Otras miradas

La reina Ayuso y sus pajes mediáticos

Alejandro Plana

Sociólogo

Una digura que representa a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en la manifestación contra el desmantelamiento de la Atención Primaria en la Sanidad Pública, en Madrid. E.P./A. Pérez Meca
Una figura que representa a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en la manifestación contra el desmantelamiento de la Atención Primaria en la Sanidad Pública, en Madrid. E.P./A. Pérez Meca

"Menos bodas reales, más gastos sociales.

Menos comisarias, cuarteles, más bibliotecas y hospitales", Los chikos del Maiz.

"La verdad es que nunca he acudido al sistema sanitario público. A mí todo lo que sea público me parece una inmoralidad. Mi visión es la de que todo ser humano tiene que ser responsable de lo que le sucede y que no tiene que haber una responsabilidad colectiva. Luego, cada ser humano puede, si quiere, manejando la famosa solidaridad y todo eso que está tan de moda, ayudar a sus semejantes, pero no es una obligación, es una devoción. Por lo tanto, yo creo que no debería existir la sanidad pública". Estas declaraciones son de Fernando Sánchez Dragó en una entrevista en el año 2016. Podríamos acusar al influyente escritor de desalmado o incluso poner el foco en la posición de privilegio que le permite decir tales declaraciones, pero lo realmente interesante es entender sus palabras dentro de un movimiento cultural e ideológico que permite ir más allá del personaje.

"La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados 'orgánicos' infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios", dijo Gramsci. Y en este sentido, me atrevería a decir que Sánchez Dragó ha sido quien más claro ha dicho lo que un grueso de la derecha parlamentaria piensa sobre la sanidad, pero no se atreven a decir en público. Tras estas declaraciones no es de extrañar que sea un profundo admirador de Isabel Díaz Ayuso, la bestia negra de la marea blanca en Madrid.  Hace unos años twitteó de ella adulaciones como: "Isabel Díaz Ayuso tiene algo de Agustina de Aragón", o: "Es una mujer de bien, fuerte, firme, serena, inteligente y víctima de quienes no poseen esas virtudes y envidian a quien las tiene." Y es que, viendo el estrago que está haciendo su gobierno en la sanidad pública, no es de extrañar su profunda admiración. Madrid actualmente es la última comunidad en inversión por habitante en sanidad y la penúltima en educación pública. Otros territorios como Aragón tampoco están para echar cohetes, liderando el ranking en tiempo de espera para operarse. ¿Felicitará Sánchez Dragó a Javier Lamban por su gestión sanitaria?

Como ya desveló Infolibre, durante la primera ola de la pandemia, el Gobierno de Ayuso envió un protocolo a las residencias y centros sanitarios para evitar que aquellas personas que viviesen en las residencias con un alto nivel de dependencia o deterioro cognitivo fueran derivados a los hospitales. Permitiéndose que ancianos fueran encerrados con llave en sus cuartos abandonados a su suerte. Este protocolo además aplicaba criterios discriminatorios, ya que aquellos ancianos con seguro privado sí podían ser trasladados a los hospitales. Las consecuencias fueron terribles, y un total de 7.291 residentes murieron sin recibir ningún tipo de atención médica, siendo la Comunidad de Madrid donde más muertos se produjeron (un 77% del total). Para Manuel Rico, periodista y autor del libro Vergüenza, el escándalo de las residencias, supuso "la mayor violación de derechos humanos de las últimas siete décadas de la historia de España". Por su parte, Ayuso sigue sin asumir responsabilidades políticas ni penales.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, como ya es habitual, mintió y negó el protocolo, afirmando que las competencias de las residencias las tenía el gobierno central. Bulos que incluso fueron propagados en medios supuestamente progres como Aruser@s de La Sexta o por la directora de El Plural, Angélica Rubio. Y como no, Eduardo Inda, el pistolero de fakes más potentes del panorama mediático, también se subió al carro del bulo e incluso se mofó de las víctimas en La Sexta Noche: "Ayuso ha combatido la pandemia como nadie en el mundo, es una referencia a nivel mundial. Todos los medios de comunicación internacionales hablan del milagro de Madrid." La Sexta, una vez más, siendo el altavoz del bolsonarismo español. ¡Bastaba con leer el BOE para saber que las competencias en la gestión de las residencias las tenía las Comunidades Autónomas!

