Más País...) ni otros (En Común Podem, Compromís, Galicia en común, pero también Contigo Navarra, Más Madrid o la posible alianza canaria...) parece que tienen intención de disolverse ni delegar en una superestructura estatal la decisión sobre su representación institucional a su parlamento autonómico pero tampoco al estatal, así como su gestión política en su territorio.
En cada caso, con matices diversos, se plantea una negociación, desde la autonomía de cada cual, de la colaboración y el apoyo mutuo entre ese ámbito territorial y el estatal. Es otro nivel de articulación que el de apoyar y compartir una candidata común a la presidencia del Gobierno y al revés, el de recibir el apoyo del liderazgo estatal para las formaciones o coaliciones locales y autonómicas del conjunto del espacio del cambio, sin favoritismos ni relegación particulares.
En todo caso, justificar el monopolio representativo de Sumar, exigiendo la dilución política de Podemos y los demás grupos políticos, dada la supuesta existencia de un clima general de desconfianza en los partidos y, en particular, por su falta de representatividad actual o futura y su carácter de partidos políticos, no parece muy realista ni, desde luego, muy unitario.
No se trata de un debate nominalista, ni de distinguir entre partido político (malo) y plataforma político-electoral (buena); hay que valorar el sentido de la propuesta de 'no ser' partido político sino plataforma ciudadana/electoral como fórmula para desbordar y marginar a los -dirigentes de- partidos políticos existentes en el contexto actual.
Tampoco tiene recorrido la distinción entre partido unificado y coalición electoral. Algunas coaliciones como la andaluza han sido un desastre, tal como todo el mundo sabe, y otras como Navarra Contigo, ofrecen buenas perspectivas. La misma En Comú Podem, en un contexto externo difícil y con gran diversidad interna y una historia compleja, es una agrupación política con relevante estabilidad, representatividad e influencia pública.
El cambio de primacía dirigente
El problema no es el modelo de organización política, por mucho que haya diversos tipos y, en general, haya que reforzar los dos criterios básicos: su democratización frente a las tendencias jerárquicas de sus aparatos, y su calidad ética, al servicio del bien común. Algunas de las deficiencias principales provienen de la propia política institucional, de la vinculación con los poderes institucionales y fácticos. Para su contrapeso requieren, aparte del arraigo social y la vinculación con las capas populares, una fuerte cultura democrática y profundos valores éticos de ejemplaridad representativa, con las regulaciones precisas. En todo caso, también los niveles de activación cívica en la sociedad y el estímulo de su calidad democrática favorezcan las garantías y el control de la honestidad de las personas y los grupos especializados en la política institucional.
Existe un acuerdo en la participación política-electoral-institucional y el fortalecimiento del espacio del cambio. Y hay una candidata aceptada por todos, en espera de su decisión definitiva. La solución pasa necesariamente por la suma, ampliación y coordinación unitaria del conjunto del conglomerado, en una estructura política. La disputa viene sobre el marco organizativo y las competencias que la candidata y portavoz ante el Gobierno pretende asumir con su nuevo liderazgo, pero sin la negociación y el acuerdo del conjunto de formaciones políticas, especialmente de Podemos, que ostentaba hasta ahora la prevalencia representativa y dirigente. O sea, se está ventilando el cambio de primacía dirigente de todo el conglomerado sin explicitar el problema, hasta que ha explotado estos días.
En conclusión, las distancias son grandes. Como he pretendido explicar no es solo un debate de ideas más o menos realistas sino de intereses (legítimos) de reconocimiento representativo y de estatus y capacidad de influencia política en una gran encrucijada. Los riesgos de ruptura y división son significativos. Sus consecuencias serían mucho mayores que las de las experiencias traumáticas anteriores.
En esta ocasión, sus efectos podrían contribuir a impedir la continuidad de otra etapa de progreso y abrir las puertas a la involución derechista, sin que tampoco se beneficie el Partido Socialista (o las izquierdas nacionalistas). Igualmente, demostraría la impotencia política y la incapacidad democrática y unitaria de la nueva representación político-institucional de las fuerzas del cambio, tan duramente construida. La frustración de la gente de izquierdas y la desafección popular podría ser profunda y duradera. No se puede llegar a ese abismo. Hay que atajar cuanto antes ese recorrido. La responsabilidad sería compartida por todos los principales actores. Sería lo de menos, comparado con el desgaste y el sufrimiento colectivo de la mayoría social y de la gente más activa de este histórico proceso de cambio.
Me he dirigido a ti, dando por supuesto tu mayor responsabilidad en la articulación de una solución pactada. Como todos los acuerdos, y tú lo sabes mejor que nadie, supone hacer concesiones mutuas y defender los aspectos básicos comunes. Tu liderazgo se verá fortalecido por ello.
Comentarios
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