Otras miradas

Ayuso, la dinamitera

Agustín Moreno

Diputado de Unidas Podemos en la Asamblea de Madrid

La presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. -Gustavo Valiente / Europa Press
La presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. -Gustavo Valiente / Europa Press

Cuenta Rafael Chirbes en sus imponentes Diarios (3 y 4) que al visitar el MoMa de Nueva York vio el famoso cuadro de Robert Ryman (Twin), que es un lienzo absolutamente blanco. La madre de todos los monocromos. Reflexiona sobre cómo a veces el arte actual es una forma de ingenio, una cadena de ocurrencias, como si valiera el código, la explicación y la palabra más que la obra. Como si cierto arte moderno necesitase arropar la obra con la reflexión y el relato, hasta el punto de que suele tener más peso que lo material. Lo contrasta con la pintura clásica que no necesita de explicaciones porque se basta sola. Y concluye diciendo que, si viniera un exégeta de un cuadro clásico a explicártelo, acabarías diciéndole: "cállate ya y déjame mirar".

Algo así deberíamos de hacer con la presidenta de la Comunidad de Madrid. Porque hay que reconocer que Isabel Díaz Ayuso es una artista en provocar alboroto con groserías y distracciones. Refuerza su discurso con una altivez agresiva y un aire permanente de enfado con todo el mundo. Su estrategia de polarización política busca poner el foco en lo que le interesa para que lo importante quede en la sombra y no hablemos de ello. Así, con barbaridades diarias y con la bronca en sesión continua, se habla menos de desigualdad y del retroceso en cohesión social, del desmantelamiento de los servicios públicos o de que en este Madrid de cañas y tapas la democracia está en retroceso y conviven obscenamente la opulencia y la pobreza.

Son los hechos y no la propaganda los que mejor la definen. Si hacemos un breve repaso a su historial reciente, la lista de rupturas, víctimas y enemigos que tiene es larga. Por sistematizar, las agruparemos en bloques que resumen sus principales características como política.

1. INTRIGA. No se lleva bien ni con los suyos. La principal pieza que se ha cobrado fue el presidente del Partido Popular, Pablo Casado. Es una historia suficientemente conocida. Pero conviene resaltar dos cuestiones: no tuvo reparos en movilizar a sus seguidores ante la sede del partido contra el entonces presidente del PP y hasta hacía poco gran amigo suyo; no tiene límite en sus ambiciones. Feijóo no duerme tranquilo.

2. CONTRARIA A TODO. Siempre chocando con el Gobierno central. Ni siquiera ha sido capaz, en los momentos más difíciles, de mantener un mínimo de lealtad institucional, algo que debería ser obligado en beneficio de la ciudadanía madrileña. Es muy larga la lista de enfrentamientos con el Gobierno de coalición que preside Pedro Sánchez: medidas frente al covid, escudo social, salario mínimo, reforma laboral, impuestos a las eléctricas, topes al gas, tres PGE, toda ley progresista (LOMLOE, Libertad Sexual, Memoria Democrática, Trans y derechos LGTBI...). Y ha desbarrado gravemente al llamar "tirano" al presidente del Gobierno al que acusa de preparar una "dictadura" republicana. Es su manera de impulsar sus ambiciones y debilitar al líder de turno del PP. Y conseguir que se hable de lo que dice y no de lo que hace: de su agenda ultraliberal al servicio de ricos y poderosos.

3. FUNDAMENTALISTA. Su rigidez la incapacita para llegar a acuerdos con la oposición. Igual da que sea la derecha o la izquierda. Acabó rompiendo con Ciudadanos, con quien cogobernaba, y convocando elecciones anticipadas a mediados de legislatura, algo insólito en Madrid. Ahora tampoco ha sido capaz de acordar los presupuestos con los grupos progresistas y ni siquiera con Vox. Resultado: en cuatro años de gobierno de Ayuso ha habido un solo presupuesto y habrá tres elecciones. Todo lo anterior demuestra su insolvencia para gestionar y para construir sociedad. De ahí que le dé igual no pactar presupuestos y realizar una gestión nefasta donde todo se subordina al conflicto y a la camorra.

4. AUTORITARIA. No escucha a nadie. Ni a los médicos de Atención Primaria que están en su quinta semana de huelga defendiendo la sanidad pública para todos y condiciones de trabajo dignas; se dedica a descalificarles y a echar más leña al conflicto sanitario actuando como una talibán neoliberal. Tampoco con las familias que reclaman centros escolares públicos para sus hijos y que se acabe la construcción por fases en barrios y localidades como Valdebebas, Ensanche de Vallecas, El Cañaveral, Rivas Vaciamadrid, Parla, Getafe, Alcalá de Henares, etc.; ella prefiere jugar al pelotazo educativo regalando suelo público y conciertos a grupos ultracatólicos y a fondos de inversión. Menos aún escucha al sector del taxi, aprobando una "ley Uber" que legaliza la competencia desleal en favor de las grandes multinacionales y de ex antiguos cargos políticos del PP.

5. FALTA DE EMPATÍA. La frialdad patológica de Ayuso con las personas y colectivos en situaciones difíciles es para reflexionar. Por ejemplo, con las personas mayores que padecieron los protocolos de la vergüenza durante la pandemia del covid y ahora con los familiares de los 7.291 fallecidos. Con las víctimas de la Línea 7B del Metro en San Fernando de Henares, absolutamente maltratadas. Con los vecinos de la Cañada Real sin luz y sin soluciones a sus problemas. Con los niños de familias desfavorecidas a los que quiso dar menús basura durante la pandemia. Eliminando la Renta Mínima de Inserción... No sigo, porque la lista se alargaría demasiado.

6. DESPRECIA E INSULTA. Hay tres cosas que me han llamado la atención en este año y medio de experiencia parlamentaria: Ayuso no interactúa con nadie, no mira a la persona que se dirige a ella; trabaja un cuarto de hora a la semana en la Asamblea de Madrid (cinco respuestas de tres minutos a los grupos parlamentarios) y se va del pleno hasta que vuelve para votar a última hora de la noche; es ella la que eleva el tono del insulto y la descalificación con la oposición cuando le faltan los argumentos y para que no decaiga el clima de polarización. Un ejemplo reciente: llamar "gentuza" a los socialistas y a la oposición, algo que debería tener sanción moral y política en una ciudadanía democrática. Con el insulto como único discurso no se puede construir nada.

Para qué seguir. Mi suegro, que era militar, decía que la gente se divide en "pontoneros y dinamiteros". Los primeros construyen y los segundos destruyen. En la actual política en España, escasean unos y abundan los otros. Es tan evidente a qué grupo pertenece Díaz Ayuso, que jamás podría ser responsable de los cascos azules de la ONU. Es un paquete cargado de nitroglicerina, con una intransigente toxicidad política que debería estar ausente en toda sociedad que aspire a mejorar su convivencia. Y es que en el origen del pensamiento fanático que revienta la convivencia está el afán de poder sin límite. Qué tiempos estos en los que tener modales en política es de una insoportable ingenuidad. Pero, a pesar de Ayuso, habrá que seguir reivindicándolos.

Más Noticias