Ayuso, cual reina de España, tiene pajes mediáticos a su servicio que blanquean de forma constante sus políticas y sus bulos. Pajes como Eduardo Inda, Javier Negre o Jiménez Losantos que, sin ningún tipo de escrúpulos, utilizan la manipulación informativa de forma habitual para ensalzar su figura. Por otro lado, también están aquellos como Sánchez Dragó que, tras el velo de intelectuales apolíticos, camuflan un modelo de sociedad elitista, retrogrado y sin servicios públicos. Conviene recordar que Sánchez Dragó en uno de los párrafos del libro Dios los cría, reconoció haberse acostado con dos niñas de 13 años: "En Tokio, un día, me topé con unas lolitas, pero no eran unas lolitas cualesquiera, sino de esas que se visten como zorritas, con los labios pintados, carmín, rimel, tacones, minifalda... Tendrían unos trece años. Subí con ellas y las muy putas se pusieron a turnarse. Mientras una se iba al váter, la otra se me trajinaba." Luego habrá quienes se pregunten que por qué es necesaria una legislación feminista... Recientemente, en una entrevista en La Sexta, afirmó: "Hay dos cosas que me dan miedo y son las mujeres y las motos". Basta escuchar las declaraciones de los pajes de Ayuso para comprender su proyecto político. Por suerte, los Reyes Magos y los pajes que vendrán estas navidades traerán ilusión y regalos y no recortes sanitarios, machismo, muertes por protocolos inhumanos o bulos.

La presidenta de la Comunidad de Madrid aprovechó incluso la pandemia para hacer negocio. Su gobierno compró mascarillas al triple de su precio original a la empresa de la que se beneficiaba su hermano, Tomas Díaz Ayuso. Sin embargo, el fiscal no ve tráfico de influencias. Este hecho, por muy deplorable que nos parezca, demuestra la fortaleza de una derecha a la cual electoralmente la corrupción no le desgasta. Y es evidente que, si Díaz Ayuso tiene la impunidad que tiene es debido en cierta medida a la posición trumpista que han tomado las derechas en medio planeta. Unas derechas que se visten de rebeldes o de transgresoras pero que "siempre han estado al lado del poder y lo van a seguir estando", ya que realmente son "los perros de presa de las clases capitalistas", tal y como señala la periodista Laura Cester. Y, que nadie dude de que van a seguir asaltando todos los espacios posibles (redes sociales, todo tipo de medios de comunicación, instituciones, centros de trabajo...) con tal de propagar su discurso de odio. Solo hay que darse un paseo por YouTube para encontrar discursos camuflados de "rebeldía" o "lucha contra las elites" y ver que realmente son una extensión más de la ideología de la extrema derecha. Ahí tenemos a Rubén Gisbert, Roma Gallardo o a Inflovlogger, el creador de la canción "Vamos a volver al 36". De hecho, que hablemos de ellos ya es un triunfo suyo en la guerra cultural que están dando. Del rojipardo rapado y acomplejado que va de marxista leninista, pero se dedica constantemente a hacer entrevistas a fascistas a la vez que carga contra el feminismo, el colectivo LGTBIQ o la inmigración, ni hablamos.

Todo este contexto hace que el viento sea favorable a la normalización y el auge de una figura de extrema derecha como Isabel Díaz Ayuso. Un actor político que seguirá teniendo cierta impunidad mediática en tanto en cuanto sea útil al stablishment. Pero, que nadie lo dude: en cuando ya no sea de provecho, su ficción de reina se desvanecerá y posteriormente será decapitada por unos medios corruptos con más poder que los partidos y, sino, que se lo pregunten a Pablo Casado, Albert Rivera o Cristina Cifuentes.

En fin, Ayuso se ha convertido en un actor político e ideológico de primer nivel. Su modelo de sociedad es muy similar al que hizo que Walter White, en Breaking Bad, tuviera que traficar con drogas para pagar su tratamiento de cáncer. Un modelo basado en el desmantelamiento de lo público y la mercantilización de todas las esferas sociales. La guerra cultural está servida y la estrategia de la derecha es clara: dejar en los huesos al sector público, decir que es ineficiente y posteriormente especular con él. Solo hay que ver el discurso catastrofista que llevan décadas repitiendo acerca de la insostenibilidad de las pensiones públicas. Y es que, en esta época oscura de incertidumbre generalizada, la política puede ampliar la justicia social o, por el contrario, favorecer que el acceso a la sanidad o la educación se convierta en un privilegio. En definitiva, toca elegir entre derechos o privilegios. Y, aunque Ayuso afirme que no hay clases sociales, como ya hizo en su día la política más hooligan del neoliberalismo, Margaret Thatcher, el grueso de sus políticas (bajada de impuestos y becas a los ricos, dumping fiscal, desvío de fondos a la sanidad privada, etc.) están encaminadas a beneficiar a una clase social, y no es la clase trabajadora. Isabel Diaz Ayuso siempre ha jugado sucio en política y, por eso, jamás tendrá el valor de decir las palabras de Warren Buffet, uno de los hombres más ricos del planeta: "Hay una guerra de clases, de acuerdo, pero es la mía, la de los ricos, la que está haciendo esa guerra, y vamos ganando."

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